«La memoria de las víctimas no consiste en hacer una simple contabilidad de todas ellas»

EL CORREO 14/04/14
ENTREVISTA JOSEBA ARREGI

· El exconsejero, a quien inquieta el rumbo del plan de paz vasco, afirma que el derecho a decidir «es un mito»

A Joseba Arregi (Andoain, 1946) le acaparan la atención un par de asuntos muy vigentes en la política vasca: la apuesta soberanista catalana y su reflejo en Euskadi y la estrategia del Gobierno de Urkullu sobre la paz y el final de ETA. «La memoria de las víctimas no consiste en hacer una simple contabilidad de todas ellas», critica este exparlamentario, exconsejero vasco y exmilitante del PNV, que estos días presenta ‘La secesión de España. Bases para un debate desde el País Vasco’ (Tecnos), obra coral –la firman también José María Ruiz Soroa, José Rodríguez Mora, Luis Castells, Alberto López Basaguren, Bárbara Ruiz Balzola y Matías Múgica– que contiene datos y propuestas para abordar «con seriedad» el soberanismo.

P– Usted ha sido propuesto por el PSE para hablar en la ponencia de autogobierno del Parlamento vasco. ¿Qué opina de esta iniciativa?
R– Es una cosa un poco rara. Se hace una ponencia, hay que ponerla en marcha porque el PNV lo propuso como programa electoral y Urkullu lo tiene en su programa de gobierno, pero tampoco tiene prisa. Dice que debe ser transversal, pero le basta contar con uno de los dos partidos que componen la transversalidad. La legitimación para poner en marcha la ponencia es la previsión estatutaria para la reforma del Estatuto, pero no se habla de la reforma del Estatuto sino de un nuevo estatus. Es decir, un poco rara.

P– Si me permite, veamos cómo acude de preparado a la ponencia. ¿Qué es el nuevo estatus político?
R– No lo sé. Sé lo que ha dicho el PNV. Quiere trasladar el sistema de Concierto Económico al concierto político. Eso significa dos entidades, en pie de igualdad, cada una con su soberanía, que se ponen de acuerdo para compartir la política exterior y otros asuntos, pero que cada una es soberana en su propio campo. En realidad, eso es una confederación. Y conviene recordar que en la Historia todas las confederaciones que ha habido, o se han separado o han pasado a ser federaciones.

P– ¿Sujeto político?
R– El único sujeto político que reconocen las democracias son los individuos.

P– ¿Nación sin Estado?
R– Sí, hay muchas naciones sin Estado. Una nación es un grupo de personas que se sienten pertenecientes a algo definido por la lengua, la religión o la cultura. Y hay personas que se pueden sentir pertenecientes a una o más naciones. Yo me siento nación vasca en la medida en que soy vascoparlante. ¿Quiere eso decir que no soy de la nación cultural española? Hombre, yo no me entiendo sin Unamuno o José Ángel Valente.

P– ¿Derecho a decidir?
R– El derecho a decidir no existe, ni el de todos los españoles ni el de los catalanes. Es una especie de mito que no tiene agarradero. Pero el sistema constitucional tampoco puede cruzarse de brazos cuando surgen equis miles de personas con una determinada aspiración y limitarse a decir: me ha aparecido en mi espacio un problema que no debía haber aparecido y no hago nada porque no tengo ningún instrumento para tratarlo. El sistema constitucional se legitima mucho más si establece un camino legal para poder tratar de forma reglada o normada esa aspiración.

P– ¿La del soberanismo?
R– El final no puede estar predeterminado. Es necesario crear un cauce, pero sin prefijar que al final de ese cauce habrá que aprobar la secesión. Eso hay que discutirlo de forma reglada y como se hace en democracia, escuchando la voz de parte del pueblo, pero respetando la ley en el marco impuesto por la Constitución. Si vamos al caso de Canadá, se sentencia que democracia son al menos tres cosas: voluntad popular, respeto a la ley y negociación leal. Es decir, dijera lo que dijera su referéndum, luego hay que sentarse a negociar. Puede que no se cumplan las condiciones que se deben cumplir desde el punto de vista democrático o que Québec no quiera asumir la parte de la deuda canadiense que le corresponde. Por último hay que respetar la voluntad de las minorías y la capacidad de los ciudadanos de elegir su nacionalidad.

