Tregua armada

La constatación de que ETA mantiene a sus comandos con armas y explosivos contribuye a reforzar las dudas sobre los propósitos de la organización terrorista y pone en cuestión las afirmaciones de los que sostienen que el anuncio de la tregua del 10 de enero equivalía al final del terrorismo etarra.

En el ambiente de los antiguos miembros de ETA político militar se cuenta que cuando este grupo negociaba la renuncia a la violencia se celebró en París una reunión de varios de sus representantes con el comisario Manuel Ballesteros. El enviado del Ministerio del Interior tanteó a los polimilis sobre la posibilidad de escenificar un acto de entrega de las armas ante la prensa. Uno de los dirigentes de ETApm le respondió al comisario que no les pidiera entregar armas “porque no tenemos”. Sólo podrían hacer una escenificación de ese tipo si el Gobierno les prestaba el armamento previamente.

En efecto, en enero de 1982 la policía se había incautado de cinco toneladas de armamento y explosivos que ETApm escondía en un caserío de Erandio, lo que dejó a este grupo sin una parte considerable del material que tenía a su disposición. Se estima que lo incautado representaba el 90% del armamento que ETApm tenía en territorio español. Ese desarme forzoso facilitó la decisión de abandonar el terrorismo.

El día en que la Guardia Civil ha desarticulado en Vizcaya una célula de ETA con armamento y cerca de 200 kilos de explosivos en su poder puede ser oportuno recordar esta vieja historia para constatar la importancia de la actuación policial a la hora de “convencer” a un grupo terrorista de la conveniencia de abandonar la violencia.

ETA se encuentra en tregua desde el pasado día 10 de enero, pero sus células dormidas continúan en condiciones de cometer un atentado en cualquier momento. Al inicio de la tregua del año 2006, algunos comandos etarras –como, por ejemplo el Imanol que operaba en Guipúzcoa– recibieron instrucciones para llevar a Francia los explosivos que tenían.

Sin embargo, cuando la banda tomó la decisión de romper la tregua –en torno al mes de octubre– comenzó a repartir explosivos entre los grupos operativos.

Con el conocimiento de lo ocurrido en el pasado, la constatación de que ETA mantiene a sus comandos con armas y explosivos contribuye a reforzar las dudas sobre los propósitos de la organización terrorista y pone en cuestión las afirmaciones de los que sostienen que el anuncio de la tregua del 10 de enero equivalía al final del terrorismo etarra.

Batasuna y el nuevo partido impulsado por la izquierda abertzale tienen ahora la oportunidad de pronunciarse con claridad sobre la continuidad de células armadas cuya mera existencia constituye una amenaza a la paz y a la seguridad de los ciudadanos. No es necesario esperar a que se consume un atentado terrorista para expresar su rechazo a la violencia. Ese rechazo tendría que manifestarse también en las fases previas del atentado, cuando se acumulan armas y explosivos que sólo pueden servir para cometer actos violentos.

La credibilidad de su distanciamiento de la violencia tienen que ganarla día a día y el primer paso podría ser denunciar la existencia de una tregua armada.

Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 2/3/2011