La convicción biológica

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 26/10/13

· Querido J: «Antonio García Carbonell entró en la cárcel el 23 de junio de 1995. El día que el psiquiatra lo visitó en La Modelo, seis meses después, acudió, al parecer, ansioso y triste. Había adelgazado 40 kilos. Llevaba una biblia debajo del brazo que, dijo, le leía un compañero. Él es creyente –evangélico– y analfabeto. No conseguía hablar sobre lo ocurrido, sólo del presente, observó el psiquiatra, que lo había ido a ver a petición de su abogado. Del pasado contó que su padre los había abandonado a él y a sus siete hermanos. Su madre había fallecido antes de caer preso. Él se casó, dijo, a los 14 años, con Carmen R., y tuvieron 11 hijos. Uno de ellos ha muerto años después. Hasta que llegó a Sabadell, en torno a 1980, se había pasado ‘media vida’ sin domicilio fijo, según él mismo le contó al psiquiatra: ‘Íbamos por el mundo con el carro y con las bestias’.

En su documento nacional de identidad reza que nació el 8 de marzo de 1937 en Lérida. En Sabadell, se dedicaba, según él, a vender ropa en los mercadillos y a recoger y vender chatarra. La casa familiar, un edificio de dos alturas y una azotea con la fachada alicatada de arriba a abajo con azulejos granates, ha estado siempre a nombre de su mujer. La azotea tiene un enrejado con forma de media gota y hay un balcón en la primera planta. A pie de calle, la persiana metálica de la puerta del garaje estaba echada. El Seat 124 de uno de sus hijos, rojo, impecable y brillante a pesar de los años, aparcado delante del vado junto a la acera. Enfrente, el colegio de primaria al que iban sus hijos. La tarde que pasé por delante, una señora con un moño azabache, cincuentaitantos años, falda, camisa y delantal negros, estaba tirando un cubo de agua a la calle. ‘Mis hijos y mi mujer, yo no tengo nada más en el mundo’, contó él al psiquiatra.»

Hace unos cinco años, el periodista Braulio García Jaén tiró a la basura este párrafo del libro que escribió sobre Ahmed Tommouhi y Abdezarrak Mounib, Justicia poética. El caso de dos condenados por la cara, que es uno de los grandes libros de periodismo que se han escrito en España (Miguel Bardem quiere hacer una película con él), además de un ejemplo extravagante de cumplimiento moral. Lo tiró porque sus editores le reclamaban poda y porque fantaseaba (qué otro vicio puede practicarse en España con la literatura faction) con escribir un nuevo libro durísimo, ahora centrado sobre el violador. Tengo disponible otro trozo de fotografía de Carbonell: «En la cárcel, poco después de ser detenido, limpiaba el suelo de la planta de la galería; llevaba una barba muy poblada y su trato era el de estos tipos, a veces gitanos como él, muy religiosos, que parecen humildes pero son sólo serviles. Algún funcionario preguntaba al verle, sin saber: ‘¿Y este pobre hombre qué habrá hecho?’ La fregona era lo que le permitía conseguir las redenciones extraordinarias de pena. Las ordinarias venían de serie, como ya sabrá».

No habrás olvidado que Carbonell, que salió anteayer de la cárcel en cumplimiento de la sentencia de Estrasburgo, es algo más que un violador: es el hombre que dejó que Tommouhi y Mounib se pudrieran (verbo de prosa estercolera, ¡pero hay que abonar!) por delitos que no habían cometido: el primero cumplió íntegramente sus 15 años de condena y el segundo murió preso de un ataque al corazón. Yo tuve una larga relación con el caso Tommouhi y con Tommouhi mismo. Y una tarde de hace años, la recuerdo, fui a casa de los Mounib, tiempo después de que el padre muriera. Yo odio a García Carbonell de un modo personalmente exaltante. Por encima del odio/media que provocan los titulares de periódico. Pero el odio no puede cegar la biblia, el carro, las bestias, los 11 hijos, la fregona. Ni menos aún, si pudiéramos verlos con precisión, los circuitos cerebrales del violador, de este ínfimo cobarde.

Ya intuirás cuál es ahora el problema. ¿Qué hace la sociedad con Carbonell en la calle? En 2010 se reformó el Código Penal imponiendo la llamada medida de seguridad, una suerte de libertad vigilada de 10 años de duración, aplicable a los delincuentes sexuales. Pero es dudoso que pueda aplicársele, en razón del principio de la retroactividad. Que la sociedad vigile a un hombre que ha cumplido su pena ha provocado un gran debate jurídico. Nuestro amigo, el fino y concienzudo abogado Javier Melero, me decía ayer: «El Derecho no acepta como atenuante el posible patrón biológico de los delincuentes sexuales; en cambio, prevé una vigilancia del delincuente después de la pena en razón de una peligrosidad que sólo puede justificarse por causas biológicas: hay una contradicción manifiesta en este asunto».

Hay contradicción, sin duda. El Derecho tipifica como modelo de delincuente no reinsertable el llamado delincuente por convicción. Es decir, el preso número 9. O un etarra de los que sonríen a su público. Pero ¿qué reinserción puede existir cuando actúa la que podríamos llamar, en delicioso oxímoron, la convicción biológica, sobre cuya evidencia poco duda ya la psiquiatría universal?

La doctrina de Estrasburgo es, en este caso, una mera cortina de humo, insignificante. La cuestión es si la sociedad puede permitirse que estos hombres, cumplidas sus penas, vivan como un hombre libre. Yo creo que no. Yo estoy dispuesto a cambiar la responsabilidad por la vigilancia. Me importa nada la responsabilidad, quede dicho. Y, en consecuencia, el castigo. Pero no tengo duda de que hay peligrosos animales humanos que deben ser vigilados para siempre.

Sigue con salud

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 26/10/13