Las barbas del faisán

Algo tendrá que decir Rubalcaba ante la Justicia por el ‘caso Faisán’. En la lucha contra el terrorismo no puede haber atajos. Ni el GAL ni la colaboración con los terroristas. La historia más reciente demuestra que con la ley en la mano se han logrado muchos avances. Lo demás son experimentos que conducen al fracaso.

Si uno de los teléfonos del ‘chivatazo’ policial a ETA pertenecía al ‘número dos’ de Rubalcaba, el vicepresidente del Gobierno va a tener que poner sus barbas a remojar a medida que avance la investigación ordenada por el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz. Cuando la Policía supuestamente alertó al dueño del bar Faisán, de Irún, responsable de la red de extorsión terrorista, para que no acudiera a una cita al otro lado de la frontera porque iba a ser detenido, se hallaba el Gobierno en pleno proceso de negociación con ETA. Proceso negado en un principio, admitido en el intermedio y fracasado en el último tiempo. Rubalcaba acababa de llegar a Interior.

Independientemente de que él no estuviera al tanto de la «chapuza delictiva», ostentaba el más alto cargo en el ministerio. Por lo tanto, si se demuestra que hubo delito de revelación de datos y colaboración con banda terrorista, tendrá que responder como responsable político. Porque, según el juez, hay caso.

El Faisán comenzó a despertar de su letargo poco después de que Garzón abandonara forsozamente la instrucción y ahora Ruz no solo estima que existen indicios para seguir investigando a la Policía por haber realizado ese supuesto aviso a ETA, sino que da por probado que se produjo una «delación policial». Un escándalo que deberá ser aclarado ya no solo ante el Parlamento, sino ante los tribunales.

Desde que la Fiscalía pidió el archivo del caso, Rubalcaba ha estado sometido a un marcaje continuo en el Congreso de los Diputados durante los últimos quince meses. Un control muy poco eficaz, por cierto, porque los populares únicamente conseguían enervar al vicepresidente sin que satisfaciera ni una sola de las cuestiones planteadas. Y en el mismo plan, sesión tras sesión. «No tengo nada que decirle sobre este tema del que me preguntó la semana pasada, y la anterior y la anterior», solía responder Rubalcaba notablemente molesto ante la insistencia del popular Gil Lázaro.

Pero ahora el juez quiere seguir investigando. Más pruebas periciales de las grabaciones telefónicas, más muestras del vídeo que grababa la entrada y salida de cuantos acudían al bar Faisán, más informes de la Guardia Civil porque los de la Policía Científica le parecen poco concretos. Quiere poner orden, en definitiva, al caos que apareció en un principio con esa cadena de datos alarmantes, como la sospecha de que los mismos agentes que tenían que detener a los culpables de la extorsión terrorista eran quienes habrían cometido el delito de avisar a ETA para evitar la detención. Condecoraciones indebidamente justificadas y ceses semiclandestinos como el que recayó sobre Víctor García Hidalgo como director de la Policía.

Rubalcaba tiene que poner a remojo sus barbas en el momento más dulce de su carrera, cuando todas las encuestas le dan como el político más valorado y el único capaz de suceder a Zapatero. Será difícil que reconozca que sus subordinados cometieron errores en la obsesión por demostrar un celo erróneo en el proceso de negociación con ETA. Pero algo tendrá que decir ante la Justicia, que ya sentó en el banquillo a destacados políticos por el hecho de haberse entrevistado con Batasuna. Lo suelen decir los más experimentados en esta carrera. En la lucha contra el terrorismo no puede haber atajos. Ni el GAL ni la colaboración con los terroristas. La historia más reciente nos demuestra que, con la ley en la mano, se han logrado muchos avances. Todo lo demás son experimentos que conducen al fracaso y, en consecuencia, a la melancolía.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 3/2/2011