Respuesta a la carta de Artur Mas

EL MUNDO 10/09/13
JORGE DE ESTEBAN

Ya no se escriben cartas como antaño. Ni tampoco se reciben. Las que entran en los buzones de cada uno, solo son facturas, informaciones bancarias, y notificaciones de impuestos o de la temida (no por todos) Agencia Tributaria. Por lo tanto, el género epistolar de personajes de la política, de la cultura, de la diplomacia, de la literatura o, más simplemente, de relaciones de amistad o de amor de quien sea, han prácticamente desaparecido. Gabriel García Márquez en su obra El amor en los tiempos del cólera, narra una bonita historia de amor entre Florentino Ariza y Fermina Daza, que discurre a través de las numerosas cartas que el primero envía a su amada.
Hoy ya no serían posibles ejemplos de este tipo, pues las cartas tradicionales han sido sustituidas por el correo electrónico, por los chats, por los SMS y por los whatsapp. No cabe duda de que lo que ahora se gana en inmediatez, se pierde en profundidad. Se utilizan estas nuevas formas de expresión para asuntos profesionales, para que se conozcan enseguida las personas, pero sin que haya tiempo de reflexionar. En definitiva, las relaciones epistolares en su forma actual son más bien un diálogo superficial que una exposición pensada de sentimientos. Los epistolarios de personajes como Voltaire, Pío Baroja o Juan Valera son algunos ejemplos de algo que se llevó el viento y que difícilmente volverá. Y para qué mencionar a los famosos escribidores de cartas, que escribían al dictado lo que personas analfabetas dirigían a sus seres queridos. Todo ese tiempo pasó ya. Sin embargo, queda algún ejemplo atípico de esa época gloriosa, como el de las cartas credenciales, que presentan los embajadores a los jefes de Estado, o como las que se escriben a los Reyes Magos.
Por todo lo dicho, resulta realmente sorprendente que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, se haya dirigido al presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, por medio de una carta que es una extravagancia. Me voy a permitir, por si Rajoy está muy ocupado, responder por mi cuenta y riesgo a su misiva para no dejarla sin respuesta. En efecto, el 26 de julio, el presidente catalán envió a Rajoy una misiva de folio y medio, en donde exponía de forma un tanto ingenua (o, si se quiere, cínica) las razones por las que el Gobierno del Estado más antiguo de Europa debe tolerar que se realice una consulta popular en Cataluña para conseguir una minucia como es su secesión de España. Pues bien, no se pueden decir más falsedades o iniquidades en un espacio tan corto, expresadas con una pésima sintaxis. El presidente Mas señala, en primer lugar, que Cataluña ha gozado en algunas épocas históricas de autogobierno o, lo que es lo mismo, de independencia. Con ello demuestra su ignorancia de la Historia, pues Cataluña jamás, repito, jamás, ha sido independiente. A continuación dice –en este caso es cierto– que, como consecuencia de la Transición, Cataluña adquirió, a través del Estatuto de Autonomía de 1979, una cierta capacidad de autonomía.
Pero seguidamente sostiene, de forma incierta, que el Parlament de Cataluña aprobó una nueva propuesta de Estatuto de Autonomía. Sin embargo, él sabe perfectamente que ese Estatuto no lo habían demandado los ciudadanos catalanes, quienes se encontraban bastante satisfechos con el que aprobaron masivamente el año 1979. Si el Parlament catalán llegó a discutir primero, y a aprobar después, un texto tan disparatado, fue como consecuencia de dos torpezas históricas cometidas en su origen primero por Pasqual Maragall y, después, por el que sería inmediatamente después presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero. El Estatuto del año 2006 no se debe a la iniciativa de los nacionalistas catalanes, que se subieron al tren en marcha, sino a dos socialistas españoles que no eran conscientes del mal que estaban haciendo. Mas dice seguidamente que ese nuevo Estatuto fue aprobado por las Cortes Generales, lo cual es una verdad a medias, porque el partido que representaba a media España, en ese momento en la oposición, estuvo al margen y en contra de esa hazaña zapateril, lo que es inaceptable porque se trataba de una norma que modificaba radicalmente la estructura del Estado. A mayor abundamiento, la aprobación de ese texto, contrario a la Constitución, por parte del pueblo de Cataluña, tampoco es de recibo. Mas, que siempre defiende la legitimidad «democrática», tendría que saber que no debería ser válido el referéndum, puesto que no participó ni siquiera el 50% del electorado, esto es, había más electores indiferentes a la consulta que interesados en ella.
Mas añade a continuación que el Tribunal Constitucional «diluyó y, en gran parte anuló» la voluntad democrática de los catalanes expresada en las urnas, lo que imposibilitó que se siguiese desarrollando la capacidad de autogobierno de Cataluña. Aquí el señor Mas demuestra que desconoce por completo lo que significa la jurisdicción constitucional. Porque una mayoría de magistrados del Tribunal Constitucional consideró que el Estatuto, tal y como había salido de las Cortes, no se adecuaba en muchos artículos a la Constitución, la cual fue votada mayoritariamente por el pueblo catalán, y en la que se establece que todas las leyes que se recurran ante el Tribunal Constitucional, serán anuladas si la contradicen. Esto es algo que se aprende en el primer año de la Licenciatura de Derecho en todos los países democráticos de Europa.