P– En España habría que empezar por ponerse de acuerdo en si se reforma o no la Constitución.
R– La víspera de que presentáramos el libro en Madrid salió la sentencia del Tribunal Constitucional sobre Cataluña, que en el fondo avala que la Constitución se puede cambiar y que es la política la que tiene que dar una respuesta. Los magistrados asumen lo que se llama ejercer su capacidad jurisdiccional de una forma limitativa: no pasar a hacer leyes sino sólo interpretar lo que dice la Constitución. Pero sí les indica a los políticos: ‘Ustedes lo pueden hacer’. ¿Y si Tarragona dice ‘no’?

P– En ‘La secesión de España’ mencionan que una Euskadi independiente perdería casi el 13% del PIB.
R– Ese debate lo ha habido en Gran Bretaña con los nacionalistas escoceses. Éstos y el propio Alex Salmond repetían: ‘No va a cambiar nada. Seguiremos con la reina, con la libra, con Europa, en la NATO’. Pero es falso. Si se separa, va a haber fronteras y eso dificultará el comercio. Todas las fronteras suponen un sobrecoste a las relaciones comerciales y una pérdida de PIB. Eso se puede medir.

P– ¿Por qué en el debate soberanista los políticos nunca aluden a datos concretos ni a las consecuencias directas sobre el ciudadano?
R– El planteamiento que se hace muchas veces es como si, después de la secesión, Euskadi o Cataluña pasaran a ser marcianos, como si no les afectaran las cosas que afectan al resto de países de este mundo. Y no es así. Las barreras no son inocentes.

P– ¿Cómo acabará el caso catalán?
R– Mal, con mucha frustración para todos que luego requerirá mucho tiempo para que eso repose y vuelvan las aguas a su cauce. Nos hemos acostumbrado a dar por verdad muchas cosas que no lo son, como la idea del café para todos y de que España es simétrica. Cataluña, Euskadi y Navarra tienen Policía propia. Nadie más. Cataluña, Navarra y Euskadi, más algo Baleares y Valencia, disponen de política lingüística con unas estrategias diferenciadas muy potentes. También existe el Derecho civil en muchas autonomías, aparte del Concierto Económico vasco y navarro. Asimetrías las hay todas.

P– ¿Se celebrará la consulta en Cataluña?
R– Me gustaría que la hubiera y que el Parlamento español y los partidos se animaran a establecer un sistema reglado para que se pudiera saber qué hay de verdad en la voluntad de los ciudadanos catalanes. Todo, mediante un cauce legal con el control del conjunto de la ciudadanía española a través del Parlamento y el Gobierno porque imaginemos que Cataluña en su conjunto dice ‘sí’ a la soberanía, pero Barcelona no llega a la mayoría requerida o Tarragona la rechaza. El Estado tiene la obligación de defender los derechos de esos ciudadanos. ¿Qué pasa si en Euskadi el 30% dice que quiere ser español?

P– ¿Que Euskadi se convertiría en una miniEspaña con los mismos problemas?
R– Si Euskadi quisiera otro estatus pero tuviera que respetar todos los derechos y libertades de los que vivimos en Euskadi, al final tendría que buscar una solución como el Estatuto. La unión política sólo es posible en base a los conceptos de ciudadanía, derechos y libertades fundamentales. Si se intenta una unión en base a parámetros diferenciales, como pueden ser los étnicos, lingüísticos o religiosos, no hay salida.

P– Hablando de divisiones, a usted, que Covite le propone como secretario de Paz y Convivencia, ¿qué opinión le merece la gestión que se hace sobre el final de ETA?
R– Lo más importante ahora es trabajar en la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas primarias, las que fueron asesinadas. Y eso exige que todos nos preguntemos ¿qué he hecho yo? ¿cuál ha sido mi actitud?

