No sabemos qué va a pasar

EL MUNDO 08/05/15 – VICTORIA PREGO

· Está claro que el bipartidismo no va a desaparecer en España, lo que sí parece que va a desaparecer en los próximos años, a tenor de los sondeos publicados –él último éste del CIS–, son las mayorías absolutas, lo cual no agrada a los grandes partidos porque les complica la vida y les obliga a negociar y a ceder para poder gobernar, pero no es malo para la salud del sistema sino todo lo contrario. Negociaciones y pactos se han practicado en nuestro país con frecuencia apabullante para sacar adelante los gobiernos. Lo que pasa es que antes, los interlocutores del partido ganador eran las formaciones nacionalistas vasca y catalana, que a partir de ahora quedan retiradas de ese tablero político y son sustituidas por las dos formaciones de nuevo cuño. De modo que por ahí no se aprecian grandes cambios en la cultura política española, sólo cambian los actores, con la ventaja de que los nuevos partidos tienen vocación nacional y no trabajarán por la desmembración de España.

Otra cosa es que el castigo que parece que van a recibir los dos grandes, PP y PSOE, entrará en los anales de la historia de la democracia. Sería su justo castigo a tanta corrupción crecida entre los pliegues de esas dos formaciones. Pero las variaciones en la intención de voto que registra el último CIS respecto del anterior son de tal envergadura que aconsejan no dar por seguras sus previsiones. Es llamativo y hasta dudoso que un partido como Podemos pierda en cuatro meses nada menos que siete puntos. Estos altibajos tan brutales hacen pensar que hay una parte importante de los ciudadanos que todavía no ha decidido realmente a quién votar y que deberíamos sumar a ese 20% que se refugia directamente en el no sabe-no contesta.

Sí parece significativa la tendencia: Partido Popular, de una manera brutal, y Partido Socialista, más moderadamente porque ya sufrió su gran caída en las anteriores generales, pierden apoyos a chorros. Pero en las circunstancias que describen los datos del CIS, hasta esa previsión es volátil. Pudiera ser que tras los comicios de mayo y vistos y examinados por los electores los pactos que obligadamente se tienen que alcanzar después, las tornas se den la vuelta y el panorama que se dibuje en las elecciones generales de final de año sea completamente distinto que el que ahora contemplamos. Eso no es en absoluto descartable.

El sondeo del CIS tiene en cambio una cualidad que hay que celebrar con alborozo: pone a todos los contendientes en posición límite y los fuerza a ajustar sus planteamientos, a soltar todo el lastre que sean capaces de soltar, a desprenderse de sus embozos y a salir más desnudos que nunca a la pelea. Y, sobre todo, pone a los grandes frente a la inevitabilidad de buscar acercamientos con fuerzas adversarias para conseguir convertirlas en aliadas. La posibilidad de que esa inclinación vaya a dar como fruto un gran pacto PP-PSOE hay que descartarla en principio porque España no es todavía tan moderna ni tan europea. Pero puede que esté llegando el tiempo en que esa fórmula deje de considerarse descabellada para tiempos de crisis.