La extravagancia de Depardieu

EDURNE URIARTE, ABC 08/01/13

La novedad de la rebelión de Depardieu contra los principios progresistas del Estado es que no lo han quemado en la pira pública.

Proclamar abiertamente que uno paga demasiados impuestos es una extravagancia y sólo alguien que vive fuera de las normas de la corrección ideológica como el singular Depardieu podía osar tal provocación. Con su reivindicación del exilio fiscal contra la voracidad creciente del Estado y su exhibición de un abierto cuestionamiento de los tradicionales tabúes sobre la riqueza y la fiscalidad. Lo normal es más bien lo otro, que hasta saliera el multimillonario Warren Buffett a contar la mentira de que paga menos impuestos que sus empleados cuando contribuye inmensamente más que el 99 por cien de los americanos a través de sus empresas y actividades económicas. La novedad de la rebelión de Depardieu contra los principios progresistas del Estado es que no lo han quemado en la pira pública como habría pasado hace no muchos años. Tampoco lo han glorificado como a Buffet, ciertamente, pero la extravagancia ha causado más confusión que indignación.

Quizá porque hay una percepción creciente de que el estiramiento del Estado del Bienestar no da más de sí. De que la vocación socialista del aumento incesante del tamaño del Estado que tanto éxito ha tenido en todo el arco político no tiene quién lo financie. De que no sólo las clases más acomodadas sino también las medias se han cansado de sostener el mastodonte estatal en el que la frontera entre la solidaridad y el populismo de los líderes políticos es cada difusa.

En Francia, el país de Depardieu, el 10 por ciento más rico de los franceses pagaba en 1975 un 62 por cien del impuesto sobre la renta. Pero en 2011 pagaba ya el 74 por cien. Y si por líderes como Hollande fuera, sus impuestos y los de los demás seguirían creciendo sin fin, como el techo del gasto público en Estados Unidos, lo que haga falta antes que renunciar a las políticas populares y populistas del Estado del Bienestar que aseguran la reelección. Muy especialmente de ese sector de los más ricos que representan un porcentaje esencial de la financiación del Estado pero uno muy pequeño del voto.

El problema ideológico del progresismo, también del español, es la creciente justificación social hacia extravagancias como la de Depardieu y la irritación paralela hacia el Estado infinito. Y el problema de la derecha, también la española, sus dificultades para diferenciarse del concepto progresista de Estado. Recurre a la subida de impuestos con mucha mayor presteza que al recorte de gastos y le sigue faltando el discurso alternativo sobre el Estado del Bienestar y la fiscalidad. Dando por sentado que lo de Depardieu es, en efecto, una extravagancia y no una percepción quizá creciente entre las clases medias.

EDURNE URIARTE, ABC 08/01/13