Expertos creen que la amenaza ‘yihadista’ ya es mayor que la de ETA

La proliferación de congresos salafistas —corriente más ‘purista’ del islam—, los intentos del imán de Lérida de expandir su ‘policía religiosa’ o el proyecto de un canal de televisión islámico promovido por un líder del wahabismo saudí serían pruebas de que España es caldo de cultivo de facciones desestabilizadoras.

España está bajo el radar de grupos radicales del llamado yihadismo ideológico, el movimiento que busca la captación de «voluntades» para instaurar un islamismo extremo sin recurrir necesariamente a la lucha armada. Para el grupo de expertos en terrorismo consultados por ABC, la reciente proliferación de los congresos salafistas —corriente más «purista» del islam—, los intentos del imán de Lérida de expandir su «policía religiosa» o el proyecto de un canal de televisión islámico promovido por un líder del wahabismo saudí no son episodios aislados, sino la prueba de que nuestro país es caldo de cultivo de facciones desestabilizadoras.

«Seguimos siendo blanco del terrorismo yihadista, tal como se desprende de la propaganda radical que nos señala, pero por otro lado hay que tener en cuenta esas otras actividades que vemos en España y que pueden ser utilizadas por los yihadistas para radicalizar a personas en la violencia», advierte Rogelio Alonso, profesor de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos. Como otros expertos, cree que uno de los mayores problemas hoy son las organizaciones legales que operan como «puertas de entrada» hacia la yihad, como es el caso del Tabligh, Justicia y Caridad o la corriente salafista, que este año realizó diez congresos en nuestro país. Javier Jordán, politólogo de la Universidad de Granada, coincide. «Aunque hoy no son un riesgo para la seguridad nacional, de aquí a un tiempo pueden ser problemáticas en materia de integración social», dice.

Enemigo en casa

Tras el 11-M, el Ministerio del Interior abortó siete proyectos del terrorismo yihadista, el más reciente en 2008, cuando se detuvo a una célula vinculada al Movimiento Talibán de Pakistán que pretendía realizar un atentado suicida en el metro de Barcelona. Para algunos, la amenaza que representan ya es mayor que la de ETA. «Definitivamente hoy son un peligro mayor que el terrorismo etarra», afirma Serafín Fanjul, catedrático arabista de la Universidad Autónoma de Madrid. «ETA es un movimiento político con objetivos políticos. Por más fanatizados que estén, y lo están, se puede discutir con ellos, o al menos demostrarles que el Estado es más fuerte y que no tienen posibilidad de ganar», dice el ex director del Centro Cultural Hispánico de El Cairo. «En cambio, los fanáticos de la yihad alegan un móvil religioso, por lo que ese diálogo es imposible, no se trata de negociar con ellos, se trata de negociar con Dios».

Alonso no cree que se puedan equiparar las amenazas. «Ambas constituyen un problema para nuestra seguridad, pero son diferentes. ETA hoy no plantea un tipo de violencia indiscriminada como la del terrorismo yihadista, pero sigue siendo una amenaza, y más si logra entrar en las instituciones», explica. Jordán, que ha publicado numerosos estudios sobre la radicalización islamista en España, tampoco considera que sean comparables. Pero advierte: «El terrorismo yihadista tiene menos infraestructura pero cuando atenta es muchísimo más letal. Seguimos teniendo grupos logísticos para enviar voluntarios al extranjero, por un lado a través de grupos magrebíes que dan apoyo de Al Qaida en el Magreb y por el otro, a través de grupos paquistaníes que envían apoyo a Asia Central».

Pese a que la gran mayoría del colectivo musulmán condena el integrismo, los académicos atribuyen gran poder a las minorías extremistas. «Diversas encuestas indican que hay entre un 15 y un 20 por ciento de simpatizantes con el yihadismo, pero la clave es qué puede hacer el otro 80 por ciento contra ellos», dice Fanjul. Carlos Echeverría, profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y analista de terrorismo yihadista salafista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), cree que la mayor amenaza está en el frente del Magreb y, aún más, en el de Pakistán, al que considera «extremadamente importante en Cataluña».

