‘Euskera macht frei’

belosticalle.blogspot.com.es, 2/7/12

Es la traducción al alemán del título de un artículo publicado en El Correo (sábado, 30 de junio): ‘Más euskera es más libertad’. ¿Qué no es traducción literal? Tampoco tan libre. Pero es rigurosamente fiel al sentido. Y por eso mismo, no tan libre como uno quisiera.

Tal vez el autor no vea oportuno traer a cuento el alemán, los campos de trágico recuerdo, con aquella bienvenida sarcástica a los huéspedes forzosos: ‘Arbeit macht frei’ – El trabajo hace libre. Lo siento, señor Baztarrika, la asociación de ideas la ha provocado usted, no este lector. Y si algo hay inoportuno en esto, es asociar euskera y libertad, precisamente cuando se habla de censos de euscaldunas activos, y hasta la Universidad del País Vasco tiene diseñado un emblema para marcar al personal vascohablante, al mismo tiempo que anuncia la implantación del euskera como lengua primaria en la vida académica.

El vascuence tendrá sus ventajas e inconvenientes, como el castellano u otra lengua cualquiera, y como tal hay que venderlo; no como prenda de libertad o garantía de convivencia. Después de todo, tampoco quita las verrugas, ni es afrodisíaco de amplio espectro.

La burbuja del euskera

Patxi Baztarrika es un asiduo de este blog. Desde un primer comentario (21 febrero 2009), pero sobre todo a propósito de su libro ‘Babel o barbarie’ (20 abril8 mayo 2010), más alguna mención de pasada. Asiduo, pues, no como lector –pues de seguro que ni sabe que existo–, sino como paradigma de un modo especialmente odioso de hinchar la burbuja del euskera.

Todo el mundo sabe que sin dinero de por medio el vascuence no da de sí, y esa es la burbuja que hay que fomentar. Luego vendrá el tío que te entra por derecho: «Esta es Vizcaya, y a quien no le guste, que se vaya». Euskera por narices, luego inglés, y el español o castellano aquí como el chino o el suahili. Eso es hablar claro (en castellano, por supuesto, no irán ustedes a imaginar). Otros en cambio son tan listos que se pasan.

El truco de los listos, como el de todo timador, es interesar al primo y asociarle al negocio de inflar la burbuja eusquérica. ¿Pero cómo, si eso va en contra suya? Haciéndole creer que él ya posee otra burbuja muchísimo mayor, injustamente mayor, como es evidentemente la burbuja del castellano, que no deja vivir a la burbujita débil. Y para compensar la injusticia tiene que ser generoso soplando él también la burbujita del euskera, que es un bien de todos.

¿A cambio de qué? De nada, para ser exactos. De nada sirve al castellano corriente que haya personas hablando y escribiendo vascuence a la perfección, no digo ya si lo hacen mal. Ni tan siquiera le es de gran ayuda saber que cierto número de grandes escritores se han realizado en esa lengua. El genio sopla donde quiere, y en todo caso esos mismos artífices de la palabra lo son también en castellano, incluso traductores de sí mismos, vaya usted a saber en  qué lengua pensaron su literatura.

Por otra parte, tampoco los euscaldunas se enriquecen tanto (hablo de lo espiritual) con el boom lingüístico. La generación presente, la de la ‘Ley del Euskera’, ha producido ella sola un millón, diez millones, cien millones de veces más vascuence escrito que toda la etapa anterior, desde las Glosas Emilianenses, o desde la invención de la escritura. La producción es imparable, lo mismo que el chorro dinerario que la mueve. Pues bien, de esa ya inmensa literatura, la «inmensa parte» (por decirlo en expresión del Plan Estratégico de la Universidad vasca) pertenece al género Boletín Oficial y afines, monserga política y consumibles TV o fiestas populares.

El eslogan nazi era odioso por su cinismo. ¿Y el de Baztarrika? Leamos:

«¿Alguien cree honestamente que el avance del euskera en la CAV hubiese sido posible sin la adhesión de la ciudadanía, sin una política lingüística proactiva y sin un amplio consenso político?»

Lo que más tenía que joder a los judíos era que sus verdugos les presentaran el campo de exterminio como liberación. Aquí no es para tanto, hasta ahora. Pero al maqueto también le fastidia lo suyo cargar con un trasto tan inútil para él como es el euskera.  Por tanto, la argucia consiste en repetir, hasta que la gente se lo trague, que aquí no hay imposición que valga, porque todo este logro de una generación euscaldunizada en masa –un caso en la Historia de la Cultura democrática sólo comparable a la hebraización de Israel– ha sido efecto combinado de un gran mandato social, un gran consenso político y una enorme generosidad de todos. ¿Imposición? En Israel nadie la pone en duda. Aquí se niega (los demócratas, los que más), porque es vergonzante reconocer que nuestra política lingüística no tiene más función que sustentar la burbuja económica de la lengua propia, y mediante ésta hacer la construcción nacional.

Imposición, fea palabra. Busquemos otra para describir el avance prodigioso del euskera en estos 30 años. ¿Qué tal, milagro? Porque nadie, ni los más optimistas patriotas se imaginaron semejante bonanza. Pasta gansa como el maná para la impo…, perdón, para la euscaldunización. Euscaldumberris caídos del cielo como las codornices de la Biblia. El hundimiento de los muros de Jericó –los modelos A y B de enseñanza– al son trompetero del modelo D, la inmersión lingüística.

‘Milagro’ es más eufónico que imposición. Es además lo más creíble. Con lo difícil y raro que es llegar a acuerdos incluso en cosas de mucha más entidad, y aquí todos a una pidiendo que caiga el euskera sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Euskera über alles!

Que esa es otra. Don Patxi se enfada porque, según él, se ha «contrapuesto de forma absurda el conocimiento de las dos lenguas oficiales con la profesionalidad y calidad del servicio público». De absurdo, nada. Tal como se puntúa –sea mucho, sea poco–, eso es lo que hay, habas contadas. Podría arreglarse volviendo las pruebas del revés: evaluando primero la competencia profesional, y a partir de ahí, a igualdad rigurosa de méritos, añadir el perfil lingüístico. Lo que es absurdo y cínico es pedir un acto de fe en la ciencia infusa del vascoparlante por el hecho de serlo.

«El euskera necesita [sic] hablantes y usuarios… La sostenibilidad requiere que los erdaldunes [los que no saben vasco] den pasos hacia el euskera y que los bilingües lo utilicen –he ahí el papel de la persuasión, la voluntad y la adhesión… » ¿Pero no quedábamos en que todo el mundo está persuadido, adherido, decidido? Pues va a ser que menos, porque –prosigue Baztarrika– la misma ‘sostenibilidad del aumento del euskera en las próximas décadas’ (sic) requiere «que los poderes públicos contribuyan a prestigiarlo promoviendo su uso en todos los ámbitos –formales e informales– y garantizando su uso fuera de casa.» Vamos, que si la gente, en vez de tan afecta a nuestra amada lengua propia, fuese díscola, remolona y obstinada en su monolingüismo erdaldún,  habría que tomar medidas más drásticas y bildustánicas, más o menos como diz que se hacía (en sentido contrario, por supuesto, y con mala idea) bajo el franquismo.

Vamos, que la sociedad vasca está hipotecada hasta Dios sabe cuando. O visto desde el ángulo optimista, hay burbuja del euskera para largo.

belosticalle.blogspot.com.es, 2/7/12