Secretismo en el Congreso

EL CORREO 12/02/14
TONIA ETXARRI

En plena reclamación de la transparencia para todo lo que está directamente relacionado con la actividad política y la gestión de la vida pública, a los diputados socialistas en el Congreso no se les ocurrió otra cosa que reclamar el voto, no libre de disciplina, sino secreto. Se trata de agudizar las contradicciones del adversario que dirían los manuales del marxismo. Y es que ayer pasaba su primera prueba el nuevo proyecto de ley del aborto del ministro Gallardón porque el PSOE pedía su retirada inmediata, antes de debatirlo en el hemiciclo. Un proyecto que, como ocurrió con la ‘Ley Aido’, ha levantado controversia desde el primer día. Después de haber superado cierto consenso tácito entre los grandes partidos durante más de 20 años, con la ley del 85, la polémica ha brotado con tal virulencia desde que el PSOE introdujo sus cambios, que no parece que ahora una legislación sobre el aborto vaya a encontrar un camino de apaciguamiento. A cara de perro.

Es la guerra. Con una cuestión tan íntima y personal que lleva a tantas mujeres, de diferente ideología, a reclamar al Estado que calme sus ansias intervencionistas, la confrontación está asegurada. Los pactos, en esta cuestión, son para Rubalcaba sinónimos de «componendas». Y el PP, comprometido a endurecer la ley del aborto en su programa electoral, piensa seguir adelante sin otra posibilidad de apoyo que la de los suyos y la de CIU y UPN en el mejor de los casos. Pero Rubalcaba y Elena Valenciano, conocedores de las disidencias en las filas del PP, forzaron el voto libre de disciplina. Pero secreto.

Los socialistas, que ni siquiera se aplicaron el voto en conciencia en idénticas circunstancias. Reclamaron para otros lo que ellos no propiciaron cuando se votó la ‘Ley Aido’ que tantos problemas de asimilación llegó a provocar en ilustres dirigentes socialistas. Los que salieron abiertamente a contarlo, como Bono, Vázquez o Barreda; los que contestaban si se les preguntaba, como José Blanco o Ramón Jauregui, los que llegaron a levantar acta de que «la mayoría del grupo parlamentario no estaba de acuerdo con que las adolescentes de 16 años pudieran abortar sin permiso paterno», como Alfonso Guerra.

Pero, entonces, en 2010, los populares no tuvieron ni la astucia ni la malicia de reclamar el correspondiente voto secreto para que sus adversarios, los parlamentarios socialistas, votaran «libres» de presiones y afloraran sus contradicciones. Al contrario. Tocaron a rebato .Y la ‘Ley Aido’ pasó el filtro de la mayoría. Sin secretismos.

A voto descubierto. En aquella ocasión, todos los de CiU votaron en contra de la ley socialista menos la diputada Pigem, que se abstuvo. Y se supo porque el voto no iba camuflado. El PNV, desde entonces, ha dado por cerrada su etapa del voto en conciencia que en cuestiones como ésta llegó a provocarles, durante años, verdaderos quebraderos de cabeza. EL PP tiene un coro de voces discordantes que, desde luego, no se esconden. Pero sería de ilusos pensar que ante una propuesta de la oposición iban a prestarse al voto del despiste. Lo aseguraba Alfonso Alonso. Y él, en esta cuestión, es un crítico.