Álava

El curioso encaje de bolillos que los socialistas han improvisado en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra aumenta la confusión producida por el errático «proceso de paz», y sus beneficios irán, una vez más, a engrosar la cuenta de Batasuna-ETA.

LA Diputación Foral de Álava será regida durante los cuatro próximos años por el PNV, EA y Aralar, las mismas fuerzas políticas que forman Nafarroa Bai. Esta coalición, que en Álava es ya de gobierno, constituye una versión reducida del frente nacionalista que nació hace nueve años del pacto de Estella. Se excluyen de la misma dos ingredientes fundacionales: IU y Batasuna. La primera, por no poseer un carácter inequívocamente abertzale; la segunda, por razones obvias. Entre la coalición gobernante en la Diputación alavesa y Nafarroa Bai existe, no obstante, una diferencia importante. En la primera, domina abrumadoramente el PNV, que controla la presidencia y diez de los trece departamentos. La relación de fuerzas se invierte en el seno de Nafarroa Bai, donde el PNV se encuentra en minoría.

La posición del PNV no es cómoda en ninguno de los dos casos. En Álava, como en la Comunidad Autónoma Vasca en su conjunto, será presionado por EA para llevar a cabo la consulta popular -es decir, el referéndum de autodeterminación apenas encubierto- que el partido de Begoña Errazti llevó en su programa a las elecciones autonómicas y que Imaz se resiste a plantear, por motivos pragmáticos. En Navarra, el nacionalismo navarro-céntrico dominante en la coalición abertzale cuestiona la hegemonía tradicional del PNV, cuya fuerza electoral reside en Vizcaya y Guipúzcoa. El navarro-centrismo, en cambio, no sólo es un componente básico del nacionalismo de Aralar, sino una tendencia irrefrenable en el de EA y Batasuna.

Ni en Álava ni en Navarra ha obtenido el nacionalismo mayoría en las pasadas elecciones. En Álava fue el PP el partido más votado; en Navarra, UPN. Tanto la coalición abertzale en Álava como UPN en Navarra se enfrentarán con serios problemas de gobernabilidad si no cuentan con el apoyo de los socialistas. Pero, en Navarra, al socialista Puras parece interesarle más una política de río revuelto que cualquier compromiso responsable con el futuro gobierno de Miguel Sanz. En Álava, lo previsible es que la situación favorezca a un PSE que sólo dará su apoyo al nuevo diputado general, Xabier Aguirre, a condición de que el PNV se comprometa a refrenar el maximalismo programático de EA. No parece difícil obtener tal compromiso, pero tampoco probable que las exigencias del PSE se detengan ahí, y el PNV -tercera fuerza política de Álava, detrás de los socialistas- deberá ceder a las mismas si pretende mantenerse en la Diputación. Esto acelerará el ya visible desgaste del PNV y favorecerá a las tendencias nacionalistas más radicales, como tendremos ocasión de comprobar en las elecciones legislativas.

El curioso encaje de bolillos que los socialistas han improvisado en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra, con el fin de evitar cualquier alianza que se asemeje a una reedición de la alternativa constitucionalista, aumenta la confusión producida por el errático «proceso de paz», y sus beneficios irán, una vez más, a engrosar la cuenta de Batasuna-ETA. Sobre todo, porque la radicalización de EA y Aralar se manifestará inevitablemente en un apoyo a las reclamaciones de ANV -o sea, de Batasuna-, convirtiendo la administración local en escenario privilegiado del acoso abertzale a la legalidad. Una coalición UPN-PSN, en Navarra, y un pacto de gobernabilidad del PSE con el PP en Álava habrían permitido afrontar esta perspectiva con bastante holgura, fortaleciendo, de paso, el viraje pragmático de Imaz (no es que me entusiasme, pero menos da una piedra). En definitiva, se habría comenzado a atisbar alguna esperanza de encarrilar la política vasca hacia la normalización democrática y frenar el ascenso del nacionalismo en Navarra. Por el contrario, Puras ha dejado claro que el gobierno de UPN estará solo ante la ofensiva nacionalista. A su vez, en la Comunidad Autónoma Vasca, los socialistas han permitido la formación de una Diputación abertzale en la que las mayorías electorales alavesas no tienen representación alguna, que gobernará contra el sentir de la población y ha dado alas incluso al sector más levantisco del PNV. No por casualidad ha montado éste su «guerra de las banderas» en Arcaute. Es decir, en el riñón de Álava.

JON JUARISTI, ABC, 5/8/2007