El callejón del lendakari

El PNV vuelve, como ocurría con el Plan Ibarretxe, como sucede con el documento que el lehendakari llevó a la Moncloa, a presentar sus fórmulas, incluso anticonstitucionales, como la pócima mágica que terminaría con el terrorismo. No parece que tendrá éxito mientras continúe el cerco judicial y policial contra ETA.

Las dos salidas que le quedan a Juan José Ibarretxe del callejón en el que se ha metido son, en realidad, dos ficciones. En la entrevista que mantuvo el día 20 con el presidente del Gobierno insistió en que, aunque el documento que había elaborado para la misma fuese enmendado de la cruz a la raya, ambos interlocutores dijeran -Rodríguez Zapatero de algún modo- que se mantenía una negociación, un diálogo constructivo, a pesar de las discrepancias fundamentales, sobre el citado texto. Se trataba de mantener una ficción, la de que el plan Ibarretxe tiene, a pesar de las dificultades, alguna posibilidad futura. En ella, el lendakari quedaría, en su propio partido y de cara a los próximos comicios, como un reivindicador radical que puede seguir avanzando.

Si esta primera ficción no pudo ponerse en acto, ya que el presidente no aceptó la propuesta y, como el propio lendakari señaló como una crítica a Rodríguez Zapatero, insistió en las próximas elecciones vascas como punto de partida para el futuro, a Ibarretxe le queda la segunda: presentarse como una víctima, convertir tanto al PSOE como al PP en un «frente» como el que se fraguó en 2001, y apelar, en esas circunstancias, al voto del Partido Comunista de las Tierras Vascas, la careta de Batasuna que aún está en el Parlamento de Vitoria, para aprobar -como la «voluntad de los vascos»- el proyecto generado por esta deriva.

La ficción no es conseguir esos apoyos puesto que ya contó con Batasuna para sacar adelante el plan que fue rechazado en el Congreso de los Diputados, sino la insistencia en el victimismo, en que toda propuesta planteada como la búsqueda de una «relación amable» con España es rechazada sin diálogo alguno.

Es evidente que, en el seno del PNV, Ibarretxe ha tenido dificultades crecientes. Un sector del mismo no ve con buenos ojos ni el objetivo de un soberanismo acelerado ni una estrategia, para llevarlo a cabo, de entendimiento con Batasuna o sus alias, que es el único modo de dar la impresión, como ocurrió con la votación del Plan en Vitoria, de que cuenta con una mayoría en aquella comunidad autónoma.

El hito más paradigmático de ese punto de vista, que llevaría a pactos «transversales» y a una modulación en el tiempo de las reivindicaciones máximas del nacionalismo, fue la dimisión de Josu Jon Imaz como presidente del PNV.

La salida de Imaz

Imaz no es menos nacionalista que otros, pero no quería presidir un partido que convirtiera los planteamientos de Ibarretxe en el núcleo central de la actividad política. Es, por eso, un hito doblemente significativo: no quería ese programa pero, en vez de oponerse a él en los órganos del PNV y batallar política e ideológicamente con Ibarretxe, optó por marcharse. Contaba con la mayoría de los afiliados (los de Vizcaya, que ya la constituyen en el seno del partido y otros grupos en las demás organizaciones territoriales), pero dos condicionantes sugerían, a pesar de eso, el fracaso en el empeño: la estructura interna de la organización, que sobrevalora las organizaciones minoritarias, y el fantasma de la división interna hasta el peligro de la escisión. Así que el mayoritario Imaz se fue a Estados Unidos de viaje de estudios y el minoritario Joseba Egibar, a cambio de aceptar a Íñigo Urkullu como presidente de compromiso, consiguió que el PNV siguiera apoyando la estrategia de Juan José Ibarretxe y su Gobierno.

Ibarretxe cuenta con ello, con la dificultad de que una mayoría de críticos, concentrados fundamentalmente en Vizcaya, le nieguen abiertamente la mayor y, para garantizar aún mejor esta suerte de seguro, insistirá en la ficción del victimismo. Una bochornosa ficción. Ni se puede esbozar ahora un «frente» entre PSOE y PP en el País Vasco ni dar por buena una estrategia común entre esos dos partidos más allá de la coincidencia básica en el respeto a la ley y la batalla contra ETA en la que se ha vuelto a escenificar una unidad elemental.

Burdeos

Los intentos de presentar las últimas detenciones de terroristas en Burdeos como una cortina de humo para restar impacto al encuentro entre Zapatero y el lendakari, que los ha habido incluso procedentes de nacionalistas considerados «moderados», han fracasado rotundamente en la opinión pública (incluso en la vasca). Al hartazgo ante el terrorismo, y ante cualquier complacencia y debilidad con él, se añade el hecho indudable de que el éxito de las actuaciones policiales contra la banda debilitan la trampa de Ibarretxe de querer presentar, como siempre termina haciendo, sus proyectos de autodeterminación como una solución a la violencia. El argumento de que ETA no puede condicionar la agenda política no cala, porque no hay una demanda de cambio institucional en una comunidad con poderes y competencias autonómicas incomparables en el mundo occidental, y el PNV vuelve, como ocurría en el plan Ibarretxe, como ocurre en el documento que el lendakari llevó a La Moncloa, a presentar sus fórmulas, incluso anticonstitucionales, como la pócima mágica que terminaría con el terrorismo. No parece que vaya a tener éxito por ese lado y menos en la medida que el cerco policial y judicial a ETA se acreciente.

Sólo le queda el recurso al victimismo político, insistir, como ya hizo tras el rechazo al Plan Ibarretxe en el Congreso, en que se le niega cualquier posibilidad de diálogo a sus propuestas, a pesar de que las reformula una y otra vez. Con este esquema, pretenderá que el Parlamento vasco apruebe su proyecto de consultas y negociación con el voto del PCTV. Ya han reconocido algunos nacionalistas, antes de la entrevista del día 20, que el documento, aunque buscaba el compromiso de Zapatero, era, por la imposibilidad de ser tomado en consideración, un guiño a los restos parlamentarios de Batasuna.

Fuerzas nacionalistas

Y, a continuación, de nuevo convertido en víctima ficticia, convocará elecciones en el momento que considere más oportuno, para tratar de captar el voto de Batasuna y sus diferentes marcas que no podrán presentarse ya por decisión de los tribunales en base a su vinculación directa con ETA. Querrá ser el representante de esa unión de fuerzas nacionalistas, aunque unos no le discutan por miedo a la escisión y otros no puedan legalmente presentar otra alternativa.

Es improbable que el PNV, en ese momento, presente otro candidato en las actuales circunstancias. Sería, después de apoyarle a regañadientes, como sí el partido se desdijera a si mismo. La paradoja es que Ibarretxe, después de decir que Zapatero quería elecciones en el País Vasco porque no tenía «soluciones», se va a encontrar con que su única salida, fracasados sus intentos, son precisamente las elecciones. Salida y no solución para sus pretensiones porque el PNV viene recibiendo continuos varapalos electorales y los socialistas vascos, como se ha visto en las elecciones de marzo, pueden arrebatar al PNV el primer lugar. Pueden pero no es fácil, desde luego. Pero incluso siendo la fuerza más votada, quizá no le sea posible sostener en el futuro un Gobierno de coalición que, como ocurre ahora con EA e IU, siga defendiendo sus proyectos anticonstitucionales.

Germán Yanke, ABC, 25/5/2008