El premio

JESÚS PRIETO MENDAZA  / Antropólogo y Prefesor, EL CORREO 04/02/13

· Cuando en el mundo se apuesta por la convivencia intercultural, es necesario potenciar la propia diversidad social frente a la empobrecedora homogeneización.

Para quienes alcanzamos la mayoría de edad con el advenimiento de la democracia, los políticos y las instituciones que surgían de la elección popular fueron una bocanada de aire fresco tras la dictadura. Podremos hablar y debatir sobre los aspectos oscuros de nuestra Transición, pero, a pesar de sus defectos, considero que todas las fuerzas políticas hicieron un esfuerzo titánico, y no suficientemente reconocido, en una dirección que se ha demostrado acertada hasta hace, relativamente, poco. Me refiero al trabajo a favor de la coexistencia pacífica de las distintas sensibilidades identitarias existentes en el Estado español. Esta labor ha propiciado, durante más de tres décadas, el que en España no se haya producido la tan temida balcanización, horror fresco aún en la memoria de quienes convivimos durante aquellos años con los refugiados bosnios llegados a Vitoria.

Es precisamente este doloroso recuerdo el que me obliga a denunciar, por peligroso, el premio otorgado por la Fundación Sabino Arana al actual alcalde de Amberes, Sr. Bart de Weber, precisamente justificado como reconocimiento a «su estupendo trabajo social». Creo necesario aclarar que el polémico y populista Bart de Weber, líder de Nieuw Vlaamse Alliantie y político marcadamente derechista, arenga a sus seguidores flamencos para conseguir la independencia de Flandes con respecto a Bélgica (esa Bélgica que es país de acogida para las instituciones de la Unión Europea y la OTAN) con frases como estas:

«Nuestro triunfo es algo histórico. Hemos llegado a un punto de no retorno en la historia».

«Los valones son latinos, sólo piensan en derrochar y no trabajar, son un lastre para nosotros».

«No creo que haya en Flandes una minoría de habla francesa, lo que hay es un grupo de inmigrantes que tendrán que adaptarse…».

Para quienes, como yo, hemos presenciado directamente en las calles de Brujas y Gante cómo los jóvenes nacionalistas del Vlaams Belang insultan a los francófonos o apalean a inmigrantes, las palabras pronunciadas por este líder nacionalista flamenco, conocido por su talante poco conciliador, al recoger el mencionado premio no pueden sino escandalizarme: «…existen buenos ejemplos de solidaridad política entre Flandes y Euskadi… la perseverancia, empuje y dinamismo del nacionalismo vasco han sido inspiración para generaciones de jóvenes nacionalistas flamencos… Flandes y el País Vasco comparten la misma ambición…»

Considero que un premio que reconoce un trabajo social, debiera de ser entregado a alguien que luchara por la cohesión, la integración y la inclusión en su sociedad. Muy por el contrario, los planteamientos del señor De Weber, aunque legitimados por las urnas, son excluyentes, segregadores y aporófobos (cuando no marcadamente xenófobos) y podrían generar en su país, como ya ocurre con los grupos más extremistas del nacionalismo flamenco, una violencia de tintes étnicos que tan sólo traería dolor a la población belga, fundamentalmente a la población que es fruto de un mestizaje de siglos entre valones y flamencos. ¡Siempre los mestizos son los perdedores de todo proceso de secesión!

Hago un llamamiento a la cordura, que sin duda existe en el seno de los sectores más moderados del Partido Nacionalista Vasco, apelando a la tradición que proviene del humanismo cristiano y que no puede casar con los discursos que niegan la igualdad radical de todos los seres humanos. En pleno siglo XXI, cuando esta sociedad ha demandado transversalidad en no pocas ocasiones, no podemos retroceder a años anteriores en los que una peligrosa deriva llevó a destacados jeltzales a bendecir las bondades de un filofascista como Franjo Tudman en 1991 (sin inmutarse por las violaciones y matanzas cometidas por los nuevos ‘ustachas’ del ejército croata) o alabar, en 2008, la independencia de Kosovo (como si los asesinatos y relación con el crimen organizado del presidente Thaci, apodado ‘el Serpiente’ por sus víctimas, no existieran). En tiempos en los que la apuesta por la convivencia intercultural se ha convertido en el paradigma de la comunidad internacional, es necesario potenciar la riqueza que supone la propia diversidad social frente a la empobrecedora homogeneización. En este sentido la función pedagógica de los partidos políticos (y también de sus fundaciones) ha de ser la de convertirse en privilegiados mediadores, enlaces o puentes entre distintas sensibilidades de su corpus social y nunca erigirse en provocadores de contiendas.

JESÚS PRIETO MENDAZA  / Antropólogo y Prefesor, EL CORREO 04/02/13

 

Amin Maalouf lo apuntó en uno de sus libros de éxito: «…si se insta continuamente a las personas a que elijan uno u otro bando, si se las conmina a reintegrarse en las filas de la tribu, entonces debemos inquietarnos por el funcionamiento de esta sociedad. Cuidado con esos que reducen toda identidad a una sola pertenencia que se proclama con pasión. ¡Así es como se fabrica a los autores de las matanzas!»

¿Podrían nuestros representantes políticos pensar un poco más en ello?