Gesto por la Paz se despide tras casi treinta años de ‘lucha’ cívica y miles de concentraciones silenciosas en repulsa por la violencia en Euskadi

EL CORREO 27/05/2013

· Legado Gesto publicará dos libros y creará una web, que recogerán el trabajo del colectivo
· Concentraciones «Cuando volvíamos a casa pensábamos que, si sólo nos habían insultado, todo había ido normal»
· Izquierda abertzale «Gente en las cárceles, fallecidos… ¿Cómo explicas que para nada?»

 

Quince minutos

Nunca un acto tan simple y silencioso dio tanto de qué hablar. Las concentraciones de Gesto por la Paz pasarán a la historia como ejemplo de lo que fue una respuesta cívica en medio de tanta barbarie. Han pasado nada menos que 28 años desde que la coordinadora vasca empezara su ‘lucha’ pacífica en la calle. El objetivo: remover conciencias. Una andadura no exenta de tensión, e incluso de incomprensión, que llegará a su fin el 1 de junio. Si en febrero del pasado año Gesto celebraba en Bilbao su última manifestación –la primera se había llevado a cabo en 1988–, el próximo sábado cerrará definitivamente la persiana. No sin antes, eso sí, dejar un legado que permitirá mantener viva la memoria de lo que fue y significó este movimiento en Euskadi.

Ana Rosa Gómez
Ana Rosa Gómez

Ana Rosa Gómez (Orduña, 1964) lleva casi un cuarto de siglo vinculada a este colectivo. Media vida. Ha sufrido en sus carnes, como también lo hicieron sus compañeros, la presión de la izquierda abertzale y ha brindado por la liberación, entre otros, de secuestrados por ETA como José Antonio Ortega Lara o Cosme Delclaux. Pero si algo puede «afirmar rotundamente» es que se queda «con el recuerdo de la gente que ha formado parte» de la coordinadora. «Nunca me he sentido más a gusto en un grupo humano», declara. La despedida le deja un sabor agridulce. Cuesta «deshacer los lazos personales», pero «hay un aspecto dichoso» que prevalece por encima de todo lo demás: «Hemos podido ver cumplido el sueño de la desaparición de la parte más cruenta de la violencia».

Ana Rosa ha tenido entre sus manos una ardua tarea: recoger en un libro de unas 200 páginas los «sentimientos, emociones y sensaciones» que han vivido los miembros de la coordinadora pacifista. «Es un relato personal de alguien que narra desde dentro lo que ha significado formar parte de esto», resume. ‘Un gesto que hizo sonar el silencio’ verá la luz a finales de esta semana, junto a otras dos iniciativas. El colectivo publicará un segundo libro con fotografías históricas y creará una página web en la que, a modo de hemeroteca, ‘colgará’ todo el trabajo desempeñado por Gesto a lo largo de su historia.

– Cuando se cierra una etapa es momento de echar la vista atrás. Tras unos inicios muy duros, en plenos ‘años de plomo’, los noventa marcaron sin duda la época de mayor actividad de Gesto, aunque también de extrema tensión.

– Hubo dos etapas muy diferentes. En el 93, probablemente el año más luminoso de Gesto, en pleno secuestro de Julio Iglesias Zamora, hubo un punto de no retorno en la movilización por la paz. Una gran mayoría hizo suya la calle para pedir libertad. Nació el lazo azul. Pero eso trajo como contrapartida que, dos años más tarde, con los secuestros encadenados de Aldaia, Ortega Lara y Delclaux, la izquierda abertzale pusiera en marcha su estrategia de socialización del sufrimiento para hacernos abandonar el espacio público. Mantener nuestra movilización nos exigió entonces un gran sacrificio personal. Recuerdo que cuando liberaron a Ortega Lara y a Delclaux hicimos una pequeña celebración y Floren Aoiz, que era uno de los portavoces de Herri Batasuna, dijo: ‘Cuidado, que después de las borracheras vienen las resacas’. A los pocos días ETA secuestró a Miguel Ángel Blanco.

– ¿Cómo surgió el lazo azul?

