El desconcierto de Urkullu

Si PP y PSE se tiran los trastos en el Congreso, ¿por qué el enfrentamiento no llega a Ajuria Enea? Urkullu no lo entiende. Los partidos implicados, UPD y los colectivos de víctimas podrían responderle al unísono: éste es el único lugar de Europa donde el terrorismo pervive; se necesita un gobierno que respete el marco constitucional y deslegitime el terrorismo y a quienes le apoyan.

Urkullu está desconcertado. Cuando el presidente del PNV se refiere al desconcierto de la sociedad vasca que observa, según él, tantas contradicciones entre el PSOE y el PP, en Madrid y en Euskadi, en realidad se está refiriendo a su propio estado de ánimo al ver que, en Ajuria Enea, «la nave va». Al PNV le faltó tiempo para apostar por la influencia negativa que tendrían las broncas parlamentarias entre Zapatero y Rajoy sobre los socios del nuevo gobierno vasco. Por eso ahora no entiende que el Ejecutivo aguante el temporal que arrecia a tan sólo 300 kilómetros de distancia. Y es que, por más que se encele el socialista alavés Txarli Prieto con el PP, el adversario del nuevo gobierno no es su socio preferente sino el nacionalismo.

El PNV está buscando su propio espacio desde que dejó de gobernar y desde que ETA, con Otegi reaparecido, está intentando robarle la mayor influencia posible para dirigir el nuevo movimiento independentista. De ahí los apuros del partido mayoritario de Euskadi que ayer lanzó el su anzuelo en Madrid y Bilbao al mismo tiempo mientras decide qué táctica adoptar en la próxima temporada: si la radical emprendida por el anterior lehendakari que dejó a Josu Jon Imaz en la cuneta de la empresa, o la moderada que tan buena aceptación tuvo cuando nacionalistas y socialistas gobernaron juntos en tiempos de Ardanza. La procesión va por dentro.

Mientras Andoni Ortuzar abría la puerta a EA y a todos aquellos «que crean que Euskadi es una nación», Urkullu está cada vez más molesto a medida que se van afianzando los primeros pasos del Gobierno de Patxi López. Los socialistas y los populares lo han explicado «cienes y cienes» de veces, que cantaría Joaquín Sabina. Pero el PNV no está para raps. Se ha pasado toda su vida encendiendo el pebetero del rasgo diferencial de Euskadi pero ahora que esa diferencia no la capitaliza el nacionalismo, Urkullu parece que eche de menos la «tabla rasa» en la política de toda España; al menos en las formas.

Si en el Congreso de los Diputados, el PP y PSE se tiran los trastos y en los platós de televisión los eurocandidatos López Aguilar y Mayor Oreja se lanzan torpedos en la línea de flotación, ¿por qué el enfrentamiento no llega a la puerta de Ajuria Enea? Urkullu no lo entiende. Y habla de desconcierto.

Los partidos implicados, incluso UPD y los colectivos de víctimas del terrorismo podrían responderle al unísono. Por la situación tan anómala que ha vivido el Pais Vasco; el único lugar de Europa donde el terrorismo sigue existiendo. Por la persecución y acoso que han sufrido tantos ciudadanos que se han sentido desatendidos y huérfanos políticamente porque los responsables han tardado muchos años en reaccionar. Por la necesidad de tener un gobierno que respete el marco de la Constitución y el Estatuto y deslegitime, de una vez, el terrorismo y a quienes le apoyan. Sencillo de entender. Otra cosa es que se acepte.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 27/5/2009