Marciano en Bilbao

…un marciano habría llegado a la conclusión de que los terroristas se habían topado con la horma de su zapato si lo que pretendían, al intentar volar el cuartel de Durango, era reventar las fiestas. La determinación en hacer frente a tan miserables planes conmovía. ¡Qué firmeza! Casi se adivinaba la sillería del «muro» contra ETA que horas después anunciaba el presidente del Gobierno.

Explotó la bomba junto al cuartel de la Guardia Civil en Durango y gracias a la acumulación de chatarra de los vehículos blindados la onda expansiva no hundió su edificio de viviendas más cercano a la carretera. Esto fue de madrugada. Pronto se supo que milagrosamente no había muertos que lamentar por parte de muchos y festejar por parte de algunos. Al mediodía, las radios locales coincidían en felicitarse por la «levedad de las heridas» de los agentes y en expresar su enorme alivio y también la convicción de que era su deber ciudadano llamar a la población a celebrar con crecido entusiasmo la jornada estelar de la Aste Nagusia (Semana Grande) de Bilbao. Era muy mala fe por parte de los terroristas intentar reventar este viernes cumbre de fiesta en el que estalla (perdón) el orgullo de esta simpática, jovial y satisfecha sociedad en la que «vivimos como Dios».

En el dial de la radio se podía elegir entre diversos pero siempre encendidos llamamientos a la participación en las fiestas que desafiaban por igual al agua y a ETA. Unos invocaban a la ciudadanía a desafiar al terrorismo «con juerga imparable» para impedir así, con coraje, que «ETA irrumpa en nuestras fiestas». Otros ya estaban dedicados a fórmulas para achicar problemas derivados de tanta nube baja y del tiempo de perros para el disfrute de los brillantes fuegos artificiales de esa noche. Un sinfín de voces tranquilizadoras anunciaba que nada había que temer, primero porque la calidad pirotécnica que convoca Bilbao es «lo mejor» pero sobre todo porque, en frase que en nuestra patria debiera ser lema de un millón de escudos, «va a escampar seguro». Un radioyente ajeno a la realidad vasca, un marciano por ejemplo, habría llegado a la conclusión de que esos terroristas se habían topado con la horma de su zapato si lo que pretendían, al intentar volar el cuartel de Durango, era reventar las fiestas. La determinación en hacer frente a tan miserables planes conmovía. ¡Qué firmeza! Casi se adivinaba la sillería del «muro» contra ETA que horas después anunciaba el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, no en comparecencia ante los españoles después del Consejo de Ministros sino ante un club de fans socialistas cerca de su coqueto refugio de la montaña asturiana.

Marciano se creyó por un instante este conductor radioyente, atascado bajo un terrible aguacero en Saltacaballos, cuando escuchó que decenas de vecinos se habían apresurado desde primeras horas de la mañana a acudir a comisaría. ¿Habrían acudido realmente al cuartel los vecinos a expresar su solidaridad con los guardias y sus familias a punto de quedar sepultados horas antes bajo los ladrillos del edificio? No. Cuidado con los malentendidos. No habían acudido al cuartel. Habían acudido a la comisaría para presentar una muy pertinente denuncia por los daños que el atentado había causado a sus propios pisos y propiedades. El cuartel recibió las visitas habituales y de rigor en estos casos y el consabido agobio de la prensa. Al día siguiente ya estaba allí la Guardia Civil sola haciendo inventario de daños, buscando pistas y apartando cascotes y algunos de los coches destrozados.

Para entonces la indomable ciudadanía ya había celebrado la apoteosis del Cid y los «Victorinos» en la arena negra junto a Zabálburu, donde las banderillas, diría el marciano, lucen la bandera italiana y la austriaca. Si las sentencias del Tribunal Supremo rigen un cuarto de hora para las instituciones del Estado, es lógico que el mundo de la «Fiesta Nacional» muestre la gallardía de un cocinero vasco ante la mera sugerencia de usar banderillas con los colores nacionales en Vista Alegre o San Sebastián. ABC revela planes de nuevos atentados que sí pueden arruinar más de una fiesta. La respuesta de Zapatero al atentado es que ETA ha de convencerse de que «sólo tiene un destino que es el fin de la violencia». Es incapaz de hablar de derrota de sus añorados interlocutores. Su vicepresidenta MTFLV sí parece enfadada con ANV, ese partido bueno hace unos meses que sólo hace lo que se sabía iba a hacer: lo ha calificado de «indecente». Hasta ahora este calificativo se lo tenía reservado al PP.

Hermann Tertsch, ABC, 27/8/2007