Mal momento

EL MUNDO 30/01/14
VICTORIA PREGO

No podía haber elegido peor momento Carlos Floriano para acordarse de su profesor de matemáticas y recordar el ejemplo del bigote del gato. Porque no hace falta ni tener mala intención, sólo los oídos atentos y los ojos bien abiertos para entender que el señor Floriano trajo ayer a colación a José María Aznar cuando menos falta le hacía al partido. Porque eso de la cargada agenda del presidente del PP es una excusa muy endeble cuando se pone al lado del «tomo nota» del señor Aznar cuando se le preguntó en su día por la ausencia de los dirigentes del PP en la presentación de su último libro. Es evidente que su ausencia de este fin de semana es deliberada y lo inaudito es que su intervención figurara impresa en el programa de la Convención Nacional sin haberlo cerrado antes con él.
Hay una disidencia abierta en el PP y negarlo es tarea vana. La primera disidencia, la más importante y la más grave por su contenido y por su trascendencia es la de José María Aznar, expresada en varias ocasiones con cierta sordina pero hecha carne ahora con su no asistencia a la Convención y la publicación por FAES de esas 20 preguntas con respuesta sobre lo que está sucediendo en Cataluña. Son las respuestas que el Gobierno tendría que haber aireado una y otra vez desde hace mucho tiempo.
Está también la de Mayor Oreja y su «no podría enfrentarme contra Ortega Lara», que es toda una declaración de principios que el partido ha traicionado en opinión del propio Ortega Lara, que precisamente por eso ha abandondado el PP.
Estas disidencias cuentan mucho más que las de los propios individuos que las protagonizan porque detrás tienen a muchos votantes del partido que sintonizan con ellos. Son heridas profundas y aunque no son mortales son graves y la dirección haría bien en valorarlas adecuadamente y no reducirlas a algo irrelevante. Porque por ahí se le van a ir muchos votos que puede incluso que se refugien en la abstención más que en otra formación. La Convención Nacional nace tocada por todo eso y no conseguirá ningún objetivo si no logra galvanizar a sus militantes y a sus votantes en torno a un proyecto político, no sólo económico, que los reconcilie con lo que fue y debería ser de nuevo el PP.
Por eso no se debería clausurar esta Convención sin por lo menos aportar el nombre de su candidato a las elecciones europeas. El silencio deliberadamente mantenido no sirve para conducir todas las situaciones ni para afrontar todos los problemas. Y el Partido Popular tiene ahora mismo un problema de vigor perdido. La crisis económica ha contribuido a complicarle las cosas pero, junto a eso, hay una multitud de crisis en la política y en las instituciones a las que el PP, y el Gobierno, no han sabido dar respuesta clara y contundente que sirviera de referente para sus votantes.
Veremos si de la Convención sale algo más que palabras. Veremos si sale un mensaje de unidad y de disposición de lucha en las múltiples batallas en las que está envuelto nuestro país. Sólo así podrá el partido tapar mínimamente las brechas que tiene en este momento abiertas y que no son menores.