Francia en Mali

JAVIER RUPÉREZ, EL IMPARCIAL 18/01/13

· Servicios internacionales de inteligencia y seguridad habían percibido ya hace algún tiempo la concentración de bandas criminales de diversos tipos en el vasto e inhóspito territorio definido por la frontera entre Argelia y Mali y en la práctica en todo el Norte sahariano de este último país. Bandas incontroladas de tuaregs, que habían encontrado un pretexto politico para su acción en la reclamación independentista, habían sumado sus fuerzas a los terroristas de confesión islámica que buscaron en el desierto refugio para sus fechorías, escapando de Pakistán, de Afganistán y mas recientemente de Libia. Y desde Febrero de 2012 el compacto delictivo había recibido el apoyo de los militares golpistas malianos, que depusieron al presidente de democráticamente elegido e incidieron también en la formación de un territorio independiente en el Norte del país.

Ese conglomerado criminal, que cuenta con las armas extraídas de Libia tras la caída de Gadaffi y con los pertrechos proporcionados por los americanos al ejército y a la policía de Mali, entrenados durante varios años por los servicios de los Estados Unidos en un benemérito, como ahora vemos fallido, esfuerzo por dotar al país de estabilidad, han acabado bajo la influencia de las varias ramas de Al Qaida que operan en la zona. Ello se ha traducido en una amenaza inmediata para la integridad territorial del país, directa para la paz de los países vecinos —que incluyen Mauritania, Argelia, Níger, Senegal, Burkina Faso, Costa de Marfil y Guinea- y brutal para los habitantes del territorio, que han visto como la aplicación inmisericorde de la ley islámica se ha traducido en una serie horrenda de brutalidades dignas de los peores relatos del califato medieval.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha venido ocupándose del tema a lo largo del año pasado, aprobando por unanimidad tres resoluciones colocadas bajo la autoridad del Capítulo VII de la Carta —que autoriza la utilización de la fuerza si necesario fuera — y que en la última de la serie, la 2085, larga y compleja, autoriza la creación de una “Misión Internacional de Apoyo a Mali” bajo dirección africana al tiempo que solicita del resto de los estados miembros a que presten su apoyo a esa misión militar. El Consejo de Seguridad ha reiterado su preocupación por las acciones terroristas que encuentran su origen el Norte de Mali, por los movimientos separatistas que propugnan la ruptura de la integridad territorial maliana y por la sistemática violación de los derechos humanos.

Ha hecho bien Francia en responder a la llamada del Consejo de Seguridad, y a la petición de ayuda que bilateralmente había dirigido a París el Gobierno transicional maliano. Siempre son complejas las intervenciones militares en el exterior y difíciles los cálculos de sus riesgos y beneficios. En efecto, la guerra debe ser la última “ratio” de la acción humana. Pero cuando valores básicos de la convivencia se ven puestos en peligro, bien hace la comunidad internacional en prever la utilización del uso de la fuerza y sus miembros en recurrir a ella para restaurar el orden perdido. Siempre cabrá argumentar que si no se hubiera tratado de una país francófono donde se ubican importantes intereses humanos y materiales franceses, París no hubiera decidido la intervención, pero la veracidad del aserto no empaña la solidez de la opción gala: como bien dice el Consejo de Seguridad, la situación en el Norte de Mali amenaza la paz y la seguridad internacionales y es bueno saber que un país con suficiente panoplia armamentística y sobrada voluntad política toma la iniciativa para acabar con el riesgo de la barbarie.

Tanto más cuanto que los Estados Unidos de Obama tiene ya anunciada su corta voluntad intervencionista y que no son muchos más los actores internacionales que tengan capacidad y ánimo para emprender estas aventuras. Que Francia no sea precisamente uno de los más grandes entre ellos es mérito añadido a su acción. Los países africanos que tiene previsto participar en la” Misión de Ayuda a Mali” seguramente tendrán motivos para acelerar sus preparativos con el acicate del ejemplo francés y los que por razones varias han hecho saber que no cuentan con el desplazamiento de tropas al territorio sin embargo se han mostrado dispuestos a prestar cobertura logística, de inteligencia y comunicación para el esfuerzo. Entre ellos los Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania e incluso Dinamarca. Parece que, tras algunas dudas, también España. Entre tantos motivos para el desánimo en la imperfecta solidaridad de los actores internacionales, este debe contarse como motivo de satisfactoria esperanza. “Unidos contra la barbarie”, podía denominarse la operación.

Y es que, por mucho que la obsesión de la agente de la CIA Maya en “Zero Dark Thirty” por acabar con Osama bin Laden se vea puntuada por la angustia que produce la continuación de los atentados después del 11 de Septiembre —Londres, Arabia Saudita, Pakistán, ¿qué se hizo de Madrid, Atocha, por cierto, que no aparece en la narración, acaso no estaba en el radar de la CIA o del guionista de la película?- como si de la desaparición del jefe dependiera la caída del tinglado, los seguidores de la aberración “yihadista” no son pocos y no todos ellos están muertos. Y ninguno de ellos se atiene a las normas civilizadas sobre la utilización de la fuerza.

Al final de la historia, las armas están para ser utilizadas, como bien le recordó la Secretaria de Estado americana Madeleine Albright a Colin Powell, entonces Jefe del Estado Mayor de los Estados Unidos, ante la reticencia del todavía general para intervenir en Bosnia: “¿Para que queremos el mejor ejército del mundo si no estamos dispuestos a utilizarlo?” Parecen que los franceses, llegado el momento, incluso con Hollande, no se ven atenazados por esas dudas. Bienvenidos sean.

JAVIER RUPÉREZ, EL IMPARCIAL 18/01/13