Amnistiados

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 18/02/13

· Los hermanos Pujol tienen una rara habilidad en matarlas callando. Fíjense ustedes en el lío que se montó en la Audiencia Nacional y el Congreso de los Diputados la semana anterior por cuántos imputados en Gürtel se habían beneficiado de la amnistía fiscal. El ministro Montoro apuntó que el parto de los montes fue un ratón. Sólo uno de los 21: el constructor Fernando Martín, y la cantidad regularizada fue de 3.420 euros, por la que hubo de ingresar en las arcas de Hacienda una cuota líquida de 342 euros.

Mientras, el benjamín de los Dalton catalanes, Oleguer, se acogió a la amnistía para regularizar una cantidad mil veces mayor, 3,1 millones, por los que pagó a Hacienda 310.000 euros. «Un mero contable» se consideraba el joven Oleguer respecto a los bienes ajenos. ¿Qué otra cosa era Bárcenas en los dineros del PP? Un contable, el que hace las cuentas.

Todos los hermanos eran valientes, aunque cada uno tenía su especialidad. Jordi Pujol jr. era, según su ex novia, Victoria Álvarez, el que sacaba la pasta fuera. Oriol, el tercero, estaba destinado a hacerse cargo de las cosas de la casa, vale decir nuestro hombre en la Generalitat.

Luego estaba el segundo, que regularizó dos millones, escaqueados previamente a Hacienda. Josep Pujol era el que, en las conversaciones de La Camarga, era tildado por la novia de su hermano de pichaloca, según la primera entrega de la conversación grabada con Sánchez Camacho.

No insistiré por ahí. Por lo de la picha loca, quiero decir. Por una parte, todas lo son. En segundo lugar, es muy difícil profesionalizarse en eso. Mucho más que evadir capitales o cobrar comisiones. Por último, la cita con la presidenta de los populares catalanes fue una cosa a medio camino entre el almuerzo de negocios entre dos mujeres adultas y un pijama party. La épica siempre está entreverada con el lenguaje de la vida cotidiana, ya lo planteaba Tarantino al comienzo de Pulp Fiction.

Jules Winfield y Vincent Vega charlan de esos asuntos mientras esperan la hora de atocinar a cuatro chavales traviesos. Y hablan de lo raros que son los franceses, que le llaman royale con queso a lo que todo el mundo sabe que es cuarto de libra con queso. «Es por el sistema métrico decimal», apunta Vega. Y discuten asuntos morales profundos, como si hizo bien Marcellus Wallace en tirar al negro Antoine por una ventana de un cuarto piso por haberle masajeado los pies a su nueva esposa.

Así está el tema en el oasis en el que se batieron todos los récords el día en que espiaron a Felip Puig, ese fenómeno. Se puede entender que un consejero de Interior espíe a su presidente, que le pregunten a Garaiko, pero que un partido espíe a su conseller de Interior, por medio de la Policía que tiene a su mando es la apoteosis de la incompetencia, nunca se había visto.

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 18/02/13