El deber de decidir

JAVIER ZARZALEJOS, EL CORREO 13/01/13

· No digo que los socialistas se hayan vuelto independentistas. Sí creo que el derecho de autodeterminación está ya implantado en la cultura política del socialismo.

El año recién iniciado promete traernos como uno de los espectáculos políticos más vistosos de los próximos meses la discusión de los socialistas sobre el modelo federal. En realidad, lo del modelo federal parece cada vez más un falso debate o, si se quiere, un artificio para adornar lo que realmente importa y preocupa a los socialistas, que es su posición ante el supuesto derecho de autodeterminación de Cataluña y el País Vasco, aunque lo vistan con la modesta denominación de ‘derecho a decidir’.

Tal y como lo plantean los socialistas, la pretendida reforma federal del Estado puede ser cualquier cosa, incluso lo que nada tiene de federal. Hay que pensar, entonces, que toda esta ceremonia deliberativa sobre lo federal no es más que una maniobra que tiene mucho de distracción, algo así como la guarnición que acompaña al plato fuerte que es lo que se quiere servir en Cataluña.

No digo que los socialistas vayan a secundar movimientos de abierta rebeldía constitucional, ni que se hayan vuelto independentistas, ni que secunden el aventurerismo de Mas o Junqueras. No lo van a hacer. Sí creo que el derecho de autodeterminación está ya implantado en la cultura política del socialismo, que en buena medida es la consecuencia del revisionismo del pacto constitucional y de la Transición que realiza Zapatero, y que el debate federal que están lanzando tiene como finalidad esencial y como objetivo primordial, desde el punto de vista político, crear el decorado jurídicoconstitucional en el que se acoja el principio de autodeterminación como propuesta programática que los socialistas harían suya.

Hay dos razones, entre otras, que arrastran a que la reflexión socialista discurra en esa dirección. La primera es que la izquierda en España hace mucho tiempo que ha adoptado en su discurso componentes inequívocamente nacionalistas como si fueran el colmo del progresismo. En el universo multicultural de la izquierda liberadora de culturas y colectivos, la autodeterminación es la última frontera de lo progresista. La segunda de estas razones es, tal vez, algo más prosaica pero igualmente importante. Desde Zapatero, los socialistas parecen haber interiorizado que para ellos las posibilidades de regresar al poder dependen de su capacidad para sumar minorías, especialmente las que articulan a un nacionalismo que en su conjunto se presenta hoy más fragmentado y radical, como se comprueba con la composición de los parlamentos vasco y catalán. De la misma manera que Zapatero hizo de aquel «apoyaré lo que salga del Parlamento de Cataluña» la plataforma del pacto con los nacionalistas que poco después sostendría a su Gobierno durante unos cuantos años, la incorporación al ‘corpus’ programático de los socialistas de un pretendido derecho de autodeterminación para Cataluña –y el País Vasco– podría ser el terreno en el que se produjera el reencuentro del PSOE con los nacionalistas y con esa otra izquierda de radicalización tendente a lo callejero.

La comprensiva actitud del PSC hacia la estrategia independentista de Mas –bien que ahora matizada por el PSOE que aclara, para alivio del público, que no apoyarán nada que sea ilegal– y las prisas de sus compañeros vascos por estrechar lazos con la izquierda abertzale desde el reconocimiento de una identidad común de izquierdas, hace pensar que hay ganas de que este reencuentro se produzca, y que en esa estrategia se tienen muy presentes las posibilidades de poder que de aquel se derivarían.

Refuerza esta impresión el anuncio de un ‘Santillana 2’ que el pasado martes hacía el secretario de organización del PSOE. Será la segunda entrega de la reunión que el consejo territorial del PSOE celebró en Santillana del Mar el 30 de agosto de 2003 con el fin declarado de fijar el proyecto de organización territorial del Estado que el partido propugnaba así como de establecer los límites de futuras reformas estatutarias que, en el caso de Cataluña, Pasqual Maragall ya había convertido en bandera electoral. Lo llamativo es que aquella reunión terminó con declaraciones de Bono y Rodríguez Ibarra en las que estos expresaban su gran satisfacción por lo acordado. A la vista de lo que ocurrió después, queda bastante claro, por decirlo en palabras de Luis Fajardo Spínola, ex diputado del PSOE y jurista, en su obra ‘¿Hacia otro modelo de Estado?’, que de aquella reunión salió un «proyecto constructivo, o acaso destructivo, difícilmente compatible con cualquier orden estatal general pero menos con uno de corte federal». Así pues, si algún valor tiene el precedente de ‘Santillana 1’, no es precisamente el de invitar a la confianza.

A pesar de la prudencia que la dirección del PSOE ha querido introducir en la pasividad de sus compañeros catalanes, dispuestos a contemplar como figurantes el desarrollo de la aventura de Mas, el pronóstico no es bueno. La autodeterminación cuenta ya con sólidas cabezas de puente en el Partido Socialista, con declaraciones de destacados dirigentes que, como Carmen Chacón y algún otro más cercano, aun afirmando muy enfáticamente su posición contraria a la independencia, dan por asumido el denominado ‘derecho a decidir’, que es la fórmula edulcorada de la autodeterminación.

A estas alturas, cabría suponer en los socialistas alguna conclusión clara y aleccionadora sobre su tormentosa relación con los nacionalistas, socios de progreso, sobre todo para estos. Desde luego si la izquierda busca su revitalización en la estela del nacionalismo mas radical y divisivo, en vez de en la actualización de los grandes consensos de la Transición, es que está mucho peor de lo que parece.

JAVIER ZARZALEJOS, EL CORREO 13/01/13