El triunfo de la voluntad

«Los vascos serán lo que quieran ser», dice siempre Ibarretxe y éste es uno de los aspectos más curiosos de la identidad: el triunfo de la voluntad. Pero si la identidad es lo que nos hace ser iguales a nosotros mismos a lo largo del tiempo y en el espacio, no parece que sea una cuestión optativa, salvo que refiramos el concepto de identidad a lo que nos gustaría ser.

El sábado pasado, durante su visita a Puerto Rico, el lehendakari ha declarado que «los hombres y mujeres que viven y tienen derechos políticos» en Euskadi, serán «lo que quieran ser», al igual que lo podrán ser los portorriqueños.

Es la circularidad de la historia. A finales de mes se van a cumplir cinco años desde que el lehendakari definió con trazo grueso lo que a lo largo de este lustro se ha venido llamando ‘el plan Ibarretxe’. Fue el 27 de septiembre de 2002, durante el Debate de Política General en el Parlamento vasco. El lehendakari podría haber recordado el sábado al gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, (E.L.A., dicho sea sin ánimo de señalar) que la primera definición de su modelo político acuñada en aquel discurso fue precisamente la reclamación de «un estatus de libre asociación» con el fin de establecer una relación amable con España y basada en el «derecho a decidir su propio futuro» del pueblo vasco mediante la consulta que él se ha comprometido a efectuar.

Muy pronto llamó la atención que, en lugar de ir a explicar sus planes para una nueva relación a la otra parte contratante, hiciera un par de viajes internacionales para explicar la buena nueva a Londres, Oxford, Uruguay, Chile y Argentina, pero no a Madrid. No parece propio de un caballero que ha hecho planes de convivencia amable con una dama -o con otro caballero, claro- pasar de exponer sus sentimientos y planes para el futuro a la parte interesada y, en cambio, visitar a los vecinos de la misma para darles detalles sobre el particular.

El hecho de terminar por donde empezó, por Puerto Rico, es un bonito detalle simbólico, sobre todo si tenemos en cuenta lo que hemos vivido desde entonces: el plan Ibarretxe fue aprobado por el Parlamento vasco el 30 de diciembre de 2004 y, siguiendo su recorrido parlamentario, fue rechazado en el Congreso de los Diputados en febrero de 2005.

Atrás quedan los modelos puertorriqueño, irlandés, checheno, quebequés, caledonio y alandés, por más que Ibarretxe siempre había establecido distancias con Puerto Rico: no se debe confundir un ‘Estatus de Libre Asociación’ con un ‘Estado Libre Asociado’; son conceptos distintos, como de su propio nombre se desprende.

«Los vascos serán lo que quieran ser», dice siempre Ibarretxe y éste es uno de los aspectos más curiosos de la identidad: su carácter optativo, el triunfo de la voluntad. Vayamos por partes. El enunciado podría ser considerado razonable con otra formulación: «los vascos viviremos como queramos vivir», siempre dentro de unos determinados límites. Cuando empezó a fabricarse en cadena el ‘Ford-T’, en la segunda década del siglo XX, todos los coches tenían el negro como color de serie. La razón era muy simple: el tiempo de secado era más corto. Henry Ford anunció: «los señores clientes tienen derecho a elegir el color de su coche, a condición de que el color elegido sea el negro». Supongamos que usted o yo quisiéramos vivir como el sultán de Brunei. Es evidente que no podríamos. O sea, que viviremos como queramos vivir dentro de unas restricciones: presupuestarias, socioculturales y legales.

Pero ser lo que uno quiera ser parece más complicado aún, porque una parte del ser nos viene dado. Michael Jackson, un suponer, quiere ser blanco, pero no parece que lo consiga del todo, por mucho dinero que lleve invertido en cirujanos y endocrinos. Si la identidad es lo que nos hace ser iguales a nosotros mismos a lo largo del tiempo y en el espacio, no parece que sea una cuestión optativa, salvo que refiramos el concepto de identidad, no al ámbito de la realidad, a lo que realmente somos, sino al de los deseos, a lo que nos gustaría ser.

Y así estamos. En curso electoral, con los socialistas aferrados al nombre y al símbolo de España y más necesitados que antes de los nacionalistas. En sus dos últimas entrevistas en la prensa escrita, el presidente ha pasado en sólo siete meses y medio, de no citar la palabra ‘España’ ni una sola vez en la penúltima, a pronunciarla 26 veces en la última. El próximo día 28, Ibarretxe planteará seguramente su consulta popular, sin las cautelas o condiciones que el presidente de su partido ponía para su celebración. Imaz es ahora la gran esperanza blanca de los socialistas, «lo mejor que le ha pasado a este país», en palabras de Felipe González, pero después de la gestión que el PSE ha hecho de sus buenos resultados electorales, Egibar tiene dos Diputaciones más en su batalla partidaria contra el PNV de Imaz e Ibarretxe está en mejor situación de plantear su desafío autodeterminista. Los socialistas vascos, olvidado el modelo Maragall, optan por ayudar al PNV a moderarse después de fortalecer su ala radical y amenazan a Ibarretxe con no aprobarle los Presupuestos si insiste en la consulta. Un brindis al sol. Zapatero necesitará los votos del PNV para aprobar sus propias Cuentas.

Santiago González, EL CORREO, 10/9/2007