– En una reunión se comentó que teníamos que articular un símbolo que se pudiese llevar de forma permanente, un pin o algo y, al final, surgió el lazo azul. Nunca esperamos que fuese a tener esa repercusión. Pero es que también esto podría haberse quedado en el sueño de unos locos, si no hubiésemos tenido el apoyo de la sociedad. El lazo azul fue un peldaño más en el compromiso de la gente. Recuerdo que tuvimos que pedir tela a Barcelona porque se había agotado en las mercerías de Bilbao. Nos llamaban incluso de residencias para decirnos que si les mandábamos la tela, ellas nos hacían los lazos. Pero en el 95, el acoso que desplegó la izquierda abertzale los hizo desaparecer prácticamente de las solapas. No se dieron cuenta de que, muy lejos de ser un triunfo, lo que estaban haciendo era abonar cada vez más la rebeldía de la gente contra su propuesta totalitaria.

«Síndrome de los lunes»

Los noventa fueron años de luces y sombras. Con sorpresas gratas, como recibir el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia por su lucha por la libertad. «Para nosotros ir a Oviedo fue como una excursión. La mayoría no teníamos más de treinta años y nos dejaron ir a todos en un autobús, fue algo espontáneo», evoca Ana Rosa. Conseguir aquel galardón les «permitió lanzar a la sociedad española el mensaje de que no todos los vascos y navarros estábamos dispuestos a consentir que se matara en nuestro nombre». Pero Gesto también tuvo que enfrentarse a la otra cara de la movilización cívica: las contra-concentraciones. Las imágenes de personas cercanas a la izquierda abertzale intentando amedrentar a los miembros de Gesto, que permanecían en su sitio en silencio, se convirtieron en una constante.

– No tiraron la toalla.

– Gesto contaba entonces con alrededor de 180 grupos y sólo uno tuvo que suspender las concentraciones, el de Etxarri-Aranaz. Yo estuve un día allí y no volví. Es la única vez que me han temblado las piernas solas. Seguían a la gente a sus casas, era algo insoportable. Con las concentraciones llegamos a sentir lo que denominamos como el ‘síndrome de los lunes’. Estábamos nerviosos desde la mañana porque no sabíamos lo que nos esperaba. Cuando volvíamos a casa pensábamos que, si sólo nos habían insultado, todo había ido normal. Ver a la gente de la izquierda abertzale increpándonos y lanzándonos objetos te hace pensar que la falta de pudor era parte de su fuerza.

– Gesto salió a la calle en repulsa por el asesinato del parlamentario de HB Josu Muguruza, y tampoco entonces fueron bien recibidos.

– Nos hemos pronunciado siempre que se producía una muerte. A ellos les interesa utilizar a los muertos como una barricada que separe a los vivos. Parecía no importarles las vidas de las personas, sino sus significados. En el caso de Muguruza, al haber sido asesinado por la extrema derecha, constituía un símbolo fácil para hacer entender que había una guerra entre dos bandos.

– ¿Le sorprende que la izquierda abertzale hable ahora de reconocer a todas las víctimas?

– Se podría decir que el mero hecho de que pronuncien la palabra ‘víctimas’ es un avance, ya que antes sus víctimas, por ejemplo, eran gudaris o héroes, y las demás no existían. Pero no se pueden refugiar en esta apelación a todas las víctimas para no realizar el reconocimiento específico hacia las víctimas de ETA y no asumir su responsabilidad por haber contribuido de manera decisiva en la perpetuación de esa violencia.

Ana Rosa, como el resto de sus compañeros de Gesto por la Paz, es consciente de que las cosas no cambiarán de la noche a la mañana. Es más, en lo que al capítulo de la autocrítica se refiere, cree que «será menos complicado que la antigua Batasuna reconozca el daño causado fuera de su mundo, que lo que se ha hecho de forma interna». «Gente en las cárceles, fallecidos… ¿Cómo explicas que ha sido para nada?», plantea. La coordinadora pacifista envió, según revela Ana Rosa, noventa cartas a diferentes reclusos de ETA para proponerles mantener una reunión. Sólo dos respondieron. «Uno se limitó a escribirnos que le pagásemos el sello y el sobre por el tiempo que le habíamos hecho perder». El segundo –no precisa el nombre– aceptó tener un encuentro con representantes del colectivo. El viaje a Jaén se saldó con una conversación de la que Ana Rosa evoca el siguiente fragmento:

– Para mí, treinta años de cárcel son pocos si con eso gano la independencia de Euskal Herria.

– ¿Y si al final no sirve para nada? – Entonces, habré estado haciendo el imbécil.

