Abascal y el PP

ABC 03/12/13
JUAN CARLOS GIRAUTA

· El PP estaba cargado de legitimidad para salir a la calle con las víctimas, cosa que hizo hasta siete veces bajo los mandatos de Zapatero

Cuando Santiago Abascal y su partido de tantos años se vuelven incompatibles, el problema lo tiene el partido, no él. Todos sabemos que es así. Como sabemos que el presidente de la Fundación DENAES no se arredra. Si no lo ha hecho ante los terroristas que le quemaron los negocios familiares, mucho menos iba a hacerlo ante las evidencias de que la formación a la que ha consagrado su vida adulta lo consideraba incómodo, ante ese típico mensaje sectario de los partidos políticos que consiste en ir sacándote de la pista. Sólo que Abascal no estaba compitiendo en ninguna carrera que no fuera la de vencer al terrorismo separatista en todos los frentes, incluyendo el que hoy nos queda: el del amparo a las víctimas y la construcción de sentido.
Desde su asistencia a clase con escolta cuando estudiaba, hasta su reciente carta pública a Mariano Rajoy despidiéndose del PP, la militancia ha significado para este bilbaíno de una pieza algo muy importante: el compromiso con unos valores cívicos en el entorno más difícil que uno pueda imaginar. Conozco a Santiago y sé que de esos valores no se ha movido. ¿Quién lo ha hecho pues
Porque sigue donde estaba, ahora llama como presidente de DENAES a un acto masivo en la plaza de la República Dominicana de Madrid. Y para que puedan caber todos los que están con las víctimas, renuncia a los lemas y a los partidos convocantes. La asistencia a la concentración, que coincidirá con el día de la Constitución, no presupone pues más que lo dicho, y no exige compartir matices sobre el resto de asuntos relacionados con la situación española posterior a la sentencia del TEDH ni implica una posición más o menos contraria al gobierno de la nación.
Así que, de ser ciertas las informaciones sobre una división interna en el PP en cuanto a la conveniencia de asistir al acto, no será porque quien convoca pretenda torpedear a nadie, sino porque, desgraciadamente, el partido en el gobierno –o más bien una parte de sus dirigentes– temen exponerse en la calle ante las víctimas. Y eso es una catástrofe para unas siglas perseguidas con saña por la ETA. Aparecer en sus listas municipales les costó la vida a personas ejemplares que murieron por la libertad de todos nosotros, al igual que tantos socialistas asesinados. A la adscripción a sus siglas ha acompañado el riesgo muy real de caer bajo los disparos de los terroristas.
Siendo presidente del Gobierno, el fundador del PP colocó a las víctimas en el lugar de reconocimiento que merecían y que se les había negado, mientras luchaba con éxito contra el terrorismo etarra sin salirse de los límites de la ley por exceso o por defecto, una excepción en la historia del contraterrorismo español contemporáneo. Por todas estas razones, el PP estaba cargado de legitimidad para salir a la calle con las víctimas, cosa que hizo hasta siete veces bajo los mandatos de Zapatero, llegando a formar la manifestación más nutrida que se recuerda en España, y permitiendo a Rajoy pronunciar las más terribles palabras acusatorias contra el presidente socialista. Es asombroso, y es tristísimo, que hoy el PP tema concentrarse en público junto a las víctimas de ETA.
Solo existe una forma de sortear ese triste destino que sitúa a Rajoy en la historia como un continuador de Zapatero y no de Aznar: que el PP recuerde quién es y reafirme sus principios definitorios. También: que se arme de valor y ocupe el lugar que le corresponde a un partido con su hoja de servicios.