Aventuras de Tasio

Las aventuras que corre en su pueblo (que no es nacionalista, pero a este paso pronto lo será)

Era un presioso día de mayo, por la mañana. Me asercaba a la borda, cargado con los cacharros, pues tenía buena labor por haser. De rrrepente, en mitad del camino, tuve una sensasión �muy fuerrte, oyes� en los pechos. ¿Qué era aquello? No lograba saber. Desde entonses no hubo mañana que no sufriera aquella desasón trrrrrremenda. ¿Sería que las témporas anunsiaban graniso y aguaseros? ¿Serían los prresios del gasoil o de los abonos, que no se están quietos ni pa tomal pol culo? ¿Sería que no había vendido todo el queso de
oveja? ¿Sería que los chavales no iban bien en la ikastola? ¿Sería el último crristo con la Maite?

Una tarde, en la taberna, le conté mis susedidos al Serafín, que es de los nuestros, y me dijo:

�Lo que a tí te susede es que has comensado a ver la �argia�, porque eres uno de los «elegidos» de nuestro pueblo.

�¡Cagüenlahostia! ¿Y qué es eso, pues? �repliqué.

�Mira, yo explicarte no sé, pero te voy a desir quién te puede ayudar. Tienes que ver a un experto en Historia que te haga partisipar del «gran conosimiento». Será entonses cuando comprrendas ese gran malestar en el alma.

Serafín me apuntó el nombre y la dirección del historiador, Iñaki Perurena, y fui a verle a su despacho. Iñaki estuvo dos horas �¡mi madre!� explicándome el largo calvario de nuestrrro pueblo. Como los judíos del Éxodo éramos, pues: un pueblo elegido, al que la historia había sacudido una y otra ves.

�¿No pensarás� me dijo Iñaki� que Moisés tenía el pelo blanco, como el aita Arsallus, por casualidad? Son historias paralelas, Tasio. ¿No te das cuenta? ¿Y cuando el aita acompañó a Atucha a los jusgados españoles? ¿Recuerdas aquel gesto con el paraguas, paresido al de Moisés cuando se disponía a abrir las aguas del Mar Muerto? ¿Qué más pruebas nesesitas, Tasio?� me preguntaba Iñaki con sonrisa de angelote.

De esta manera, poco a poco Iñaki me hiso una serie de revelasiones prrrofundas. Cuando acabó la entrevista, yo ya conosía la «gran verdad». Aquel crónico sinvivir que yo venía padesiendo, aquel sufrrimiento del alma se debía a que… a que yo no era �me estremesco y la carne de pollo se me pone al recordar la fuente de mis males�; yo no era �¿entendéis?�, y como yo no era, pos no podía desidir. Esta revelasión, que probablemente no podréis entender a la primera, porque sois unos maketomierdas, tiene más sustansia de lo que parece.

Como yo ya era un inisiado, lo primero que advertí fue que habíamos sido, en el pueblo, unos inconsientes. Corrí a convocar a los vesinos del pueblo y les dije:

�Hermanos de rasa y emigrantes, por fin he comprendido las palabras del lehendakari.

�¿Lo de �qué hay de malo en ello�?� preguntó el Fermín.

�No, lo de �los vasscoss y las vasscass�� se escojonó el Juan Mari.

�¡Os equivocáis� repliqué�, lo que ocurre es que como no podeis desidir, pues no podeis ser, idiotas!

�¿No podemos ser idiotas?� vuelve a preguntar el Juan Mari.

�Está clarísimo� ignoré al joputa del Juan Mari�. ¿Por qué andan el Pello y la Maritxu siempre a la greña? Porque no son para desidir si quieren o no quieren autodeterminarse. ¿No notáis que llevamos �el conflisto� en nuestro corasón desde tiempos inmemoriales, y que no nos deja vivir? ¿Todos vosotros, idiotas, más que idiotas, necesitáis autodeterminaros y ni siquiera os habéis dado cuenta! ¿Véis lo idiotas que sois?

Los vesinos se miraban entre ellos con cara de acontesidos.

�¿En qué quedamos �volvió a la carga el Juan Mari� en que no podemos ser
para decidir, o no podemos decidir para ser?

Un frrío me subió por el espinazo. Aquella prregunta malévola, ejemplo de la
proverbial maldad española, me pilló con el culo al aire. Ya me había
advertido Iñaki que mi nueva fe sufriría embestidas por parte de falsos
sientíficos antipatriotas.

�Tú eres un españolaso cabrón �le dije a Juan Mari�. He traído unos
rasonamientos claros y sensillos, para que nadie tuviera ninguna duda. Pero
claro, tenías que venir tú a tocar los cojones…

�¡Pues explica mejor, hostias!� respondió Juan Mari.

�Mirad, pandilla memos. Me voy unos días a unos cursillos. A mi vuelta
hablaremos, y veremos si sois para comerme la moral. Hoy porque me pilláis
cansao…

Christopher, 27//2004