A quien corresponda

Al parecer, todo lo que ha dicho el nacionalismo hasta ahora, que ETA era manifestación del conflicto político vasco con España, lo hemos soñado los demás. Ahora, la condena de ETA debe ser ética, no política. Nos están preparando el triunfo de ETA sin violencia. Eso es lo que hay en la reflexión de Batasuna, en lo que está de acuerdo el conjunto del nacionalismo.

El cambio político en Euskadi ha venido acompañado, gracias a la actuación de todos los poderes del Estado de Derecho, por la proximidad de la derrota de ETA, una derrota hecha posible, entre otras razones, por haber impedido que quienes no condenan la violencia de ETA como Batasuna puedan participar en las instituciones democráticas.

Esta coincidencia hace que no podamos relajarnos. La victoria de la democracia sobre ETA/Batasuna hay que pelearla hasta el final. Porque ETA y Batasuna no descansan. Estarán derrotados, pero no se dan por vencidos. En estos sus momentos más difíciles y complicados, tanto en la lucha terrorista como en la actuación política, ETA y Batasuna están intentando escenificar su derrota como victoria. Y no sólo escenificar, sino transformar la derrota en victoria.

La transformación discurre por el camino de siempre, por las vías que siempre han seguido. La primera de ellas es dirigir el debate político. ETA y Batasuna han conseguido, una vez más, tener ocupados al resto de partidos con lo que sucede en sus filas: la reflexión en ETA, si ésta va en paralelo, o por vías distintas a la de Batasuna, si la reflexión de esta última es autónoma de ETA y hasta qué punto, si Batasuna va a condenar la violencia y cómo, si Batasuna va a dar o no el paso de romper definitivamente con ETA, si ETA va a declarar o no una tregua indefinida y lo que quieren decir con ello.

Con todo ello, y ésta es la segunda vía, nos trasladan la responsabilidad a nosotros: ETA es incapaz de desaparecer e igual proclama una tregua, pero Batasuna nos dice que tenemos que entenderlo como renuncia definitiva. Ésta, en sus reflexiones, no llega a decir lo que esperamos, pero ya han involucrado a facilitadores internacionales para que nos digan que somos nosotros los que tenemos que poner la capacidad de interpretación para llenar el agujero grande que dejan ellos al no decir lo que tienen que decir. Ahora le toca al Estado. Incluso preclaros socialistas le piden al lehendakari que sea más activo en la interpretación de lo que quiere decir Batasuna.

Pero lo más grave viene en las siguientes vías. Nos ofrecen el caramelo de que van a apostar por vías exclusivamente políticas. En el futuro. De ahora en adelante. Adobado con la presuntamente democrática frase de que en democracia se puede defender cualquier proyecto político siempre que se haga con medios pacíficos. Lo que nos están pidiendo, sin embargo, es que no les pidamos que condenen la historia de terror de ETA. Eso queda para los Estados, como Gran Bretaña, que sí que tiene que condenar la actuación de sus militares en el Domingo Sangriento de Londonderry. Pero ellos no van a condenar la historia de terror de ETA. Nunca.

No sé si nos damos cuenta de que con ello nos están pidiendo que aceptemos que los 857 asesinados por ETA están bien asesinados. Además lo han puesto por escrito: ahora pueden apostar por las vías exclusivamente políticas gracias a los frutos que ha dado la lucha armada.

Ante esto no podemos quedarnos con la reflexión que se escucha a algunos: ¿Cómo van a desdecirse de todo lo que han dicho y hecho hasta ahora, cómo van a renunciar a su historia? Es que necesitan su propia narrativa. Claro. Pero esa narrativa no tiene sitio en la democracia. Se trata de una narrativa en la que cabe decir, en el futuro, que han variado las circunstancias y que la lucha armada vuelve a ser necesaria. Se trata de una narrativa que afirma que hasta ahora no ha habido democracia en España. Y que por eso era legítimo matar. No podemos, aunque sea sólo en nombre de las víctimas asesinadas, de su memoria, de su dignidad y de la justicia que les debemos, admitir nada de todo esto.

La cuarta vía, de sobra conocida, es la que se acaba de indicar: en España, en la Euskadi estatutaria, no ha habido democracia, no se produjo transición alguna a la democracia. Ésta llegará, no se cansa de repetir Brian Currin, uno de los facilitadores internacionales, cuando el Estado cumpla con su responsabilidad y entienda bien lo que reflexiona Batasuna, y, en consecuencia, permita que se presente a las elecciones y así obtenga representación institucional. Todos los demás, los que desde la muerte de Franco apostaron por la transición, la reforma y la democracia, son hijos ilegítimos, bastardos de la democracia. Los verdaderos son ellos, ETA y Batasuna.

Por eso en el plan de convivencia para las escuelas vascas no se puede mentar el marco constitucional, pero sí hay que incluir -exigencia del PNV- que existe el derecho a enseñar proyectos políticos alternativos, se supone que al marco constitucional, al Estatuto y a la democracia. ¿Cómo se compadece esto con la memoria de las víctimas asesinadas y con la presencia de las víctimas familiares en su nombre en las escuelas?

La quinta vía de argumentación es la que afirma que ETA nunca ha tenido proyecto político. Ha matado porque sí. Porque se le ha ocurrido. Todo lo que ha dicho ETA, y lo que han dicho todos los nacionalistas hasta ahora, que ETA y su violencia eran manifestación del conflicto político vasco con España, no era verdad al parecer, lo hemos soñado los demás. La condena de ETA debe ser ética, no política. En democracia se puede defender cualquier proyecto político: también el de ETA, pero sin ETA. Aunque no acepte el pluralismo de la sociedad vasca y niegue la libertad ciudadana.

En éstas estamos: nos están preparando el triunfo de ETA sin violencia, sin condenar la historia de terror de ETA, haciéndonos creer que no ha habido ni hay democracia, que ésta sólo vendrá cuando ellos materialicen los derechos del pueblo vasco, la autodeterminación y la territorialidad, negando pluralismo y libertad. Eso es lo que se encierra en la reflexión de Batasuna. Eso es en lo que está de acuerdo el conjunto del nacionalismo.

Siguen pretendiendo cobrar un precio político, definir de forma exclusivamente nacionalista la sociedad vasca, porque ETA puede dejar de matar. Aunque no lo sepamos seguro. Es la transformación de la derrota de ETA en la victoria de su proyecto político.

Joseba Arregi, EL DIARIO VASCO, 24/6/2010