P– Complicado en una sociedad que ha mirado mucho para otro lado.
R– Ya, pero es que la razón del proyecto político que creyó necesario instaurar esas víctimas matándolas no puede ser la base del futuro de la sociedad vasca. Me da miedo que cuando se habla del fin ordenado e inteligente de ETA lo que se quiera realmente sea cerrar el capítulo cuanto antes y a partir de ahí volver a tener las manos libres, no sólamente como si ETA no existiera, sino como si nunca hubiera existido.

P– ¿Txema Urkijo molestaba en ese esquema y por eso le han cesado como asesor de Víctimas?
R– Lo han dicho ellos. Si lo han cesado es porque molestaba, no encajaba y por eso los nuevos nombrados para cubrir su vacío tienen que aceptar el plan de paz. Quiere decir que Urkijo era una china en el zapato del plan de paz de Jonan Fernández. En lugar de zapato han cambiado de pie.

Seis frutas
P– ¿El plan de paz se centra más en el final de ETA que en las víctimas?
R– En eso y en un asunto que a mí me asusta mucho: que la memoria de las víctimas signifique simplemente hacer una contabilidad de todas las víctimas. Y no es así. El sufrimiento es el mismo para todas, pero el significado de esas víctimas proviene más de la razón por las que fueron asesinadas. ETA tenía y tiene un proyecto político para imponer a todos y por eso mató. Y ese proyecto político no se puede ahogar en una contabilidad. Dos manzanas, dos peras y dos cerezas suman seis frutas. Pero ni las manzanas dejan de ser manzanas, ni las peras, peras; ni las cerezas, cerezas. Por tanto, decir que ‘hay seis frutas’ es un simplismo. Tampoco se puede decir ‘hay seis violaciones de derechos humanos’ y no profundizar en su origen, significado y consecuencias. ETA mató por negar el derecho fundamental de libertad de conciencia.

P– Tras el terrorismo, ¿seguimos viviendo tiempos peligrosos?
R– Se ha acabado ETA como terror, pero no las consecuencias. Me preocupa la tesis de que sin violencia se puede defender cualquier idea. Sin ejercer la violencia, ¿se puede defender en un Parlamento que los varones son superiores a las mujeres? ¿Podemos defender legítimamente un proyecto que diga que queremos reintroducir la pena de muerte en España? ¿Podemos defender el cierre de las fronteras y no dejar entrar a ningún subsahariano?

«El nacionalismo siempre quiere más»
P– Usted acude a la ponencia de autogobierno invitado por el PSE. ¿Qué le parece la propuesta federal del PSOE como respuesta a la aspiración catalana?
R– Yo soy partidario de una reforma federal de la Constitución, pero siempre que se haga a favor de la propia Constitución, con el fin de consolidarla y aportarle los mecanismos que le faltan para cohesionar el conjunto, no para satisfacer las aspiraciones de un determinado grupo. En cualquier caso, en el fondo, tampoco creo que una España federal sea el modelo que quieren los nacionalistas porque eso supone poner en marcha un cauce reglado para solucionar los problemas y los nacionalistas se mueven mejor en campos no normados.

P– ¿Más emocionales?
R– Emocionales y de voluntad. En el nacionalismo siempre se quiere más y la voluntad está siempre insatisfecha.

P– ¿La soberanía tiene tan mal encaje en el espacio constitucional?
R– El concepto de soberanía, aplicado estrictamente, genera espacios cerrados donde nadie puede inmiscuirse y en los que el Derecho vale únicamente en su interior. En cambio, los espacios constitucionales hoy en día son profundamente abiertos, tanto hacia afuera como hacia adentro. Sólo hay que fijarse en la cantidad de poderes políticos que han surgido dentro. Los autonómicos son poderes muy a tener en cuenta y no se puede minusvalorar su existencia ni en Euskadi ni en Cataluña. Los presos de ETA han podido acceder también al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo gracias a que existe un espacio constitucional compartido en Europa porque todas las constituciones viven de una cultura que tiene el mismo tipo de garantías para los derechos fundamentales.