Junto a la presión de la izquierda abertzale, Gesto tuvo también que sobrellevar las acusaciones de «falta de contundencia» con la que algunos sectores interpretaban su rebelión silenciosa. Hubo quienes incluso no entendieron que su discurso no tuviera una referencia política que, en definitiva, les enmarcara dentro del nacionalismo o del no nacionalismo. Decisiones como la de apostar públicamente –lo hicieron en 1994– por el acercamiento de los presos de ETA a las cárceles de Euskadi resultaron cuanto menos polémicas. Hoy, la posibilidad de estudiar un cambio en la política penitenciaria aparece en los mensajes de la mayoría de partidos vascos.

Las críticas, no obstante, «reafirmaron» a la coordinadora en su «postura». «Nuestro espacio –subraya Ana Rosa– era el prepartidario». De ahí, que no entiendan las recientes críticas vertidas por Patxi Zabaleta. En un artículo, escrito de su puño y letra, publicado en este periódico, el coordinador de Aralar tildaba a Gesto de haber sido «utilizado de forma constante por los ‘búnkeres’ de la venganza, del anti-diálogo, de la discriminación de víctimas y de vencedores y vencidos y del mantenimiento de la legislación de excepción». «Se ha retratado a sí mismo. No creo que sus palabras sean fruto, precisamente, de su desconocimiento hacia la labor que hemos desempeñado», replica Ana Rosa.

– Y ahora que se disuelven, ¿qué será de Gesto por la Paz?

– Lo que hemos hecho formará parte del patrimonio de esta sociedad. Empezamos con una máquina de escribir y ahora estamos en Twitter. Gesto siempre ha hecho en cada momento lo que entendía más justo y más sincero. Y ahora, eso consiste en decir adiós.

 

El último acto público, el próximo sábado en Bilbao

El colectivo echará la persiana de la misma manera que protagonizó en 1985 su primer ‘gesto’: con una concentración en la Plaza Circular

Gesto por la Paz dará por finalizada su labor el próximo sábado en Bilbao y culminará de esta forma su proceso paulatino de despedida, que arrancó a principios del pasado año. Tras el cese de la actividad armada decretado por ETA, la coordinadora anunció a mediados de enero de 2012 que a finales de ese mismo mes celebraría la que ha venido a ser su última manifestación. Gesto puso así fin a las marchas que ha liderado de manera ininterrumpida desde 1988, y lo hizo arropada por miles de personas. «Hemos recorrido cientos de kilómetros hasta llegar hasta aquí, guardado miles de minutos de silencio, agotado las metáforas en nuestras formas de reivindicación, y hemos plantado cara al miedo y al terror para hacer prevalecer el valor de la vida humana el de nuestra condición de ciudadanos libres», proclamaron al término del acto.

Pese a que entonces el termómetro apenas alcanzaba los cuatro grados, fueron muchas las personas que quisieron acompañar a la coordinadora en su último recorrido por las calles de la capital vizcaína. Representantes de todos los partidos políticos y personalidades del ámbito social, cultural y jurídico se dieron cita en aquella marcha, encabezada por el entonces lehendakari, Patxi López. Su sucesor en Ajuria Enea, Iñigo Urkullu, también acudió. Nadie de la izquierda abertzale, que a la misma hora se manifestó por unas calles adyacentes de Bilbao en contra de los recortes del Gobierno central.

Aquella marcha fue el inicio del fin. El primero de los dos actos públicos que llevarán a la coordinadora a echar la persiana de forma definitiva el próximo sábado. Lo harán, además, de una forma cuanto menos simbólica: de la misma manera que el 25 de noviembre de 1985, su primer ‘gesto’, con una concentración silenciosa en la Plaza Circular de la capital vizcaína. Un año después, la agrupación aprobó sus estatutos y se constituyó formalmente como colectivo pacifista.

El acto, que se celebrará a las doce del mediodía, contará con diversas intervenciones. Entre ellas, la de una víctima, el miembro de un colectivo que trabaja en el ámbito de los derechos humanos, una periodista y el defensor del Pueblo, Iñigo Lamarca. El broche lo pondrán los representantes de Gesto por la Paz, que darán lectura a un manifiesto con el que se despedirán de la sociedad tras casi tres décadas de andadura. Está previsto que la concentración finalice con la suelta de numerosos globos con forma de paloma.

EL CORREO 27/05/2013