Aviso a navegantes

VICTORIA PREGO, EL MUNDO 20/01/13

· Mariano Rajoy y Dolores de Cospedal se repartieron ayer el trabajo con bastante astucia y con no malos resultados. En la clausura de la Intermunicipal de su partido, el presidente del PP optó por desactivar el dramatismo de la expectativa que se había creado en torno a su intervención y no hizo la menor alusión a ninguna investigación interna, que era lo que se le venía reclamando insistentemente desde que estalló la noticia de los sobresueldos en dinero negro de algunos altos cargos del Partido Popular. Rajoy dijo otras cosas que tienen su interés y que ahora revisaremos. Pero del asunto clave, del examen punto por punto de lo que se había pagado y cobrado dentro del PP, el presidente no dijo ni una palabra. Aparentemente, había decidido no hacer caso del escándalo desatado y pensaba seguir mirando para otro lado. Pero no.

Horas más tarde, era Cospedal quien se encargaba de asumir públicamente ese compromiso. Lo hizo cuando se había clausurado ya el cónclave de Almería y una vez que la atención se había desviado de la intervención del líder. Lo hizo desde Lugo, donde se inauguraba el Congreso del PP de Galicia que va a renovar el mandato de Nuñez Feijóo, el delfín político más apreciado por la dirección.

La secretaria general del PP se cuidó muy mucho de hablar abiertamente de abrir una investigación interna, Y, aunque ése fue exactamente su compromiso, eligió una fórmula menos puntiaguda: «Vamos a tener que revisar otra vez toda la gestión que hemos hecho para enseñarla con las manos limpias a todos los españoles». Pero esa revisión, también lo anunció ella, va a incluir la época en la que el ex tesorero Luis Bárcenas reinaba sobre las cuentas. A eso se le puede describir como se quiera pero eso se llama una investigación interna. Interna y privada, no pública.

De ese modo, Cospedal -y también Rajoy, aunque quiso hacer como que no estaba en el asunto- consiguieron salir del paso sin desmentir las informaciones publicadas por EL MUNDO aunque tampoco las asumieran públicamente por completo. Al mismo tiempo, se aseguraron de que no se pueda acusar a la dirección del partido de intentar tapar de mala manera los agujeros negros de una contabilidad objeto de todas las sospechas. Y ahora fíjense en el detalle de la frase siguiente, formulada por Cospedal: «Este partido y la mayoría de sus militantes y cargos no tienen nada que ocultar». Como esta señora no es ninguna ingenua y sabe que está abordando un asunto sumamente delicado y de la máxima trascendencia, hace saber que acepta de entrada que algunos miembros del PP sí que pueden tener algo que ocultar. Por eso precisa que «la mayoría» no lo tiene.

Y si a esto le añadimos algo de lo dicho ayer por Rajoy en Almería, tendremos un cuadro aproximado de cuál va a ser de aquí en adelante la estrategia del PP sobre este gravísimo asunto. Porque el presidente del PP formuló con cierta solemnidad una obviedad que podría recibirse como una frase hecha pero que, en este caso, debe tomarse como una declaración de lo que va a ser su programa de actuación. Dijo: «Ahora es el momento de que actúen los tribunales. La Justicia cuenta con el apoyo de nuestro partido».

En definitiva, lo que dice es que va a dejar abandonados a su suerte a todos aquellos que acaben siendo acusados por los jueces de haber cometido algún delito. Esa lista desconocida está encabezada por Luis Bárcenas, el hombre que ha estado amenazando a los actuales dirigentes del PP con poner a todo el partido en la picota si no hacían lo necesario para librarle de una condena judicial. La respuesta a él y a todo el que esté en esa órbita ha sido tan clara como breve: a los tribunales. Y luego, si se demuestra alguna irregularidad, «no me temblará la mano», advirtió Rajoy.

Eso significa que está dispuesto a aguantarle el pulso a Bárcenas en la misma medida en que parece estar dispuesto también a prescindir de aquellos que acaben siendo pillados con las manos en la masa. Lo cual probablemente busca desactivar la capacidad que el ex tesorero del PP sigue creyendo que tiene, de achantar a Rajoy y de doblarle el brazo.

Podrían llegar a caer muchas cabezas, algunas muy notables, si a la información publicada por EL MUNDO se le acaban poniendo nombres y apellidos. Pero no parece que, si tal cosa sucede, los afectados vayan a poder contar con que Mariano Rajoy les lance el salvavidas que les rescate de un descrédito seguro. Ayer quedó claro que el presidente del PP ha decidido colocarse en una posición distante, como de vigilante y guardián de la honradez de su partido y a salvo de las salpicaduras del escándalo. Veremos si lo consigue porque una cosa es tener el mérito de haber cortado el grifo y otra es tener la responsabilidad de haberlo dejado correr durante años.

Un apunte final: el presidente del Gobierno clamó ayer contra la «injusticia» que supone que la opinión pública considere que todo lo que tiene que ver con la acción política es sucio o está contaminado. Pero que esto ocurra así es responsabilidad directa y única de todos los políticos corruptos que pueblan el universo español y también de quienes no han castigado a tiempo sus desmanes. Ocúpense los dirigentes de los partidos de garantizar la limpieza entre sus filas y verán como los ciudadanos cambian de opinión. No se lamenten de lo que es culpa exclusivamente suya. Actúen.

VICTORIA PREGO, EL MUNDO 20/01/13