Sin cabeza

 

«El PNV no va a tener ni mi cabeza ni la de mi Gobierno», advierte López. Estoy emocionado ante tanto valor y decisión, cuando en Madrid, Babilonia del antivasquismo y sede de la Audiencia nacional, el PNV apoya al Gobierno español y el presidente lanza agradecidos elogios a los que quieren decapitar a López.

El lehendakari se indigna porque el PNV quiere su cabeza: «Les da igual apoyar y pactar con Zapatero o con Rajoy, les da igual el modelo social de la izquierda o de la derecha, les da igual lo que piense cada uno del propio autogobierno, se venden al mejor postor», «el PNV sólo tiene un principio, el que les hace llegar a creer que este país es suyo y que les corresponde gobernarlo por derecho divino» y que los demás no son más que intrusos que «usurpan sus derechos». Leí el domingo estas palabras de López en El PAÍS y me dije que había un salto revolucionario en esta forma de pensar, pues hasta ahora no era normal que un socialista de toda la vida, es decir, de cultura sindical, haya trascendido a la política, donde no se contempla al PNV con mayor derecho, como si no fuera el amo de la fábrica, que otro para gobernar Euskadi. Bien venido a la política vasca. «El PNV no va a tener ni mi cabeza ni la de mi Gobierno», advirtió López a los jeltzales en Vitoria. Uno no tiene más remedio que emocionarse ante tanto valor y decisión cuando en Madrid, esa cuidad donde siempre se han traicionado los patrióticos intereses de los vascos, Babilonia del antivasquismo y sede de la Audiencia nacional, el PNV apoya al Gobierno español y el presidente Zapatero lanza los más agradecidos elogios a los que quieren decapitar a López. Será, quizás, que el socialismo español esté condenado a hacer política sólo nacional y en las autonomías poco críticas, y haya asumido que las históricas son para los nacionalistas periféricos. Duro peaje, pues supondría volver a los virreinatos nada menos que desde el socialismo. Y quizás sea, también, que la estructura territorial del Estado vaya degenerando hacia la organización anterior al liberalismo español y que ésta imponga políticas propias del Antiguo Régimen.

No tengo por qué contarles mi concepción del nacionalismo vasco, López se acerca ya a ella, «se venden al mejor postor», es lo mismo que yo decía utilizando el ejemplo de mi admirada Scarlett O’Hara. Cualquier cosa con tal de sacar adelante su finca Tara y no volver a pasar hambre, que a Dios puso por testigo de ello. Al fin y al cabo los antecesores carlistas del nacionalismo asaltaban diligencias y alguno acabó en la aristocrática caballería del Sur combatiendo a los abolicionistas de la Unión. Así que de ahora en adelante diré que lo dijo López, es suficiente, sin fantasear con Hollywood con el fin de que ustedes lo entiendan. Pues tampoco podré utilizar, comparándolo, Tu a Boston y yo a California, porque no encaja con Yo en Madrid y tú en Vitoria.

Por lo demás, no es para tanto. Hay una magnífica fábula del acerbo popular de un pescador de Bilbao que cogió, yo no se dónde, un bacalao, y que se lo dio a su esposa para que con prontitud y presteza le cortara la cabeza. Y sigue: «-¡Sin Cabeza! ¡Ay de mí!- gritó el pescado./ Y replicó el discreto vascongado:/ -¿Por esa pequeñez te desazonas?/ Pues hoy viajan así muchas personas». También así se dedican a la política muchas personas.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 23/11/2010