Electoralismo camuflado de purismo

No acaba de entenderse cómo se atreven el PNV e Ibarretxe a reprochar al PSE el eventual apoyo que puedan prestarle los populares en la próxima investidura, cuando ellos nunca han hecho ascos al que tantas veces les ha prestado la izquierda abertzale. Por lo visto, el apoyo de Basagoiti es más denigrante para los nacionalistas que el de Otegi.

Qué perra han cogido el PNV y su candidato Ibarretxe con la ilegalización de las candidaturas de la izquierda abertzale! Se han erigido en paladines de la pureza democrática, y no hay mitin de campaña en el que no arremetan contra el PSE y el PP por haber diseñado al alimón, promoviendo aquella, toda una estratagema electoral para desalojarlos del lugar que, al parecer, por derecho natural les corresponde: Ajuria Enea. Igual da que el argumento sea consistente o sofista. No importa siquiera que en él crean o no quienes lo esgrimen. Basta con que sea útil para sus intereses. Y, en esto, cuentan con un sector del electorado, el suyo, que está dispuesto a darlo por válido.

Y, sin embargo, la acusación de electoralismo por parte de los nacionalistas puede volvérseles en contra. Cabe, en efecto, sospechar que la defensa que éstos hacen de la presencia de la izquierda abertzale en el Parlamento nada tiene que ver con la pureza del sistema, sino que obedece, precisamente, a su egoísta interés por mantenerse en el puesto del que los otros quieren desalojarlos. Porque, si con la ausencia ganan los unos, de la presencia sacarían provecho los otros. Y, puestas así las cosas, tan electoralista debe considerarse el objetivo de la permanencia como el del desalojo.

Pero hay algo más fraudulento aún en la utilización de este argumento. Ese algo está en lo que parece sobrevivir todavía en el nacionalismo de voluntad de repetir el pasado, si volvieran a darse las condiciones. Veámoslo. El aprovechamiento que el PSE y el PP pueden obtener de la ausencia de la izquierda abertzale no pasa de ser, hoy por hoy, una hipótesis, que sólo podrá verificarse una vez que se hayan celebrado las elecciones. Por contra, el provecho que ya han obtenido de su presencia el PNV e Ibarretxe es un hecho contrastado. Gracias, en efecto, a los escaños abertzales, fue Ibarretxe investido lehendakari en 1998 y en 2005 y, gracias también a esos mismos escaños, logró el actual candidato jeltzale aprobar, en 2003, el Plan que llevaba su nombre y, en 2008, su Ley de Consulta. Recordados estos hechos, la protesta por la ilegalización, más que signo de purismo democrático, parece la confesión de un deseo fallido. La rabieta que sigue a la frustración.

Finalmente, con tales antecedentes, no acaba de entenderse cómo se atreven el PNV e Ibarretxe a reprochar al PSE el eventual apoyo que puedan prestarle los populares en la próxima investidura, cuando ellos nunca han hecho ascos al que tantas veces les ha prestado la izquierda abertzale. Por lo visto, el apoyo de Basagoiti es más denigrante para los nacionalistas que el de Otegi. ¡Vaya por Dios!

José Luis Zubizarreta, EL CORREO, 16/2/2009