A cambiar la historia

MANUEL MONTERO, EL CORREO 22/06/13

Manuel Montero
Manuel Montero

· Tiene un aire clásico, de déjà vu. De forma abrupta llega el debate del Concierto Económico y lo llenan las evocaciones históricas. Conforme a nuestras tradiciones polemistas se carga de interpretaciones del pasado, como si lo importante no consistiese en lo que es o debe ser, sino lo que fue o lo que ojalá hubiese sido.

La entrada en materia del presidente del EBB, por lo general hombre mesurado, es de las que hacen época. Ha estado sembrado. De una tacada ha usado historicismos demodés, creado dos nuevos conceptos nunca oídos (el Concierto como pacto entre iguales y como «soldadura Euskadi-Estado») y reciclado un argumento tradicional. Un rapto de creatividad «histórica».

A lo mejor Navarro, del PSC, hubiese estado mejor calladito, pues no le tocaba, pero no tiene desperdicio la forma en que Ortuzar lo ha despachado: «Es de alguien que no ha hecho los mínimos deberes de saber, en la historia, cuál es el origen del Concierto Económico». Pues sorprende que un nacionalista vasco tampoco haya hecho tales deberes. Dice que el Concierto Económico es «una mínima parte de la devolución de la soberanía originaria de los Fueros vascos». Pues no: conviene distinguir la versión politizada del pasado y el pasado. Esa interpretación la encontramos en la doctrina del PNV: es ideología, no historia. ¿«Devolución de la soberanía originaria de los Fueros vascos»? La idea de que éstos representaron la «soberanía originaria» es una elaboración doctrinal nacionalista sin base histórica (y uso anacrónico de conceptos actuales).

Tampoco puede sostenerse que los Conciertos fuesen devolución de alguna soberanía de referencia foral. No hubo tal. Nacieron el 28 de febrero de 1878, por un decreto del denostado Cánovas, que fue su principal mentor. El 21 de julio de 1876 habían sido abolidos los fueros de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. El entonces presidente del Gobierno quiso satisfacer así a los liberales vascos, que habían combatido a los carlistas y se habían opuesto a la abolición foral. Pero los Conciertos no mantuvieron parte de la foralidad, sino que crearon un nuevo sistema. Permitieron a las Diputaciones vascas una autonomía económica y administrativa mucho mayor que los fueros, pero muy distinta, por lo que no pueden considerarse su supervivencia. Y los reguló un decreto, ni siquiera una ley, lo mínimo para «devolver» soberanías.

Los Conciertos fueron una institución creada por el régimen liberal, no una tradición secular. Otra cuestión es que se justificara por la abolición y que los fueristas los legitimaran después con apelaciones a la tradición foral no del todo justificadas.

El presidente del EBB presenta los Conciertos como producto de «un pacto entre iguales»: la idea es totalmente nueva, nunca se había enunciado. El Concierto no nació de ningún acuerdo, no hubo negociación alguna. En su versión histórica se defendió el Concierto como sucedáneo de un derecho histórico, por su eficacia, y por el apoyo social que alcanzó. Nunca como un pacto, pues a todas luces no lo era y nunca los liberales (o los nacionalistas, en su momento) lo pretendieron. Les hubiera concedido una entidad que no encajaba con las reivindicaciones fueristas.

Tampoco en la Transición, cuando fueron restaurados los de Vizcaya y Guipúzcoa, fueron objeto de una negociación cuyo resultado se presentara como un pacto entre iguales, mucho menos como el punto clave de la inserción del País Vasco en España. «La única soldadura entre Euskadi y el Estado español es el Concierto»: esta idea de Ortuzar es también nueva. Incluso revolucionaria, en términos históricos, no sólo políticos. Jamás la había expresado nadie, ni siquiera el PNV, que en su momento (y después hasta este junio de 2013) presentó la recuperación del Concierto como la de un derecho histórico: jamás como fruto de un pacto, mucho menos como ‘la soldadura’ Euskadi-Estado.

Habrá que reescribir la historia. Entre nosotros el pasado es imprevisible. Cambia.

La afirmación más interesante de Ortuzar es la de que roto el Concierto, los vascos quedaremos en libertad para buscar nuestro camino. «Si se rompe, estamos libres». Esto no es nuevo, sólo su aplicación.

Retoma un mecanismo argumental característico del PNV, que suele presentar sus grandes reivindicaciones no como consecuencia de una voluntad rupturista sino como respuesta a incumplimientos de la otra parte. Desde este punto de vista la legitimidad soberanista reside en que España no cumple sus acuerdos con los vascos, lo que les libera de sus compromisos. Que tales pactos sean imaginarios no cuenta a este respecto.

Era el esquema de Sabino Arana. Reivindicaba la independencia asegurando que España había roto un presunto pacto foral, cuyo origen no documentado se pierde en la noche de los tiempos míticos, como buen axioma ideológico. La traición antiforal legitimaría la independencia.

Esta argumentación básica se ha repetido sucesivas veces. Hacia 1997, ayer, los reclamos soberanistas aseguraban que la otra parte, España, no cumplía con el «pacto estatutario», por lo que cabía echarse al monte. ¿Ahora este papel corresponde al Concierto? De nuevo la ruptura sería una responsabilidad ajena.

El mecanismo legitima con la historia cualquier iniciativa drástica, pero dificulta el debate político. El Estatuto, el Concierto, lo mismo que los fueros, quedan definidos doctrinalmente y sacralizados como pactos imaginarios entre iguales. Así concebido, el ‘pacto’ sirve para justificar rupturas.

Nunca hay noticias de lo contrario, de que se argumente que se cumplen acuerdos, por lo que se acaban las aventuras.

MANUEL MONTERO, EL CORREO 22/06/13