La medalla de Pagaza

Las últimas detenciones privan a ETA de un control sobre el resto de la izquierda abertzale. ¿Estarán ahora los arnaldos más cerca de romper con ETA y condenar el terrorismo? Eso puede tardar mucho en llegar, pero dmitamos que uno de los deberes de todo ministro del Interior es descubrir fisuras en los adentros de la banda y, si no, inventárselas.

La detención de nueve miembros relevantes de Ekin ha supuesto la disolución práctica de la dirección nacional del entramado. Es una gran noticia, al margen de cualquier otra consideración. Ekin se encargaba de difundir las directrices de la banda, y la detención de su sanedrín recorta el poder de ETA sobre el entorno y su capacidad de movilización social como bien ha valorado el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pero ha hablado su colega de Justicia: «Ésta es la prueba de que el Gobierno no ha cambiado». Caamaño, que responde a la media del Ejecutivo en ese equilibrio inestable entre el conceto y la palabra, podría haber dicho: Esto demuestra que la tregua retroactiva de la banda no es producto de ninguna negociación previa con el Gobierno, como fue la de 2006.

Un servidor habría aceptado esa lógica argumental, pero el ministro y los terroristas -haciendo una mala comparación- se expresan con parecida imprecisión.

Los etarras nos han hecho saber que estamos en tregua. Laus Deo, aunque no sepamos desde cuándo. Caamaño nos dice que él y sus compañeros no han cambiado. Y tampoco nos dice desde cuándo.

La única interpretación posible de estas palabras es la literal. El Gobierno no ha cambiado; sigue siendo del PSOE. Pero su política sí. Recuerden las tres verificaciones, como los tres cantos del gallo del ministro Rubalcaba, mientras ETA extorsionaba a empresarios vascos y navarros antes del primer informe, después destruían la ferretería de la localidad navarra de Barañáin entre el primero y el segundo y se producía el chivatazo del bar Faisán ocho días antes del tercero. El ministro del Interior denominaba a estas acciones «incompatibles con el proceso de paz» y calificaba las bravuconadas etarras de «mensaje interno». Contra toda lógica. Si eran incompatibles, el Gobierno debió romper a la primera. Si eran un mensaje interno, constituían prueba de que ETA no quería la paz. Nadie prepara a la tropa para el armisticio con una arenga bélica.

Los partidarios de la teoría conspirativa considerarán que estas detenciones se han hecho para favorecer la toma del poder de las palomas y hacer posible la negociación en términos más llevaderos. El Gobierno las presenta como prueba de que el Estado no está en tregua, lo que parece evidente por los hechos. Dos no treguan si uno quiere.

Las últimas detenciones privan a ETA de un elemento de control sobre el resto de eso que se llama la izquierda abertzale. ¿Estarán ahora los arnaldos más cerca de romper con ETA y condenar el terrorismo? No pongamos a enfriar las botellas todavía, porque eso puede tardar mucho en llegar. Admitamos, sin embargo, que uno de los deberes de todo ministro del Interior es descubrir fisuras en los adentros de la banda y, si no, inventárselas.

No es preciso que ponga mucho entusiasmo en la creatividad y aplique a las ancianas madres de los batasunos presos la misma Ley de Dependencia que a la de Rafa Díez o que las batasunas encarceladas se beneficien de un programa de fecundación in vitro para añosas como el que sigue Elena Beloki desde hace dos años.

Conformémonos con el hecho en sí mismo. La detención de un terrorista es una buena noticia; la de nueve, extraordinaria.

Santiago González, EL MUNDO, 15/9/2010