Justicia y política

Los jueces del Constitucional no vieron cosas demasiado visibles al ignorar la trayectoria de ETA y Batasuna, inventándose partidos y coaliciones. Han preferido acumular jurisprudencia de autojustificación eludiendo una realidad que cantaba.

Sobre la sentencia de legalización de Bildu por parte del Tribunal Constitucional hay tal vez demasiadas cosas que comentar. Algunas relativas al marco político que la ha rodeado, destacando por encima de todas el extraño fenómeno de un Gobierno del cual parte la iniciativa de ilegalización y que luego exhibe una auténtica euforia al ver que su propósito se ha visto rechazado, a pesar de que ha dado por medio del fiscal y del abogado general del Estado todos los pasos requeridos para la ilegalización. Era comprensible la primera reacción de acatamiento de la sentencia. Incomprensible resulta en cambio la subsiguiente ola de declaraciones aprobatorias de la misma, fielmente secundada, esta vez desde la madrugada del día 6 por los medios de comunicación afines. Es como si la jugada de hacer que hago, pero menos mal que no me han dejado hacer, hubiese tenido éxito. O según otra hipótesis, que ante el vuelco obligado por el ultimátum de Urkullu, para poder sobrevivir hasta el término de legislatura, la cuadratura del círculo de promover la ilegalización sin costes acabara así en un final feliz, sin que importasen las repercusiones para la vigencia del Estado de derecho y para el propio objetivo de forzar la renuncia definitiva de ETA, ahora inalcanzable dado el éxito de la operación Bildu.

Porque curiosamente en el desenlace de esta historia ETA ha sido totalmente olvidada. Al Tribunal Constitucional, lo mismo que a la minoría en el Supremo, no le han preocupado lo más mínimo las actuaciones bien significativas de la banda. Es como si ETA se encontrara ya en el sueño eterno, a pesar de la tonelada y media de explosivos y del tiroteo de Francia. Para desgracia de todos, ETA existe y sin embargo no dice palabra ante las declaraciones y los estatutos de Sortu, ni ante su prolongación en Bildu. ¿Se ha vuelto un ángel de tolerancia? Más adecuado es pensar que tales maniobras políticas cuentan con su aquiescencia como mínimo, con lo cual el tinglado de la aparente separación se cuartea. El silencio aquí habla.

El Tribunal Constitucional no lo ha escuchado, pero resulta más grave que tampoco haya escuchado lo que dijo Bildu ante el hecho armado de Francia, invalidando toda la retórica sobre la trayectoria antiviolencia de EA y su socio, la cual por otra parte se vería truncada de involucrarse en una maniobra al servicio de un partido que para la ley sigue siendo parte de ETA. El comunicado de Bildu, hace menos de un mes, se limitaba a «rechazar (sic) el incidente», poner en tela de juicio la versión de la policía francesa y, como si estuviera en los entresijos de la banda, afirmar que «el alto el fuego de ETA sigue en vigor» y a modo de coletilla añadir que «debe ser responsabilidad de todos los agentes el dar pasos decididos y firmes hacia la normalización y pacificación de Euskal Herria». Es decir, un texto rigurosamente de Batasuna, como tantos otros antes, que cualquier observador identifica sin dificultades, y en la única ocasión en que Bildu se topó con ETA. ¿No les ha interesado a los jueces leer la noticia donde queda esclarecido el objeto de su reflexión? Al parecer, han preferido acumular jurisprudencia de autojustificación eludiendo una realidad que cantaba.

Tampoco citan la circular de Batasuna de 11 de enero donde queda de relieve que Batasuna sintoniza con ETA y que ha llegado al límite de sus concesiones formales. ¿La tuvieron delante? Por fin, no vieron cosas demasiado visibles al ignorar la trayectoria de ETA y Batasuna, inventándose sucesivos partidos y coaliciones para salvar el obstáculo de la legalidad, en un remake político de ‘El hombre de las mil caras’. Claro que los testaferros deben estar incontaminados; hasta que dejan de estarlo, y el comunicado aludido debiera mostrar como en las películas de mutantes que ya habían asumido la contaminación. Lo estupendo es ver cómo el Constitucional añade por iniciativa propia una cara más a la serie batasúnica para cortar el nudo gordiano de la formación de Bildu.

El obstáculo era en principio insalvable. ¿Cómo explicar, sin la intervención de Batasuna, que la distribución de puestos diera prioridad al supuesto magma de ‘independientes’? ¿Cómo es posible desde un cuarto de millar de lugares negociar sin asamblea alguna ni representante visible? El Tribunal Constitucional lo resuelve con la invención de un nuevo sujeto político no afectado por la ilegalidad de Batasuna: «La Izquierda Abertzale», citada con mayúscula, «la llamada izquierda abertzale, corriente política o ideológica que como tal no está proscrita» y es susceptible de actuar, de pactar con EA y el otro, y que además ya es algo separado de ETA. Otra cuadratura del círculo (p. 45): «La estrategia de la organización terrorista y del partido político ilegalizado [no acreditan] la instrumentalización de la coalición electoral al servicio de dicha estrategia». Porque Batasuna ya no lo es, sino Izquierda Abertzale, y puede así reingresar en la legalidad por la puerta trasera. Lo demás sobra.

Antonio Elorza, EL CORREO, 11/5/2011