Desconcierto y miedos

Los ‘indignados’ condicionan la recta final de la campaña. Los partidos, desubicados, ganan tiempo a la espera de acontecimientos. Es impredecible hasta dónde llegará la protesta; si detrás de ella solo hay idealismo y transversalidad, o si oculta algo; si se perderá en la radicalidad o llegará a articular algún discurso alternativo.

La campaña electoral del 22M se ha convertido en algo muy parecido a una enorme montaña rusa. Arrancó con la legalización de Bildu por el Tribunal Constitucional y la marejada de indignación que agitó el Partido Popular. Siguió con el seísmo de Lorca y sus dramáticas consecuencias, que semienterraron también los mensajes de los políticos. Ahora, en la recta final, cuando los partidos se aprestaban a sacar sus últimos cohetes, ha llegado lo inesperado, el movimiento de los ‘indignados’. De momento claramente minoritario, pero que aún así ha llenado la política de desconcierto y miedos.

‘Democracia real ya’ está ahí, en la calle. Con mayor fuerza en Madrid y en otras ciudades que aquí en Euskadi, pero también está aquí. Se sabe por qué ha llegado. Incluso puede decirse que era previsible que ocurriera algo cuando España ronda los cinco millones de parados y no se vislumbran soluciones a corto plazo. Cuando han comenzado los recortes en el Estado del Bienestar y nadie puede confirmar cuándo y dónde se detendrán. Cuando los partidos pierden credibilidad a diario y los políticos constituyen el tercer gran motivo de preocupación para los españoles.

Lo impredecible es hasta dónde llegará la protesta. Si detrás de ella solo hay idealismo y transversalidad, o si oculta algo. Si se perderá en la radicalidad o será capaz de crecer y llegará a articular algún tipo de discurso alternativo. Al estilo del movimiento que arrancó un islandés en octubre de 2008 y que ha llevado a este país a rechazar en referéndum devolver la multimillonaria deuda que originó la gestión de ciertos banqueros.

Por ahora, apenas algunos de quienes protestan se han lanzado a pedir que el 22M no se vote ni al PSOE ni al PP ni a CiU. Otros abogan por la abstención activa. Pero muchos más no se han pronunciado en ningún sentido.

Nada extraño, pues, ni la desubicación de los partidos ni sus valoraciones de urgencia. Es como si el barco en el que viajaban hubiera zozobrado y todos trataran de alcanzar tierra firme sin saber muy bien dónde está. El objetivo es llegar al domingo, sortear la cita con las urnas con los menores daños colaterales posibles y… esperar.

En este escenario encaja perfectamente el que la popular Esperanza Aguirre acusara ayer a la izquierda de intentar «manipular» el movimiento, mientras Soraya Sáenz de Santamaría aseguraba a los jóvenes que «con el PP tienen futuro». Que IU expresara comprensión y apoyo a la protesta, al tiempo que Zapatero trasladaba preventivamente su acto de cierre de campaña de la madrileña plaza Mayor, junto a la Puerta del Sol, al recinto ferial de Ifema, en el extrarradio. O aquí, entre nosotros, que el lehendakari López se lanzara de mañana a su teléfono móvil y se pusiera a disposición de los ‘indignados’ para responderles a cuanto quieran plantearle esta tarde a través de la red social Twitter.

Guipúzcoa

Sin perder de vista ni las ediciones digitales de los diarios ni el móvil para conocer cómo evolucionan los acontecimientos, la campaña sigue. Y los políticos están obligados a tratar de hacerse oír entre tanto ruido ambiente. Nada mejor para ello que destapar cartas propias o apuntar a los posibles movimientos del adversario.

Así lo hicieron ayer Aralar y Patxi López. Los primeros para dejar abierta la puerta a pactos con Bildu. El secretario general del PSE, para mostrar su convicción de que el PNV piensa también en alianzas con la coalición abertzale en Guipúzcoa.

En el arranque de la campaña buena parte de las miradas se dirigían hacia Vitoria y Álava, donde el PP espera ganar y hacerse con el poder con ayuda del PSE. Lo contrario podría poner en crisis el pacto vasco por el cambio. En las últimas horas el centro de atención se ha desplazado hacia Guipúzcoa.

Y es que, si ganara allí Bildu -opción que nadie descarta en este momento en privado-, ¿qué harían los tres grandes partidos, en especial el PNV? La coalición rechaza todas las grandes infraestructuras proyectadas, desde el TAV al puerto de Pasaia. Además, a nadie se le oculta que su eventual presencia en el Palacio foral causaría inquietud en algunos sectores sociales, además de políticos.

Por ello, ¿se arriesgaría el PNV a cerrarle el paso? ¿Con el PSE, con el PP, con los dos? ¿En el feudo de Joseba Egibar, que lleva años abogando por la acumulación de fuerzas soberanistas? ¿Irían de la mano? ¿Les dejarían hacer?

EL CORREO, 19/5/2011