Nuestros alcaldes

TONIA ETXARRI, EL CORREO – 25/08/14

Tonia Etxarri
Tonia Etxarri

· El PP debería pensar que no le vale la pena sacar adelante la reforma electoral sin consenso.

La idea lanzada por el PP acerca de la elección directa de alcaldes ha alcanzado tal impacto en el debate político que los partidos llevan días hablando ya de «esta ley» sin que nadie del Gobierno de Rajoy se haya pronunciado todavía oficialmente. Por si acaso, todos en contra. Antes de entrar en detalles. Incluso quienes, como los socialistas, llevaban una propuesta similar en algunos programas electorales. De momento, y como estamos todavía ante un proyecto sin concretar (¿con mayoría del 40%?, ¿con una diferencia de 7 puntos en relación a la segunda fuerza?, ¿una segunda vuelta, quizás?), desgranemos lo que se cree que ‘el Gobierno parece estar dispuesto a sacar adelante’.

Más allá de lo que le hemos oído a Javier Arenas, ese gran ‘muñidor’ de pactos, o al propio Carlos Floriano, la elección directa de los alcaldes por parte de una mayoría de ciudadanos suena a un método más cercano que el de la elección a través de los concejales elegidos en listas cerradas. Otra cosa serían las condiciones. Es una práctica que se viene utilizando en Francia, Reino Unido, Italia y Alemania desde hace mucho tiempo. En el caso que nos concierne, el alcalde elegido por un 40% de los electores, ¿sería menos representativo que el elegido por el 51% conseguido entre dos o tres partidos minoritarios a través de un pacto?.

Al PNV no le gustó nada la idea del pacto en las elecciones autonómicas cuando Ibarretxe no pudo formar gobierno al no haber logrado la mayoría suficiente. Entonces defendía que fuera lehendakari el más votado. Por lo tanto, el pacto suscrito por socialistas y populares, tan legítimo como el que hubiera supuesto tener un lehendakari con la mayoría necesaria, fue tildado por el PNV de «pucherazo». Y llamó a los socialistas de Patxi López, apoyados por el PP, «ocupas» en Ajuria Enea. Todo depende, pues, del interés electoral (todos lo tienen) que persiga cada partido y que tiene mucho que ver con la ocupación del poder el mayor tiempo posible.

¿A quién beneficiaría esta propuesta? En principio a los mayoritarios de cada municipio. El PP, extrapolando los datos de las últimas citas electorales, podría retener alcaldías en municipios tan emblemáticos como Madrid o Valencia. En Euskadi, sin embargo, donde la política va por barrios, no se movería mucho el mapa de las capitales. Seguramente seguiría igual de repartido entre el PNV, EH Bildu y PP. Y los socialistas, como la minoritaria UPyD, los principales perjudicados.

Otra cosa sería en aquellos lugares donde un pacto derribó a la fuerza más votada. El ejemplo de Elorrio es ilustrativo. Un municipio en donde el único concejal del PP votó a favor de la investidura de la candidatura del PNV (con los mismos concejales pero con menos votos que EH Bildu) para impedir que dirigiera el pueblo la izquierda abertzale.

Despejados los intereses que cada cual persigue (los mayoritarios retener y los minoritarios acceder) vayamos al quid de la propuesta y a la forma de plantearla.

Las reacciones contrarias a que los alcaldes sean elegidos directamente por, al menos, un 40% de los votos han sido muy exageradas. Un sistema como el que parece proponerse no puede ser tildado de «antidemocrático» ni de suponer un «amaño». ¿O es que no debería considerarse un «amaño» un pacto entre minoritarios para ocupar un poder que no le han otorgado directamente las urnas? La respuesta dependerá del momento político en que se le pille al partido de turno. A los socialistas ahora no les conviene . Hace años, sí. Y no fueron los únicos.

Mientras se va enmarañando la polémica, la idea de elegir a los alcaldes con segunda vuelta va sumando adeptos. Como ocurre en Francia con el ‘ballotage’, a donde pasan los candidatos más votados y se decide el elegido por mayoría simple. Una opción interesante a la que no se podrían negar los socialistas que defendieron esta opción en su congreso del 98 y en dos programas electorales. Las municipales de 2003 y las generales de 2004. En su fórmula, los socialistas proponían que solo pudieran acceder a la segunda vuelta quienes hubieran obtenido más del 15% en la primera vuelta. Minoritarios, pues, al rincón.

Pero este debate que ha incomodado a todos los partidos políticos y que ha entusiasmado a Durán Lleida (ferviente admirador del sistema alemán) tiene un gran inconveniente: el momento elegido para plantearlo. Lanzar una reforma de este calado, cuando quedan solo unos meses para las elecciones municipales y forales, no parece lo más oportuno. Y este tipo de cambios necesitan ir avalados por un amplio consenso. El del Partido Socialista, por lo menos. Esa sí que es una crítica que todo el mundo puede entender.

El alcalde de Bilbao, que está sorprendiendo a los ciudadanos por su implicación omnipresente en todas las actividades de su primera Aste Nagusia como regidor , en sustitución del desaparecido y añorado Iñaki Azkuna, ha marcado su impronta en el debate, añadiendo un punto de sentido común. Ibon Areso podría haberse puesto de perfil. O seguir las consignas de su partido; habría sido más cómodo. Pero se «mojó» enriqueciendo con matices su mensaje directo. Mientras el PNV anunciaba que llevará al Parlamento europeo la «antidemocrática» reforma del PP, el alcalde de Bilbao puso el acento en criticar la premura de la propuesta, en vísperas de elecciones. Pero la iniciativa le parecía tan legítima como los pactos. La clave está en el consenso.

El PP debería pensar que no le vale la pena sacar adelante esta propuesta únicamente con sus votos.

TONIA ETXARRI, EL CORREO – 25/08/14