Regreso a Ajuria Enea

Su exclusión del polo soberanista facilita la moderación del EBB. Pero el acto abertzale de hoy se convertirá en un emplazamiento al PNV. No a todos los jeltzales les resultará fácil conferir a la izquierda abertzale, a EA y a Aralar la responsabilidad de convencer a ETA para que se desarme, sin participar en tan incierta pero atractiva aventura.

El Alderdi Eguna de mañana medirá la temperatura que han alcanzado las bases jeltzales tras la jugada de las políticas activas de empleo. Después de algunos años sin poder celebrar el día del partido en torno a un lema estimulante, con el ánimo retraído por las fricciones internas, esta vez ni siquiera necesitan una consigna; aunque parece bien traída la de ‘Euskadi, sasi guztien gainetik’, que debería interpretarse como ‘El PNV, por encima de las dificultades’. Bastará con que Urkullu se dirija a los asistentes al mitin con la satisfacción contenida de haber dejado a Patxi López fuera de la foto para que el entusiasmo de la concurrencia proclame la victoria frente al usurpador de Ajuria Enea. Serán también las campas de Foronda las que mejor perciban la réplica jeltzale a la bienvenida, entre forzada y maliciosa, que los socialistas vascos dieron el pasado jueves al PNV por haber regresado al Estatuto de Gernika. Aunque López y los suyos saben perfectamente que lo que el EBB está iniciando es el camino de regreso de los nacionalistas a la presidencia del Gobierno Vasco.

Los tiempos de la democracia parlamentaria rara vez coinciden con el calendario que les gustaría aplicar a los partidos de la oposición, o con los cambios que experimenta el clima político y recogen las encuestas. Que se lo digan si no a los más impacientes del PP, tan deseosos de que el segundo mandato de Zapatero acabase a mitad de trayecto, y que finalmente deberán esperar a 2012. El PNV ha ido descartando la eventualidad de que el pacto entre los socialistas y los populares vascos hiciera aguas antes de tiempo. Siempre conviene acompasar las aspiraciones de gobierno con los ciclos electorales, entre otras razones porque éstos resultan especialmente tozudos cuando la primera obligación de los partidos es aferrarse al poder. Además, la situación del PNV vuelve a constatar que la alternancia no hace trizas a la formación que se ve obligada a desalojar el gobierno. Mucho menos si, como en este caso, el partido en cuestión sigue manteniendo amplios círculos de poder e influencia.

Las bases jeltzales se ‘soberanizaron’ entre Lizarra y el último plan Ibarretxe en un desplazamiento ideológico que coincidió con una seria quiebra de la confianza interna, que obligaba a los pragmáticos a denostar la radicalidad al mismo tiempo que se veían forzados a cubrir ese flanco apuntándose también al derecho a decidir. Pero la apuesta soberanista no permitió al PNV romper su techo electoral entre 1998 y 2009. Todo lo contrario, desprenderse de la autonomía con la pretensión de arrastrar a Euskadi a un nuevo estatus político le condujo a un peligroso estancamiento mientras le arreciaban las críticas y el desconcierto se abría paso entre sus filas. Sus muchos años de vuelo han hecho que el PNV nunca reconozca corrección alguna en su rumbo, aunque cambie de dirección. El partido tiende a moverse dentro de un amplio arco de opciones, en el que el soberanismo constituye hoy un aspecto relegado poco menos que a cláusula de conciencia y mañana puede adoptar la corporeidad de ‘la consulta previa a la consulta’ que ideara Ibarretxe. Pero los jeltzales se están viendo en la necesidad de parar durante un tiempo su péndulo.

Todo parece indicar que el PNV precisa un período de sosiego; nada de elecciones anticipadas porque Zapatero no pueda más, ni de procesos de normalización que se muevan al albur de ETA. Hoy el partido de Urkullu necesita asegurarse de que el acuerdo entre el PSE-EE y el PP vasco no le descoloque en diputaciones y ayuntamientos. En la primavera que viene, a los socialistas les quedará sólo un año para su más que posible derrota en las generales de 2012; mientras que a los populares les faltarán todavía doce meses para, también posiblemente, volver a la Moncloa. No parece que los réditos del ‘gobierno del cambio’ puedan incrementar sustancialmente los apoyos cosechados por ambas formaciones en comicios anteriores. Y es lógico pensar que, aun sin renunciar a la reedición de pactos con los populares tras las elecciones locales y forales, los socialistas vascos evitarán disgustar en exceso tanto a éstos como a los nacionalistas.

La cuadratura del círculo sería posible siempre que el PSE-EE se mostrase capaz de disciplinar a sus tres organizaciones territoriales. Es lo que esperan los dirigentes jeltzales: que los socialistas se contenten con el mantenimiento temporal de la Lehendakaritza y la continuidad en alcaldías que ahora ostentan, sin atender a los requerimientos de los populares más que en el caso de Álava. Pero para que dentro de siete meses el PNV pueda encontrarse con un panorama favorable a su objetivo final de regresar a Ajuria Enea, deberá evitar entramparse en la efervescencia que intentan recrear quienes hoy presentan el ‘Acuerdo para un escenario de paz y soluciones democráticas’ en Gernika.

Su exclusión del polo soberanista facilita la moderación del EBB. Pero el acto de hoy se convertirá en un emplazamiento dirigido al PNV en la víspera de su Alderdi Eguna. No a todos los jeltzales les resultará fácil conferir a la izquierda abertzale, a EA y a Aralar la responsabilidad de convencer a ETA para que se desarme, sin participar en tan incierta y sin embargo atractiva aventura. Pero al PNV no le queda más remedio que sujetarse cuando menos hasta el próximo mes de mayo, y ver venir. Sobre todo, ver venir.

Kepa Aulestia, EL DIARIO VASCO, 25/9/2010