Limitaciones jurídicas

Lo que más preocupa a los expertos son las debilidades del sistema jurídico español a la hora de combatir el yihadismo ideológico, especialmente en lo referido al delito de enaltecimiento. «España está haciendo una importante labor antiterrorista, pero se tiene que ver reflejada en el Código Penal para que las actividades terroristas que no son atentados, que no llegan a ser acciones letales, también conlleven las penas que merecen», dice Echeverría. Pese a la reciente reforma del Código Penal, que tipifica conductas propias del terrorismo islamista como el adiestramiento, la captación o el adoctrinamiento, sigue habiendo «flecos sueltos». Y Echeverría los ve, por ejemplo, en el recurso de casación que presentó la defensa de la célula paquistaní que planeaba el atentando en Barcelona y que ahora está analizando el Tribunal Supremo. «En ese recurso, se ve cómo la defensa intenta presentar a los acusados, que ya fueron condenados por la Audiencia Nacional, como gentes que simplemente ejercían su libertad de expresión y de reunión. Hay que lograr que no puedan utilizar esos argumentos», dice.

«Es un delito difícil de probar. Hemos tenido la prueba con Otegi, absuelto de enaltecer a ETA», dice Alonso. «Y esto ocurre cuando el enaltecimiento es público y en español. Demostrar que se están haciendo elogios del terrorismo en un sermón del viernes en una mezquita que se da en árabe es todavía más difícil», agrega Fanjul. El yihadismo es una forma compleja de terrorismo con multiplicidad de actividades como son los desplazamientos a países terceros, la formación en campamentos y la recepción y diseminación de propaganda que se vincula con religión. «Todo ese espacio tan sutil tiene que ser bien definido en términos penales», concluye Echeverría.

«Al Qaida sufre una crisis existencial»

Frente a los recientes casos de radicalización islamista en España, no todos los expertos muestran alarma. Jean-Pierre Filiu, profesor del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po.) y referente internacional en el estudio de la yihad, considera precipitada la preocupación por el auge de los congresos salafistas. «Si se habla de yihadismo se habla de algo muy diferente al resto de las tendencias musulmanas e incluso del islamismo. Ahora hay más y más salafismo en España, pero también en Egipto, Indonesia y otros países. En estos momentos de la historia del islam, ese movimiento está dando respuestas rudimentarias pero que apetecen a una minoría significativa involucrada con el islamismo activo. Por el momento esa corriente es un problema desde el punto de vista de la integración social, porque se niega a que algunas leyes de Occidente se apliquen a sus miembros», explica Filiu. «Pero no hay relación positiva ni negativa entre fundamentalismo y terrorismo». Según sus estudios, muchos núcelos yihadistas han sido expulsados de las mezquitas y están fuera del ámbito de culto. Cuando habla de yihadismo, Filiu aclara que no se trata de radicalización religiosa, sino de radicalización política. «Es un proceso político. De hecho, la cultura islámica de muchos yihadistas es pésima. El perfil del yihadista europeo es el de un individuo con muy pocos conocimientos del islam, pero que se ha radicalizado por razones políticas a través de internet, razones políticas que islamizó después», dice. «Desde el punto de vista islámico, Al Qaida sufre una crisis existencial en estos momentos. Por eso recluta fuera del islam, gente que pinta su radicalización de islámica». «El discurso yihadista hoy está desvalorizado, incluso por el salafismo».


«Todos los musulmanes somos células durmientes»

Un marroquí que preside una asociación árabe de Lérida alerta del auge del islamismo radical en España.

«Todos los musulmanes en España somos células terroristas durmientes». Esta contundente sentencia, pese a su apariencia, no es fruto de un ánimo racista, xenófobo. De hecho, la pronuncia Omar Charah, un marroquí que vive en España desde hace veinte años y que es presidente de la Asociación Cultural Árabe Atlas, con sede en Lérida. Es una alerta que pretende movilizar a todos los que anhelan convivir en paz y tolerancia en nuestro país, sea cual sea nuestro origen o religión.

Charah, que ha sufrido represalias (amenazas verbales, ruedas pinchadas…) por denunciar el islamismo radical que predica el imán de la Mezquita Ibn Hazm de Lérida, Abdelwahab Houzi, da la voz de alarma. El salafismo-wahabita, la corriente islámica que inspira a Al Qaida, la que en el 11-M llevó a varios «muyahidines» a dejarnos una cicatriz del tamaño de una vía en la estación de Atocha, se extiende por todo el territorio español. Se predica desde el «minbar» (púlpito) de algunas mezquitas, recorre las calles de nuestras ciudades de la mano de los «policías religiosos» que velan por su doctrina, que hostigan a los refractarios… y, finalmente, recala en las casas de muchos musulmanes que viven en condiciones muy precarias.

