Ilusiones rotas

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 06/03/14

Nicolás Redondo Terreros
Nicolás Redondo Terreros

· Este pasado lunes se celebraba en Bilbao una reunión del Foro Global España. Asistían a la convocatoria la directora del FMI, las más altas autoridades de la UE, el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno junto con varios ministros.

El día anterior, otro domingo lluvioso y desapacible, tan característico en la capital vizcaína, pero que sin embargo da a Bilbao un aire de tranquila melancolía, el Rey visitaba al alcalde de la Villa en su domicilio. Supongo que fue una reunión entrañable; sin que el silencio embarazoso impusiera su dictadura, si tenemos en cuenta la locuacidad campechana e inteligente, pintoresca e ilustrada del alcalde y el cariño que el monarca siempre ha mostrado por Azkuna.

Por la mañana, los sindicatos CCOO y UGT no desperdiciaron la ocasión y mostraron su oposición a las políticas económicas de la Unión Europea. Nada parecía anormal ni extravagante y Bilbao se aprestaba a remarcar su dimensión internacional, ya fortalecida por un empeño común de todas las administraciones que durante más de diez años han trabajado conjunta y coordinadamente para transformar la ciudad: el metro, la recuperación de la ría o el Museo Guggenheim han sido algunas de las palancas de ese cambio. Podía haber sido la puesta de largo de una ciudad necesitada de confianza ­bajo el manto de superioridad bilbaíno se esconde un retraimiento inseguro­, una vez que dejamos a nuestra espalda los secuestros, los asesinatos? el miedo que ETA había logrado extender durante décadas sobre toda la sociedad vasca.

Pero el lunes, día de la inauguración del Foro Global España 2014, todo cambió y la dulce tristeza del domingo se transformó en ira, violencia incontrolada, salvajismo y ocupación destructora de la calle por parte de los entornos de ETA, organizados alrededor del sindicato aberztale LAB y de la colaboración grotesca de STV, sindicato otrora nacionalista y hoy ferviente estandarte de un populismo conservador, mezcla de irredentismo pancista y legitimidad institucional. La protesta del domingo fue pacífica, democrática, podemos decir que europea; la del lunes por el contrario nos ha llevado desde Ucrania a Venezuela (similitud que se confirma cuando los que rompen cristales, invaden comercios, vuelcan el transporte público en una catarsis de destrucción son los que más ventajas han obtenido y obtienen del poder legítimo). Pero no me detengo en el espejo roto, en la ilusión destruida ¡una vez más!, sino en el momento crítico que vivimos en Euskadi.

Una vez derrotada ETA, la encrucijada que tiene delante la sociedad vasca, pero sobre todos las instituciones y no solo las autonómicas, -la Administración central tiene la responsabilidad de marcar referencias-, es la de seguir en manos de los autoritarios, sea por el poder que les dan los votos o por el poder que se toman en la calle, o acomodarse a unas pautas democráticas, que las leyes definen y defienden. Spinoza, partero de la modernidad, interpretando la Biblia de tal forma que se distinguiera entre las leyes de los hombres y la religión, que había servido para esclavizar durante toda la Edad Media con las cadenas de la ignorancia y la mentira, decía: «Es un hecho que el Estado no puede mantenerse sino por leyes que obligan a todos los ciudadanos , y cuando se supone que los miembros de una sociedad no quieren sujetarse a los lazos de la ley, la sociedad se disuelve y el orden se destruye».

Raudamente saldrán a la luz los que quieran rebajar la trascendencia de lo que sucedió el lunes en Bilbao, bien por hacer un favor a las instituciones del Estado -Ayuntamiento, Comunidad Autónoma o al Jefe del Estado- o simplemente por «no victimizar» a los protagonistas de la violencia callejera que se adueñaron durante unas horas del centro de Bilbao, pero se equivocan gravemente. El error nace de la confusión entre el Estado autoritario, que sufrimos durante cuarenta años y que yo rechazo sin contemplaciones, y un Estado con autoridad, dispuesto a emplear los medios de los que les hemos dotado la mayoría, de tal manera que la seguridad garantice la libertad ciudadana.

No sé si se hubieran podido impedir las consecuencias de la borrachera autoritaria que padecieron el lunes los ciudadanos bilbaínos, pero sí es necesario que sus responsables se enfrenten a la responsabilidad de sus actos y se obligue a las organizaciones convocantes a hacerse cargo de los destrozos, sin olvidar las multas correspondientes, que no deberían ser exclusivamente simbólicas. Nos estamos jugando el futuro, que puede ser lo que queramos que sea o una negra prolongación de nuestro inmediato pasado; personajes como Azkuna han hecho mucho porque no seamos siervos de la violencia de los autoritarios, pero la última palabra no la tienen las personas, por alta que sea su responsabilidad y grande su autoridad moral, la tiene el Estado, se llame Gobierno Vasco o Gobierno de la Nación.

Nicolás Redondo, presidente de la Fundación para la Libertad.

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 06/03/14