Entre el inmovilismo y el revisionismo

JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA, EL CORREO – 22/06/14

· El nuevo Rey, además de las limitaciones que la Constitución le impone, tuvo que bordear en su discurso los escollos de la polarización del país.

De los actos que se han sucedido a raíz de la abdicación de Juan Carlos I, el discurso del nuevo Rey, Felipe VI, ha sido el que mayor expectación ha suscitado. Los demás, aparte, por supuesto, de la propia abdicación, no habían sido sino eslabones de una cadena cuya configuración final conocíamos de antemano. La atención de la opinión pública estaba, pues, centrada en la única novedad que ofrecía un proceso pautado casi al detalle desde el mismo texto constitucional. No es, por ello, de extrañar que hayan sido las palabras del nuevo Monarca las que han recibido los comentarios más numerosos y variados según las expectativas que cada uno se hubiere formado.

Estos comentarios no siempre han tenido en cuenta el contexto en que las palabras del Monarca se pronunciaban. El Rey Felipe debía conducir su discurso como Odiseo gobernara su nave por el estrechísimo paso que dejaban entre sí Escila y Caribdis. O, dicho de manera menos pretenciosa, tenía que jugar sus cartas como lo hiciera don Mendo en el juego de las siete y media, donde «o te pasas o no llegas» y, al asumir el riesgo, pones tu «peculio en un brete». En el caso del Rey, el estrecho que había de atravesar era, en realidad, doble y doble era también, en consecuencia, el riesgo que corría de poner en brete su prestigio desde el comienzo de su reinado.

El primer riesgo lo conocíamos –o deberíamos conocerlo– todos. No es otro que el estrechísimo margen que le permitía su propia posición constitucional. El mismo Rey trató de dejarlo claro, para evitar malentendidos, desde el comienzo de su discurso, cuando mencionó las limitaciones que lo constreñían, sobre todo la que ordena que «la dirección de la política del país corresponde al Gobierno». Sólo desde la conciencia de esa tajante limitación resultaba justo enjuiciar las palabras que el Monarca se disponía a pronunciar. Pero algunos no han querido entenderlo así y han preferido despreciar la intervención de Felipe VI porque ni dijo lo que no podía decir ni respondió a lo que ellos esperaban. En esto han desbarrado especialmente, no tanto por ignorancia como por interés, los partidos nacionalistas, que dicen no haber encontrado en el discurso real los compromisos de «cambio de régimen» que por lo visto esperaban escuchar. El Rey, lejos de pasarse, «no llegó», para éstos, a las siete y media.

Sin embargo, si se tienen en cuenta las estrictas limitaciones constitucionales que lo constreñían, el discurso del Rey resultó, si no brillante, sí, al menos, solvente. Y, en lo que se refiere precisamente a las expectativas nacionalistas, se recreó, como no lo había hecho hasta ahora ningún político español, en la riqueza lingüística y cultural del país, mencionando, a modo de reconocimiento, a sendos escritores emblemáticos de las tres nacionalidades dotadas de lengua propia. Quizá le faltó haber acompañado la mención del autor con una breve cita en versión original de alguna de sus líneas más significativas. En cualquier caso, y desde un punto de vista más general, si algo pudo echarse de menos en el discurso real fue, en mi opinión, un poco de ‘pathos’, de modo que se habría evitado la impresión que quedó de lejanía y frialdad burocráticas.

Pero, al margen de por estas limitaciones constitucionales, el Rey tuvo también que pasar por entre dos escollos que amenazaban, no menos que aquellas, con hacer zozobrar la nave de su discurso. Se trata de las Escila y Caribdis que acechan, cada una desde su orilla, la política actual del país: el inmovilismo y el revisionismo. El primer escollo pudo presenciarlo de muy cerca el propio Monarca en el escenario en que pronunció sus palabras. Y cualquier lector de este diario tuvo también oportunidad de verlo por sí mismo en la fotografía que corría en franja, de un extremo al otro, las dos caras del periódico que se publicó el día siguiente de la proclamación en el Congreso.

Y es que sólo mirar uno a uno aquellos rostros, representantes todos ellos de las más altas instituciones del Estado, bastaba para darse cuenta de lo atrevido y arriesgado que habría sido para el Rey pronunciar cualquier palabra que insinuara levemente una invitación al movimiento o a la innovación. Si, hasta en este proceso tan único y, por tanto, tan ‘anormal’, quien posaba a su lado, el presidente Rajoy, no había dejado de destacar la «normalidad» como su más peculiar característica, ¿cómo podía el recién proclamado Rey atreverse a romperla con algo que sugiriera novedad?

Pero, además, los ecos que llegaban desde la calle y que tan ruidosamente se habían hecho oír los días precedentes inmovilizaban aún más, con sus reclamaciones de revisión radical de todo el sistema, a quienes ya de por sí no estaban por la labor de moverse lo más mínimo. Y es que va a ser precisamente este revisionismo que se ha instalado en la sociedad y que reclama, tanto en España como en Europa, no menos que una refundación del sistema desde sus mismas raíces lo que con mayor fuerza va a contribuir al apalancamiento de los más inmovilistas.

El miedo al cambio de sistema, azuzado más por quienes lo aborrecen que por quienes supuestamente lo promueven, va a hacer que los que buscan razonablemente un cambio necesario no encuentren la compañía imprescindible para llevarlo a buen puerto. El revisionismo, por radical, se habrá erigido en el auténtico adversario del inmovilismo, condenando a la irrelevancia cualquier propuesta de carácter reformista. La polarización está servida para beneficio de los dos polos. Hizo, por tanto, bien el Rey ateniéndose estrictamente en su discurso a la neutralidad que le asigna la Constitución y dejando para otra ocasión más propicia y discreta la función de «moderación y arbitraje» que también le confiere. Sin olvidar, por supuesto, que en el cumplimiento de esta última, no menos que en el de la primera, estará también poniendo «en un brete su peculio».

JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA, EL CORREO – 22/06/14