Sólo palabras

El ministro de Justicia dice que tumbar, tumbar, el TC sólo ha tumbado un artículo del Estatut. También es mala suerte que el que se han cargado entero sea precisamente el de la Justicia, que él había avalado. En los otros 13 han cambiado algunas palabras: qué son apenas un centenar de palabras frente a las 38.000 que tiene el Estatuto, sostiene nuestro hombre.

Vale la declaración preambular de Cataluña como nación, aunque el término nación carece de validez jurídica. O sea, vale, pero no vale. «Las palabras han de estar al servicio de la política y no al revés» (Zapatero, junio de 2005).

Rubalcaba ha realizado una valoración sorprendente: si lo tradujésemos al lenguaje del fútbol, el PP habría perdido por 290 a 1. 290 son, en su opinión, las impugnaciones presentadas por el PP y 1 es el artículo declarado inconstitucional en las cuentas del Gobierno. Ninguna de las dos cifras es cierta. Los populares opusieron 114 enmiendas, no 290. El Estatuto de 2006 consta de un preámbulo, 223 artículos y 15 disposiciones adicionales. Y los declarados inconstitucionales son 14, no 1, amén de otros 29 interpretables. Con la lógica de Rubalcaba podría decirse que el PP, al igual que el TC, considera constitucional la mayor parte del Estatuto: de 239 epígrafes, impugna 114, menos de la mitad.

Si el más listo del Gobierno razona así, no había motivos para grandes esperanzas al oír al ministro de Justicia, Francisco Caamaño, que se explayó ayer en Onda Cero. También dijo que tumbar, tumbar, sólo han tumbado uno. También es mala suerte que el artículo que se han cargado entero sea precisamente el de la Justicia, que él había avalado con conocimientos se supone que profesionales. En los otros 13 han cambiado algunas palabras, qué son apenas un centenar de palabras frente a las 38.000 que tiene el Estatuto, sostiene nuestro hombre.

Han eliminado, por ejemplo, la palabra «preferente» para el catalán. Ya no es la lengua normal y preferente. Pero el TC, al retirar el segundo calificativo, deja obscenamente desnudo al primero. ¿Qué es normal? El castellano, ¿es anormal o subnormal en Cataluña? Trate de decir el ministro «soy partidario de las relaciones sexuales normales» ante el ejecutivo Zerolo, a ver qué pasa.

Vamos a ponerle ejemplos más fáciles: cambiar un sí por un no, donde dije ‘digo’, digo ‘Diego’. Una palabra es un mundo. A veces basta el orden para conferir sentido: hombre pobre y pobre hombre es un ejemplo de mi lejanísimo bachillerato. Otras, basta una coma, y no pensemos en el caso de los números. Se cuenta que Pedro el Grande tenía la misma fórmula para dar el visto bueno a una ejecución que para suspenderla. Bastaba con correr la coma: «Clemencia imposible, ejecución», en el primer caso, y «clemencia, imposible ejecución» en el segundo. Sí, ministro, es sólo una leyenda y en España no está vigente la pena de muerte.

Baltasar Garzón está acusado de prevaricación por haber confundido una letra con otra, según la ciencia jurídica parda del ministro de Justicia. La L.O.G. Penitenciaria dice en su artículo 51.2 que las comunicaciones de los presos con sus defensores «no podrán ser suspendidas o intervenidas salvo por orden de la autoridad judicial y en los supuestos de terrorismo». Donde hay una copulativa, ‘y’, el juez leyó una disyuntiva, ‘o’ y ahí empezó todo. Garzón pensaría como Caamaño: total, una letra u otra, qué más da. Los dos deberían saber que la interpretación de la cuestión copulativa viene a ser una jodienda, mayormente.

Santiago González, EL MUNDO, 30/6/2010