Cuestión de adjetivos

 

La capacidad de una supervisión real de una organización clandestina por parte de una comisión como la de Currin es muy limitada, o nula. Además, en 2006 también el Gobierno verificó la realidad de la tregua, sin que ello evitara que ETA robara armas, formara comandos, reclutara militantes y siguiera extorsionando.

Rufi Etxeberria predijo ayer que ETA va a dar «una respuesta positiva» a la petición de tregua que le han formulado los firmantes de la declaración de Bruselas y la propia Batasuna. Llevan tantos meses esperando esa respuesta que algún día de estos acertarán y ETA sacará un comunicado. En septiembre, sin ir más lejos, la banda hizo tres declaraciones y las cosas siguieron como estaban.

Lo que esperan los firmantes de las declaraciones de Bruselas y Gernika es que ETA anuncie una tregua permanente, verificable y unilateral. Lo que espera el resto de los ciudadanos es que la banda terrorista renuncie definitivamente a las armas. La diferencia parece una cuestión de adjetivos, pero en realidad es de sustantivos.

Permanente fue el calificativo que ETA le dio a la tregua del año 2006. Se lo pidió Jesús Eguiguren a ‘Josu Ternera’ porque «había que utilizar otra terminología más impactante» que la empleada en 1998 cuando el alto el fuego fue bautizado como «indefinido». A la hora de la verdad a ETA le dio lo mismo un adjetivo que otro. Volvió a matar cuando le dio la gana. Así que si ahora vuelve a decir que su tregua es permanente estaremos de nuevo ante un intento de vender mercancía averiada.

Le añaden en esta ocasión el calificativo de verificable y se ofrece Brian Currin con varios de los suyos para hacer de verificador. El 2 de septiembre de 1999, en plena tregua, el entonces jefe de los comandos de ETA, ‘Txapote’, recogió a sus subordinados Guillermo Merino y a Patxi Rementería, los llevó a una casa de cursillos, les impartió adiestramiento durante cinco días y los mandó a Vizcaya el día 12 con órdenes para poner en marcha un nuevo comando y empezar a atentar. ¿Si en una futura tregua la banda hiciera algo parecido, estarían Brian Currin y sus verificadores capacitados para enterarse de algo así? ¿Podrían esos verificadores enterarse de que el ‘Txeroki’ de turno ha enviado a un comando a volar la terminal 4 de Barajas en plena tregua? En absoluto. Sólo los cuerpos policiales españoles y franceses podrían obtener este tipo de información y, por desgracia, no en todas las ocasiones.

Son esclarecedoras las palabras de John Alderdice, miembro de la comisión que supervisó el alto el fuego en Irlanda del Norte, recogidas por Íñigo Gurruchaga en EL CORREO del pasado día 5. Alderdice reconocía que sin el apoyo de los gobiernos, y por tanto de los servicios policiales españoles y franceses, esa comisión de supervisión no podría funcionar.

La capacidad de una supervisión real de una organización clandestina como ETA por parte de una comisión como la que promueve Currin es muy limitada, por no decir nula. A no ser que se aplicara el modelo de la guerrilla salvadoreña, concentrando en campamentos a los miembros de ETA para poder controlarlos. Además, en 2006 también el Gobierno se ocupó de verificar la realidad de la tregua sin que ello evitara que ETA robara armas, formara comandos, reclutara nuevos militantes y siguiera extorsionando.

Queda el tercer adjetivo, el de unilateral. Valdría si se aplicara al abandono definitivo de las armas como planteaba el antiguo miembro del comando Vizcaya Alfonso Etxegarai (Egin 22-2-94) cuando señalaba que «podemos abandonar la lucha armada antes o después, pero no negociarla». «La podemos abandonar porque lleguemos al convencimiento de que ya no da más de sí o porque la vemos innecesaria en una etapa dada de la lucha», indicaba, añadiendo que «las decisiones sobre la lucha armada las deberíamos tomar internamente y no en una mesa de negociación con el enemigo».

El problema, en realidad, no son las adjetivos, sino lo sustantivo, el término tregua, que va asociado a lo temporal, al cese de las armas durante un periodo, y lo que se demanda es el abandono definitivo del terrorismo, no un paréntesis.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 17/12/2010