El asombroso partido menguante

CARLOS GIRAUTA, ABC 24/02/13

· Éramos pocos y parió Pere Navarro, el socialismo de ocurrencias no era exclusivo de Zapatero. Lo acaba de demostrar el PSC, que al final ha ido a pillar del centenario partido hermano lo más chusco. «PSOE y PSC son organizaciones políticas distintas», gustan de recordar en calle Nicaragua (siempre) y en calle Ferraz (cada vez que sienten ganas de estrangular a los compañeros de Cataluña). ¡Con lo listo que era Alfonso Guerra! Con lo bien que absorbió –que sorbió– a todos los partidos socialistas, ya fueran de alcance regional o nacional, y al tío se le olvidó el PSC. No hay otra excepción. Siendo el clan sevillano tan chulo, se dejó chulear. Qué digo, chulear… Instauraron, erigieron, institucionalizaron la macarrización del partido de Pablo Iglesias, con sus añejas siglas, por esa cosa del PSC, al punto que, aún ahora, tiene el partido catalán representación en los órganos ejecutivos del partido español, sin la viceversa.

De todo ha habido en el socialismo catalán desde su puesta de largo postdictadura en 1976, en el Palau Blaugrana. Yo asistí, en aquella época era común el quinceañero politizado. A Joan Raventós, histórico del movimiento, le creí cuando nos dijo años después, al poco de llegar el PSOE al poder, que la corrupción era inimaginable en el partido porque estaba en contra de su naturaleza, que el individuo corrupto sería inmediatamente detectado y expulsado del cuerpo socialista. Me marché de allí entre náuseas cuatro años después. Gentes a quien respeto tardaron veinte años más en percibir el hedor. No es por nada.

A Raventós le sucedió Raimon Obiols, otro histórico, en este caso del escaqueo. No debe haber socialista en Europa que lleve más años viviendo de la política, toda vez que al hombre ya lo «liberaron» en los primeros sesenta. El personaje, geólogo de formación, era un tío fino. Se codeaba básicamente con Serrat y con un curioso pájaro de la Diputación de Barcelona. Si él quiere, digo su nombre. Detestaba a la gente. Le acompañé en alguna que otra campaña; no podía ocultar un punto de repugnancia al estrechar las manos de los transeúntes. Un día me citó a las nueve de la mañana en su despacho; a las ocho miré el reloj y preferí seguir durmiendo. Así de estimulante era Obiols. Cuando una turba pujolista le insultó a las puertas del Parlament por lo de Banca Catalana, ya no levantó cabeza. Puede considerarse ese momento el principio del gran complejo del PSC ante el nacionalismo, que era su adversario natural. Así les ha ido.

Qué decir de Pasqual Maragall. Fue un gran alcalde, alcanzando la categoría de icono con aquellos saltitos y aquel abrigo largo cuando los Juegos Olímpicos. Mandando al PSC, borró las siglas del PSOE, pintó muy delgaditas la pe y la ese y dejó una ce bien gorda que lo anunciaba todo. Es él el responsable de acelerar la historia con una reforma estatutaria que Pujol jamás había sugerido en un cuarto de siglo.

Se jactó de que el Estado fuera residual en Cataluña, se rió a carcajadas cuando le preguntaron si José Montilla podía sucederle y, acto seguido, fue apuñalado por los suyos… dando paso a Montilla.

De don José no hay nada que decir. Le sigue Pere Navarro, el hombre sin atributos. Al contraprogramar a Rubalcaba el día del debate sobre estado de la Nación ha dado definitiva muestra de deslealtad al PSOE. Vive dentro del marco mental de CiU y está convirtiendo al PSC en una formación insignificante. Suscrito al socialismo de las ocurrencias, ha dicho no sé qué del Rey.

CARLOS GIRAUTA, ABC 24/02/13