La respuesta del Estado

José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 21/10/12

El Gobierno ha construido la primera fase de su respuesta al president Mas desde la óptica legal

En el último y, de nuevo, premiado ensayo del barcelonés Manuel Cruz (Adiós, historia, adiós. El abandono del pasado en el mundo actual) se hace una afirmación que es tan sencilla y coherente como lúcida: «Venimos de donde venimos, y ese lugar de procedencia (el pasado) nos constituye. De la misma manera que también constituye nuestra propia condición el proyectarnos permanentemente hacia lo que aún no es». Podríamos aplicar esta reflexión a lo que ocurre en Catalunya y en el conjunto de España, para evitar la distorsión que el catedrático de filosofía advierte en su libro: «El recurso a la historia ya no ilumina nuestro presente, ha dejado de funcionar como fuente de recursos para entenderlo mejor, y, en la misma medida, para orientar nuestra trayectoria futura». Es cierto. De ahí que convenga un ejercicio de coherencia y de memoria.

Ante iniciativas como la que ahora está en marcha (un referéndum para la autodeterminación de Catalunya, con la anuencia del Estado o sin ella), el Gobierno reacciona. Especialmente, si el planteamiento se formula en términos que desafían la propia esencia del Estado que consiste en el imperium legis que le corresponde como atributo de su existencia. En ese contexto, su respuesta tiene que corresponderse con la naturaleza de la hipótesis que se le plantea. Si el president de la Generalitat proclama que, «sí o sí» convocará la consulta, el Gobierno, en cuanto poder ejecutivo del Estado, no puede ni guardar silencio, ni acudir a eufemismos. Debe mostrar que dispone de mecanismos para que la ley se cumpla. Podrá hacerlo con más o menos énfasis, pero en absoluto es antidemocrático que lo haga porque abdicar de la aplicación de la ley sería tanto como declinar las responsabilidades que, aquí y ahora, tiene atribuidas por la Constitución. Y el Gobierno ha construido la primera fase de su respuesta al president Mas desde esta óptica. ¿Es suficiente? No, porque los hombres y las sociedades no son los que deben entregarse de manera resignada y fatalista al cumplimiento de la ley, sino que son las normas las que han de adaptarse a las voluntades y requerimientos -éticos y políticos- de los ciudadanos y de las sociedades. De ahí que la segunda fase de la respuesta del Gobierno haya de construirse sobre la realidad política que surja de las urnas el próximo 25-N, entendiendo que lo que se elige es un nuevo Parlament con, seguramente, un mandato que marcará un punto de salida, pero no de llegada.

El ejemplo escocés opera en sentido contrario a como algunos lo muestran: el acuerdo del lunes pasado entre Cameron y Salmond es el resultado de un largo itinerario que tiene su origen en la emergencia del nacionalismo del SNP después de sucesivas mayorías laboristas en Edimburgo. Por otra parte, Cameron ha aprendido la lección sobre las históricas brutalidades británicas en la represión del secesionismo irlandés. En junio del 2010, el premier conservador deploró el comportamiento del ejército de su país en el llamado Bloody Sunday del 30 de enero de 1972 en Derry cuando soldados británicos dispararon contra una multitud y mataron a 14 personas -muchos de ellos menores de edad- y dejaron a 30 malheridas. Edward Heath se lavó las manos con una investigación exculpatoria que ¡treinta y ocho años después! se ha revelado manipulada. Aquel domingo sangriento los manifestantes no portaban armas. Rememorar la historia es benéfico para todos. También para nosotros. Recordar cuando en la Restauración Catalunya sólo pudo enhebrar una Mancomunidad, cuando en la República corrió la sangre en Barcelona en octubre de 1934 y cuando durante el franquismo se amputaron todas las libertades y muchas vidas -en Catalunya y fuera de ella- de manera obscenamente cruel.

La respuesta del Estado democrático español, ahora, no puede sino consistir en un doble planteamiento: cúmplase la ley, en primer lugar, y, una vez se disponga de la aritmética parlamentaria catalana que nos proporcione el 25-N, busquemos fórmulas jurídicas para dar una respuesta satisfactoria y ponderada en función del propio entorno catalán -el resto de España y la Unión Europea- a la aspiración de sus ciudadanos ¿Hay posibilidades de encontrar soluciones dentro del marco constitucional y, eventualmente, mediante reformas del mismo? Tiene que haberlas, aunque sea imprudentemente precoz perfilarlas cuando ni siquiera Artur Mas, según se desprende de su entrevista en este diario el pasado día 12, las conoce de forma cabal. Si miramos atrás, como preconiza Cruz, aprenderemos del pasado y nos proyectaremos al futuro con más certeza. Si, mientras tanto, evitamos actitudes tabernarias y dramatizaciones anacrónicas, mejor.

La Baviera del PP

Si Feijóo no lograse hoy la mayoría absoluta en el Parlamento gallego, la convulsión en el PP sólo sería comparable a la de la CSU alemana si perdiese el poder en Baviera. Porque Galicia, más que Madrid y que Valencia, representa para los conservadores el imaginario que los rescata del estereotipo tanto castellano como centralista y mesetario. Galicia es la única nacionalidad histórica en la que el PP se ha mimetizado con lo autóctono, al margen de la castellanía. Es un fenómeno muy interesante y que ofrece a los conservadores un gran valor añadido. Además, si Feijóo sigue al frente de la Xunta, habrá empezado el proceso de sucesión de Rajoy porque, aunque la victoria favorezca al presidente, también le hace prescindible: su paisano podría ser su recambio.

El nacionalismo conservador

Dicen en Bilbao: “Hasta ahora muchos querríais que el PNV fuese como CiU y cuando nos parecemos a los nacionalistas catalanes, ellos dan el cambiazo”. Coloquialmente, la reflexión es ajustada. Porque la formación de Urkullu, que ganará sin duda hoy las elecciones, está en la tesitura que en este diario explicó el domingo pasado Enric Juliana: en el conservatismo. Baja demografía, indolencia ante el fracaso del plan Ibarretxe y dos amenazas: Bildu –el radicalismo aranista y antibizkaitarra– y el concierto económico bajo los focos de la opinión pública, y observado con ojos que escrutan su viabilidad. El PNV ha llegado a una conclusión inversa a la de CiU, esto es, que en Euskadi, con el statu quo, ganan más que pierden. Más vale pájaro en mano.

José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 21/10/12