Movimientos cívicos

 

Compara Savater las reacciones suscitadas en torno a ‘Nunca Máis’ con las de ‘Basta Ya’

Siempre he creído que la política es algo demasiado importante para dejarlo exclusivamente en manos de los políticos profesionales. Lo característico de una democracia es que en ella políticos somos todos, no sólo quienes -elegidos por nosotros- nos representan eventualmente durante un período de tiempo. No siempre basta con votar cada cuatro años y pagar los impuestos: a veces hay que dejarse oír, dejarse ver, debatir, comprometerse en un sentido u otro y hasta armar cierto follón. Quizá en la Confederación Helvética o paraísos semejantes el follón tenga poco sentido, pero en situaciones de emergencia, cuando la burocracia se encasquilla, nadie se enfrenta a los desastres o los criminales totalitarios encuentran complicidades institucionales… ¡bienvenido sea! Por todo ello, soy partidario de los movimientos cívicos, de salir a la calle, de discutir siempre que se pueda y de gritar cuando llega el caso. Los que nunca se cansan de decir «y eso ¿para qué sirve?» (o, aún peor: «que lo arreglen los políticos, que para eso les pagamos») antes de haber intentado nada, nunca me tendrán de su lado.

De modo que, claro está, veo con la mayor simpatía a los revoltosos de ‘Nunca Máis’, que han reaccionado contra la pésima gestión gubernamental de la crisis del ‘Prestige’. En cuanto mi amigo Suso de Toro solicitó mi firma para un manifiesto de apoyo, se la envié a vuelta de ‘e-mail’. Su movimiento cívico me resulta tanto más fraterno cuanto que, según he visto, tropiezan con similares resistencias e interesadas suspicacias que el nuestro de ‘Basta Ya’ en Euskadi. ¿Cómo no sentirnos próximos a ellos, los que estamos desde hace años bregando aquí contra el galipote pegajoso y criminógeno del nacionalismo radical? Sobre todo, cuando se nos llevan prodigando desde mucho tiempo atrás las mismas acusaciones y las mismas inquisiciones que ahora padecen ellos. Supongo que un renacido Plutarco podría escribir las biografías paralelas de nuestros movimientos. Y también tendría que consignar, empero, algunas significativas diferencias entre su imagen pública y la nuestra. Veamos, a beneficio de inventario.

Primero, las similitudes. Se ha reprochado a ‘Nunca Máis’ ser una maniobra política disfrazada de movimiento cívico, al servicio de los intereses del BNG. Lo mismo estamos acostumbrados a oír en ‘Basta Ya’, aunque cambian nuestros ocultos ‘patrocinadores’, que pueden ser el PP, el PSOE o ambos a dos. Tanto nuestros amigos gallegos como nosotros estamos demasiado ‘politizados’ a juicio de algunas almas ostentosamente puras que consideran eso una peligrosa infección, como la sífilis o la hepatitis B. Incluso hay quien nos aconseja que nos quitemos la máscara de ambigüedad y optemos explícitamente por una vocación política, para que ellos se queden tranquilos. Por supuesto, unos y otros ‘aumentamos la crispación’ (fórmula mágica: se puede establecer un ‘hit-parade’ del cretinismo político de acuerdo con el número de veces que se emplee). Y luego está la supuesta turbiedad de nuestras finanzas: dicen los calumniadores que ‘Nunca Máis’ se apodera de los donativos destinados por la gente compasiva para aliviar las pérdidas de los pescadores gallegos y aseguran que nosotros, en ‘Basta Ya’, estamos financiados por el Ministerio de Interior, cuando no por la CIA. ¡Ay, qué malos somos!

Lo más divertido de todo, si uno tiene suficiente buen humor para apreciarlo, es que los tradicionales acusadores ayer de ‘Basta Ya’ son los más ardientes defensores hoy de ‘Nunca Máis’. Por ejemplo Javier Madrazo, quien antes de nuestra manifestación por el Estatuto y la Constitución en septiembre de 2000 se sintió obligado a prevenir al público de que estaba organizada por el PP, el cual nos fletaba autobuses con derecho a bocadillo como en la época de Franco. Claro que el lema de Madrazo podría ser ‘Siempre Máis’ o ‘Nunca Basta’, a elegir. O Iñaki Anasagasti, que denunció valerosamente en una revista mexicana nuestra financiación por el Ministerio de Interior y pidió nuestra supresión para ‘normalizar’ Euskadi. Ahora dice de los ataques a ‘Nunca Máis’ que ‘McCarthy no lo hubiera hecho mejor’ (¡él sabrá!) y acusa al ejecutivo del PP de «poner bajo sospecha a todo aquello que no controla». Cualquiera diría que el Ejecutivo del PNV-EA se comporta de manera diferente… Por no mencionar a Iñaki Gabilondo, incansable abogado ahora del movimiento gallego contra las calumnias que le asedian, pero defensor no menos vehemente de un tal Lapitz cuando éste nos acusó en ‘Deia’ a Juaristi y a mí de recibir premios de Mayor Oreja y tuvimos la osadía de protestar públicamente ante tales infundios. No sé si nuestros respectivos movimientos son muy sectarios, pero es evidente que en cualquier caso no tenemos el monopolio del sectarismo.

Sin embargo, existen ciertas diferencias que envidiamos un poco a nuestros amigos de ‘Nunca Máis’. Para empezar, la buena disposición que han encontrado para apoyarles en artistas y personalidades oficiales de la izquierda. Celebramos esa justificada adhesión, pero no deja de contrastar con tantas reticencias y prudentes renuncias con las que nosotros hemos tropezado entre la misma gente. Cuando de las víctimas del chapapote se trata, nadie pregunta por su color político ni esgrime ‘contenciosos’ justificatorios ni les reprocha falta de ‘diálogo’ con los culpables de la marea negra. Todo el mundo -hasta los célebres cocineros, mejillón en ristre- se apunta sin recelo al progresismo indudable y humanista de la reivindicación. Hombre, no vamos a quitarle importancia a los daños provocados por el ‘Prestige’, pero tampoco los asesinatos y la ideología que los justifica o excusa son cosa de menor cuantía. Y también aquí estamos denunciando la inhibición culpable del poder en ejercicio, no menos longevo y caciquil aunque no sea del PP. Con ciertos peligros añadidos por cierto a dicha denuncia, que no me parece que haga falta detallar. No quiero suponer que tales peligros influyan para nada en la renuencia de algunos a manifestarse públicamente a nuestro favor, aunque ya es sabido que parte de cierta mentalidad progresista consiste en saber quedar siempre bien y además en todas las ocasiones estar seguro de salir con bien.

Pero, en fin, a mi viejo corazoncito ácrata lo que más le duele es que ‘Nunca Máis’ haya merecido que Fraga califique su propósito de ‘anarquista y libertario’. ¡Los de ‘Basta Ya’ nunca hemos recibido tan alto elogio! Nada, pues algunos seguiremos intentándolo.

Fernando Savater, en ABC, 26/1/2003