El Rey Leño

EL MUNDO 23/06/14
SANTIAGO GONZÁLEZ

Parece que el juez Castro no ha querido sobrarse en la jugada y ha aplazado su decisión de que hay que juzgar a la Infanta Cristina por blanqueo y delito fiscal hasta después de la proclamación de su hermano como Rey de España. Ahora, que sigue fresca la explicación oficial a la ausencia del viejo Rey en las Cortes, se comprende la grandeza de la misma. Es universal. Sirve para razonar la ausencia de las casas reales y las presidencias de las repúblicas de postín, o sea, presidencialistas: que nadie haga sombra. Ésa es también la razón de la ausencia de la Infanta Cristina: distraería a la opinión pública del asunto central de la proclamación.
No sé si el viejo Rey y la Infanta vieron juntos el fasto por la tele, pero en esta hora el mejor jefe del Estado que ha tenido España puede hacer un balance vagamente parecido al del viejo Claudio: «Las ranas de una charca querían un rey y Júpiter les dio por rey a un viejo leño (…) He reparado la ruina que mis predecesores me legaron, he reconciliado a Roma y al mundo con la monarquía…».
A mí lo del juez Castro me parece una aplicación más del adagio fiat justitia et pereat mundus. La Infanta, síntesis de AnaKarenina y BlueJasmine, es una mujer enamorada, como tantas. Su matrimonio con Urdangarin hizo concebir esperanzas a los nacionalistas vascos, a una de cuyas familias destacadas pertenecía el marido. Era entroncar una monarquía constitucional con el antiguo régimen tan añorado por los viejos foralistas, la actualización del Pacto con la Corona, una pátina de antigüedad, betún de Judea. No se entiende que Felipe VI, después de haber vivido esto en su familia, se extrañe de que Urkullu le haya salido rana, y republicana, por más señas. Estaba escrito.
La Infanta se va a sentar en el banquillo y así debe ser, en cumplimiento de lo que el viejo Rey dijo en la Nochebuena de 2011: «La ley es igual para todos». Pero hay en este caso elementos que explican la urgencia de aforar al Saliente antes de que un juez ansioso, otro Castro (o Pedraz, o Bermúdez o Elpidio, qué más da) acepte una querella contra él, que no sé si habrá tiempo.
La judicatura española es uno de los elementos que definen esta hora de la decadencia junto a los otros dos poderes. El fiscal se hace cargo de la defensa, el juez Castro asume las tareas de la Fiscalía, y, para equilibrar el conjunto, el defensor de la Infanta es un miembro destacado del partido empeñado en la secesión de España, con el beneplácito de un gran periódico propiedad de un Grande de España.
Este fin de semana, un ex fiscal del Supremo y magistrado emérito, José Antonio Martín Pallín, ha recomendado al Rey nuevo que, al igual que se reúne con las víctimas del terrorismo, podría tener un gesto con los presos de ETA. O sea, con sus asesinos. ¿Qué es decadencia, me preguntas?