El mantra del pacto de Estado

Si socialistas y populares pactasen su propia identidad con sus dobles europeos, y pusiesen en su política la frialdad de médicos en consulta que exhiben en Europa en el lugar de su práctica histriónica en España, ya sería mucho. Mejor que la pócima milagrera del acuerdo entre ellos. Pero no lo esperen.

Deberíamos estar acostumbrados por estos pagos al uso interesado de los mantras públicos como forma de disimular la realidad política, incluso de transmutarla de manera mágica. ¿O no recuerdan el mantra del ‘diálogo’ que atontó la política vasca durante decenios? Pues, a pesar de ello, caemos como incautos en el que se invoca ahora desde los alminares de La Moncloa y la Zarzuela: es necesario un pacto de Estado para salir de la crisis, el pacto nos pondría en el buen camino, ‘remember’ los pactos de la Transición. Y así.

Parece que no queremos reconocer lo evidente. En primer lugar, que tanto esta legislatura como la anterior están montadas sobre un elemento estructural esencial: la escisión radical entre Gobierno y principal partido opositor. La división sólo puede agrandarse, excitarse o suavizarse, según convenga políticamente en cada momento, pero nunca puede desaparecer porque es el hecho sobre el que está montada tanto la acción de gobierno como la de la oposición. En España, desde hace años, se gobierna contra, igual que se hace política contra, y si así no fuera no se sabría qué hacer. Ésas son las elites políticas que hemos elegido para esas dinámicas concretas, esperar ahora que hagan otra cosa es absurdo.

En segundo lugar, el mantra del pacto funciona, en puridad, como un nuevo elemento de división, no de acercamiento. Se invoca el pacto por el almuecín del Gobierno sólo para poner en evidencia a la oposición que se niega a él. Y la oposición habla de los pactos ahora imposibles pero tan fructíferos en la Transición sólo para poner en evidencia a un Gobierno socialista. Únicamente los partidos adláteres creen en el pacto, pero porque a ellos puede beneficiarles y darles protagonismo. ¡Hasta parecen ahora partidos con sentido de Estado! Pero los dos partidos nacionales usan el mantra del pacto como pala para cavar más hondo el foso que los separa.

Si algún pacto es necesario en nuestra situación es el pacto con el sentido común, el pacto con la realidad. No el pacto de las palabras mágicas ni de esos discursos vacíos sobre los hombros, el empujar o los remos. Pactar con la realidad, por ejemplo, sería tomar conciencia de una paradoja clamorosa. Como presidente de la Unión Europea nuestro Gobierno está exigiendo a Grecia, un país económicamente muy enfermo, una determinada serie de medidas para superar su crisis. Pero como presidente del Gobierno español está aplicando a otro país aquejado de parecida enfermedad (aunque menos grave por ahora) medidas radicalmente contrarias. Y lo mismo hace la oposición conservadora, que exige a Grecia aumentar los impuestos y clama aquí por bajarlos. Si socialistas y populares pactasen su propia identidad con sus dobles europeos, y pusiesen en su política la frialdad de médicos en consulta que exhiben en Europa en el lugar de su práctica histriónica en España, ya sería mucho. Mejor que la pócima milagrera del acuerdo entre ellos. Pero no lo esperen. La política por aquí es magia. Y barata.

José María Ruiz Soroa, EL CORREO, 20/2/2010