Cerrar el laboratorio

Javier Zarzalejos, EL CORREO, 26/6/11

Bildu no va a difuminar sus vínculos con ETA-Batasuna. Los va a hacer más evidentes. El papel que tiene encomendado en «ese mundo» no es aliviar el miedo y la amenaza, sino administrarlos en beneficio de la izquierda abertzale, de ETA.

Hay que padecer una tendencia compulsiva a hacerse trampas en solitario para sostener que la entrada de Bildu en las instituciones democráticas ha significado esa «normalización» que se aseguraba. Los abogados de la receta Bildu siguen decididos a impedir que la realidad les arruine esa bonita historia construida sobre el supuesto compromiso por la paz de la izquierda abertzale. Pero es cierto que les resulta cada vez más difícil encontrar argumentos para hacer creíble esa curiosa teoría según la cual lo patológico -una fuerza política asociada con los objetivos, la trayectoria y las sucesivas generaciones de una banda terrorista que sigue existiendo y cuya historia criminal no condena- será lo que cure a esta sociedad de la violencia terrorista y sus efectos.

La sucesión fraudulenta de Batasuna en Bildu, hoy depositaria del proyecto político de ETA, se está exhibiendo por los propios interesados que, una vez superado el examen del Tribunal Constitucional, saben que el parentesco con ETA-Batasuna no es un obstáculo para sus pretensiones, sino la clave de su presencia en el nuevo escenario político vasco. Esa clave es la que explica que se jacten de «haber derrotado al Estado», y la que aparece a cuenta de los presos y de la recuperación del discurso del «conflicto», es decir, la impunidad y la legitimación de ETA como objetivos inmediatos.

El vínculo de la izquierda abertzale con ETA ha pasado de ser la causa de su expulsión del juego democrático a convertirse en el activo que rentabiliza en la actual situación. Ese es el error crítico en que se ha incurrido al permitir la Bildu entrar en la legalidad con ETA presente.

Bildu no va a difuminar sus vínculos con ETA-Batasuna. Por el contrario, los va a hacer más evidentes. El papel que tiene encomendado en «ese mundo» no es aliviar el miedo y la amenaza, sino administrarlos en beneficio del proyecto político de la izquierda abertzale, de ETA, en un contexto de violencia transformada en coacción social y en presión mafiosa. Ser una organización instrumental de ETA es un problema cuando esa condición significa la ilegalización. Ahora, de vuelta a la legalidad sin tener que acreditar la ruptura con ETA, y la condena de sus crímenes y con la propia banda terrorista subsistente inactiva, ser instrumento de ETA es lo más importante para Bildu, lo que le da su valor de cotización y lo que la ha convertido -gracias a la sagacidad de los que siempre se equivocan- en el eje de la política vasca.

«Pero ETA no mata», replican los que se sienten interpretados por esta situación. Y realmente no se sabe qué quieren decir, mucho menos si se pretende vincular que no mate con la legalización de Bildu, cuando la evidencia es la contraria: la eficacia de la ilegalización de las organizaciones políticas de ETA.

Seguir manteniendo que la legalización de una organización instrumental debilita a una banda terrorista es uno de esos desafíos a la lógica que tan familiares nos resultan por aquí. Otro es insistir en exigencias muy enfáticas dirigidas a Bildu para que condenen el historial de ETA, olvidando que el listón se sube antes y no después de que lo hayan saltado. Pero, posiblemente, nada más sutilmente perverso que instar a que los concejales amenazados «consensuen» su seguridad con los alcaldes y alcaldesas de Bildu que han prohibido el acceso de los escoltas a los respectivos ayuntamientos. Por eso, lo que está ocurriendo en el ayuntamiento de Andoain es tanto una condensación, en lo simbólico y a lo real, de la recaída en las peores patologías colectivas como un anticipo de lo que está por venir. Cuando a los representantes públicos amenazados se les deja expuestos al acoso y a la agresión, cuando desaparecen los símbolos constitucionales del Estado, y las fotos de presos etarras sustituyen a las expresiones de rechazo a ETA en los balcones municipales, estamos en un proceso bien conocido de desalojo del Estado de Derecho y de sustitución de éste por la imposición de hecho de un orden alternativo en contra de la ley y la civilidad.

Si las reformas legales aprobadas para actuar sobre cargos ya electos no son simples placebos legislativos, parece lógico pensar que tendrán que ponerse a prueba. De momento, el arrogante estreno de Bildu se despliega a sus anchas en el vacío político y la falta de dirección tanto del Gobierno vasco como del central. Parece que lo único que importa a los socialistas es eludir cualquier responsabilidad en este asunto atribuyendo al consentimiento del PNV las cuotas de poder alcanzadas por Bildu. No seré yo quien niegue que en relación con Bildu el PNV es lo que parece. Pero no habría que olvidar que después de que el Tribunal Supremo ratificara la ilegalidad de la coalición abertzale eran los propios socialistas, empezando por Zapatero, los que tranquilizaban al PNV asegurándoles que el Constitucional lo arreglaría. Ni tampoco que, en sede parlamentaria, el portavoz de los socialistas vascos se pronunció expresamente, en nombre de su partido, a favor de la minoría del Tribunal Supremo partidaria de admitir las candidaturas de la coalición adversa.

Las incógnitas sobre Bildu -si las había- se están despejando a velocidad de vértigo y sin sorpresas. Su hoja de ruta ya la conocíamos. Está en los comunicados de sus mentores: polo soberanista, acumulación de fuerzas, presos, proceso democrático, etc. y lo que es seguro es que esta hoja de ruta no nos conduce a donde nos anunciaban los eternos aprendices de brujo. Urge cerrar el laboratorio.

Javier Zarzalejos, EL CORREO, 26/6/11