Terreno fértil

Esta semilla del odio de la «yihad» subvencionada desde países como Arabia Saudí, que habla de «ellos y nosotros», persigue el «califato universal» y denigra a la mujer, puede germinar rápidamente. Halla terreno fértil entre una comunidad de inmigrantes, con o sin papeles, a la que la crisis económica general golpea de manera especial. Ellos y nosotros. Las cosas son o «halal» (acorde a la ley islámica) o «haram» (prohibido). «Esta gente se aprovecha del rechazo al “moro”», subraya Charah. Si te sientes rechazado y no ves salida, el imán te ofrece una… Te acoge, te ayuda, te promete felicidad eterna. Células terroristas durmientes en potencia, valga la exageración de buena fe que suele acompañar a toda alerta.

Como viene explicando ABC en las últimas semanas, el extremismo islámico está llevando una cruzada en nuestro país. Una prueba: en 2010 se han celebrado diez congresos salafistas en España. En 2008, sólo uno.

El fenómeno, que tiene como uno de sus epicentros Cataluña, la comunidad autónoma con más inmigrantes musulmanes, preocupa a políticos, policías y jueces. Los últimos dos estamentos ya han pedido al primero que mejore la ley para poder castigar el enaltecimiento de carácter «yihadista». Que se den facilidades para expulsar a los imanes que animan a sus fieles a la guerra santa. En este sentido, Charah también interpela a la clase política, a la que acusa de dejadez a la hora de atajar este problema, y de la que censura que se centre en medidas de menos calado que «buscan rédito electoral», como la prohibición de llevar el velo integral —«burka» o «niqab»— que promovió en primer lugar la ciudad de Lérida y a la que han seguido varios municipios.

Para el presidente de la asociación Atlas sería más efectivo que los gobiernos hicieran una labor intensa a través de las asociaciones de inmigrantes, instándolas a ejercer de mediadoras y, sobre todo, supervisando la eficacia de su tarea. Para asegurarse de que no acabe siendo una inanidad subvencionada.

En Wikileaks

La conexión «yihadismo»-España, con capital en Cataluña, se ve allende nuestras fronteras. Una de las entregas de las filtraciones de Wikileaks revelaba que Estados Unidos considera la comunidad catalana como «el mayor centro mediterráneo de actividad de radicales islamistas». Todo ello en base a un informe supuestamente secreto del ex embajador norteamericano, Eduardo Aguirre, fechado en octubre de 2007. Aguirre incluso proponía que el consulado de Estados Unidos en Barcelona se convirtiera en una platafoma para una agencia que coordinara la lucha antiterrorista, una central de inteligencia con la mira puesta en la «yihad».

En el punto de mira de la Policía

El imán Abdelwahab Houzi, salafista confeso, mantiene una pugna con el Ayuntamiento de Lérida, que le ha precintado «sine die» la mezquita de la calle Norte por exceso de aforo y le ha condenado a rezar en el recinto ferial de los Campos Elíseos. La Policía ha puesto a Houzi entre los salafistas más vigilados, y en su currículum acumula incidentes, como denuncias por poligamia y malos tratos o una investigación en curso de la Fiscalía sobre su gestión económica al frente de la mezquita. No hace mucho, después de un rezo, uno de los feligreses de Houzi fue apelado a hacer un donativo para pagar el futuro lugar de culto. «¿Todavía recogéis dinero?», dijo el parroquiano, que creía más que pagado el templo. Y se fue a su casa. A los pocos días, las «patrullas religiosas», los «barbudos» del imán, seguían al fiel curioso por la calle. Para disuadirle de hacer más preguntas. En las entrevistas que ha concedido —como a ABC el pasado agosto—, Houzi responde a las acusaciones de radical con evasivas y retórica doctrinal. «Cuando decimos que volvemos al Islam puro queremos decir el Islam de la misericordia, de la paz», afirmaba. Para quien quiera creérselo.

ABC, 2/1/2011