El baile de los hipócritas

EDURNE URIARTE, ABC 22/01/13

· En este ambiente, toda posible regeneración del sistema es pura fantasía. Porque el sistema empieza por los propios ciudadanos.

Nada como un jugoso y mediático escándalo de corrupción al estilo del caso Bárcenas para causar la tormenta perfecta de la hipocresía, con dramáticos rasgados de vestiduras sobre la podredumbre de los políticos y de los partidos y ni un solo reconocimiento del resto de factores explicativos de la corrupción. Lo que empieza, por supuesto, con los propios políticos, con el principal partido de la oposición, en este caso, un PSOE que no tiene problema alguno de conciencia con sus casos de corrupción pero, sin embargo, encuentra «insoportable» (Elena Valenciano) la corrupción del PP y considera incluso que no hay nada parecido en el PSOE (Diego López Garrido) a pesar de que son mil los millones en sospecha en los ERE de Andalucía frente a los 22 descubiertos a Bárcenas en Suiza.

Pero esta tormenta tiene otros tres ingredientes no menos importantes para entender por qué no acabamos de encontrar soluciones a la corrupción. Como el de los partidos pequeños, UPyD e IU especialmente, que aprovechan cualquier caso de corrupción para proclamar aquello de que tal cosa es un mal propio de los grandes partidos, y ellos, los pequeños, una solución para su fin. Sin añadir el pequeño detalle de que la sola garantía de que no tengan casos de corrupción es que sigan como ahora, alejados del poder. O a cierta distancia, puesto que IU algo tiene que ver con la vista gorda hacia los ERE de sus socios andaluces.

Más relevante aún es la hipocresía de esa sociedad que aplaude frenética toda condena de la corrupción política pero arruga el gesto cuando se le recuerda que la corrupción social para con las instituciones políticas es exactamente la misma. Por ejemplo, en el sistemático engaño a Hacienda de una buena parte de los ciudadanos que tienen la posibilidad de hacerlo, o lo de los sobresueldos y los sobres del PP pero extendidos por todas las capas sociales y todo tipo de actividades, con dineros que, al margen de su origen, se ocultan al fisco. Además de otras muchas corrupciones diarias como la esos miles de españoles que han seguido cobrando la dependencia de los familiares muertos y que no consiguen, sin embargo, tantos titulares como el de Bárcenas. Y no sólo porque los medios pretendan tener el sagrado fin de controlar al poder político y no a los ciudadanos sino más bien porque a los medios no les gusta ponerse desagradables con sus clientes, no vaya a ser que prefieran informarse en otro lugar. Sobre la corrupción ajena, claro está.

He ahí el tercer ingrediente, el de las demás élites que también se lavan las manos. Incluidas algunas élites financieras que ocultan gustosamente los dineros oscuros, por ejemplo, en esos bancos suizos tan prestos a colaborar con los corruptos y tan reacios a contestar a los requerimientos de los jueces, con retrasos de hasta cuatro años en el caso Bárcenas y con el ocultamiento total casi siempre.

En este ambiente, toda posible regeneración del sistema es pura fantasía. Porque el sistema empieza por los propios ciudadanos y por medidas obvias que tampoco se quieren abordar como una nueva ley de financiación de los partidos que haga posible una financiación real y no de cuento como es ahora. Ese cuento que tanto gusta a la hipocresía dominante.

EDURNE URIARTE, ABC 22/01/13