Acepción de personas

ABC 15/11/14
IGNACIO CAMACHO

· Duros con las espigas, blandos con las espuelas. Los partidos recitan el discurso regeneracionista con lengua de trapo

SE han arrugado. No es lo mismo fulminar a un alcalde de Parla o a un diputadito de Teruel que despedir a un presidente de Extremadura o a dos ex de Andalucía. Hay cargos, carguetes y altos cargos, y hay pajaritos y gerifaltes. Acepción de personas se llamaba en el antiguo catecismo. Los partidos, que son organizaciones de nomenclatura, tienen muy presente el valor simbólico de las jerarquías. Resulta muy fácil atizarle un estacazo a un monterilla con las manos largas para presumir de implacable pero darle boleto a un dignatario en entredicho son palabras mayores… que obligan a envainarse las menores.

Y eso es lo que les ha pasado esta semana tanto al PP como al PSOE, para regocijo del podemismo rampante: que les han faltado agallas a la hora de ser coherentes con sus altisonantes discursos regeneracionistas. Se ponen duros con las espigas y blandos con las espuelas. El partido del Gobierno ha atropellado sin matices a un parlamentario que viajaba a cuenta del pase oficial a la casa de la mujer con la que convivía, es decir, a su propio domicilio, pero se le han aflojado las piernas para reprocharle al presidente Monago sus contradictorias explicaciones sobre idéntica conducta. No solo eso sino que el mismísimo Rajoy se abrazó al hombre equivocado. La razón es que Teruel existe pero pesa poco y Extremadura es una autonomía en la que se ventila el poder a cara de perro. Pelillos a la mar… océana, o al Guadiana que ya los arrastrará corriente abajo.

Y en la acera de enfrente ha cundido el tembleque solo de imaginar a Chaves y Griñán entrando –juntos, a su pesar– por la puerta del Supremo. Esos no son ediles de pueblo sino próceres de patanegra, profetas del Antiguo Testamento. Don Pedro el Justiciero y doña Susana se han tentado la ropa con casuismos muy alambicados sobre la presunción de inocencia que le negaron al exministro Virgilio Zapatero, que fue gente en el gonzalismo pero ahora solo es un catedrático jubilado. Los dos expresidentes andaluces lo fueron también del PSOE y su expulsión sumaria equivaldría a arrancarle unos pétalos a la rosa del escudo. O a mellar el yunque de Pablo Iglesias el Viejo, que el joven se está partiendo de risa en los recitales de Javier Krahe, «Cuervo ingenuo», el que le cantaba a Felipe aquello de «hombre blanco hablar con lengua de serpiente». Sánchez y Díaz hablan sobre la corrupción con lengua de trapo y sus balbuceos le están engordando la bolsa de votos a los coletudos, que ni en sus más estimulantes fantasías podían haber soñado hasta qué punto la realidad iba a adaptarse a su creativo discurso de «la casta».

Y eso es lo malo. Que los dos grandes partidos de la democracia aún no se han acabado de dar cuenta de lo comprometida que está su hegemonía social y política. O tal vez que aunque lo sepan no puedan reaccionar porque están bloqueados por el peso de sus propias inercias.