El señor Mas sigue leyendo la cartilla al Gobierno de España y señala así que el pacto fiscal, promovido por el Gobierno de Cataluña y aprobado por una ley del Parlament con amplia mayoría, evidenció la incapacidad de las instituciones del Estado de dar respuesta a las pretensiones catalanas. Aquí el presidente catalán considera que Cataluña es, más que una comunidad autónoma, casi un Estado, por lo que debe tener un tratamiento diferenciado respecto de todas las demás regiones de España. Es posible que, algún día, se llegue a esta diferenciación identitaria que convierta a Cataluña en una región privilegiada, pero hoy por hoy todas las comunidades autónomas deben tener el mismo tratamiento fiscal. A continuación Mas vuelve nuevamente a falsear la realidad en su provecho. Afirma así que las últimas elecciones al Parlament de Cataluña dieron como resultado, con una muy elevada participación, un amplio apoyo popular a las distintas fuerzas políticas que incluían en su programa electoral el ambiguo derecho a decidir. Pero no cuenta la realidad, esto es, no dice que él convocó las elecciones para disponer de una mayoría cualificada que le permitiese iniciar el paseo triunfal hacia la independencia. Sin embargo, no consiguió más que 50 diputados, es decir, 12 menos de los que tenía, haciéndole un regalo inapreciable a ERC, su más cualificado rival, cuyo líder es ahora el gallo del corral. Pero, en lugar de dimitir, como debiera haber hecho cualquier demócrata europeo, miró para otro lado y continuó de presidente de la Generalitat, con el apoyo (condicionado) de Oriol Junqueras. Ahora, tras el anuncio de que se pospone la consulta popular a 2016, los de ERC rectifican a Mas y mantienen que la consulta se hará «sí o sí» el año 2014. Las espadas están en alto entre las dos formaciones nacionalistas, veremos quién se lleva el gato al agua.
El presidente catalán sigue afirmando más adelante en su carta que el Parlament ha manifestado durante la presente legislatura, a través de mayorías cualificadas, el apoyo al derecho a decidir de los catalanes e incluso aprobó una sonada declaración de soberanía de Cataluña. Aquí también parece ignorar Mas que el Parlament sobrepasó sus competencias, porque actuó como un órgano soberano y no es más que una asamblea autonómica. Cita seguidamente un órgano absolutamente inconstitucional, denominado «Consejo Asesor para la Transición Nacional», con la misión de exponer las vías «legales» que posibiliten llevar a cabo la consulta deseada. Pero ese Consejo, formado por algunos juristas acomodaticios, parece tener amnesia, pues la única vía legal para realizar una consulta popular es la que establece la Constitución.
ACABA MAS exponiendo algunas razones, consecuencia de todo lo dicho, que recuerdan las cartas típicas en la festividad de los Reyes Magos. Sin embargo, dice que es consciente de la posición contraria a la celebración de la consulta que sostiene el presidente Rajoy, pero entiende que la situación de Cataluña es parecida a la de otros países que han encontrado vías para solucionar democráticamente este tipo de retos. El señor Mas ignora también que no hay en Europa ningún Estado de Derecho, con una Constitución escrita, basada en la integridad del territorio nacional, que permita este tipo de consultas. Pero si tiene dudas puede preguntar en Francia por Córcega, en Italia por la Liga del Norte, o que compruebe, dentro de poco, cómo Escocia dice no al referéndum convocado para su independencia.
Hasta aquí, pues, el contenido de la carta del presidente de Cataluña. Pero si lo que busca Mas son precedentes de la locura a la que lleva a los ciudadanos catalanes, le voy a ofrecer uno muy ilustrativo. En marzo de 1861 comenzó su mandato el que ha sido el mejor presidente de EEUU, Abraham Lincoln, que había ganado las elecciones, llevando en su programa la abolición de la esclavitud. Como consecuencia de esa victoria, el estado de Missisippi, a través de una asamblea constituyente, anunció su separación de la Unión. Uno de sus dos representantes en el Senado, Jefferson Davis, dimitió de su puesto de senador para pasar a continuación a convertirse en el presidente de los Estados Confederados que se separaban de Estados Unidos. Inmediatamente después, este presidente ilegal escribió, al igual que Artur Mas, una carta al presidente Lincoln, con fecha de 27 de febrero de 1861. En ella le decía que «animado por un sincero deseo de unirse y unir nuestros respectivos países por los lazos de amistad, he nombrado a M.J. Crawford, comisionado especial de los Estados Confederados de América, ante los Estados Unidos».
Poco tiempo después se iniciaba una cruenta Guerra Civil que duraría varios años, acabando con la victoria de Estados Unidos. El Gobierno catalán, ajeno a cualquier enseñanza histórica, se dedica en la actualidad a comprar urnas para su consulta ilegal, organizar sardanas alrededor de la muralla china y apoyar una cadena humana con motivo de la Diada. Pero como decía un ilustre catalán, Eugenio d’Ors, «los experimentos, mejor con gaseosa».
Jorge de Esteban es presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO y catedrático de Derecho Constitucional.