Un proceso de cartón

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 05/11/14

Santiago González
Santiago González

· El Tribunal Constitucional ha vuelto a suspender la mojiganga de Mas, al admitir a trámite la impugnación del Gobierno. Lo ha hecho, además, por unanimidad y sin dejar lugar a error. No sólo queda suspendida legalmente la mascarada del domingo, sino «el resto de las actuaciones de preparación de dicha consulta o vinculadas a ellas».

Artur Mas ha repetido el viejo chiste de «perdone, señorita, ¿preguntar es ofender?» y, ante la respuesta negativa de la interpelada, formular la doble pregunta: «¿Por un casual es usted puta?». Y en el caso afirmativo, «¿cuál es su tarifa?». Lo que hace de esta broma pesada un referéndum, algo para lo que ningún Gobierno autonómico está legitimado, es la naturaleza de la pregunta, no la creatividad de los masistas para llamar a las cosas con los nombres que no son. Así lo decía el informe del Consejo de Estado: la Generalidad no ha cambiado las preguntas y son las preguntas lo que ofende.

El nombre de la cosa es pura coyuntura, claro. Se exige al Gobierno que no impugne lo que hoy es un «proceso de participación ciudadana». El lunes próximo se habrá convertido en «la voluntad del pueblo de Cataluña expresada en referéndum». Ese extraordinario personaje que es el portaveu lo cantaba: «No se puede impugnar lo que no existe». Es Homs el que no existe, lo que no le impide cobrar un sueldo de portavoz a final de cada mes. Ya lo decía aproximadamente un verso de la Internacional: «Los nada de hoy todo han de ser».

En el principio estuvieron la urnas de cartón, fabricadas a dos euros de coste la pieza por los presos de la cárcel de Lérida. El coste de unas urnas para una finalidad ilegal, pagadas con dinero público, es un delito tipificado como malversación en el artículo 433 del Código Penal. Por otra parte, el uso de urnas de cartón merecería, como apuntaba el gran Camacho, que la próxima transferencia del FLA se la hagan en billetes del Monopoly. Y el sueldo de Homs. Y el de todos sus colegas. Votar en urnas de cartón es peor que tercermundista: es como practicar el sexo con una muñeca hinchable, una depravación.

Para votar en urnas de cartón no hace falta censo. Lo han autoconfigurado entre los fanáticos y los bromistas. Se han inscrito: Bob Esponja, Lady Gaga, Cristóbal Colón, Los Chichos, Imperio Argentina, Kim Jong-un, Conde Drácula, Elvis Presley, Harry Potter y, no podía faltar, naturalmente, el ‘Pequeño’ Nicolás.

Como ya hiciera convocando aquella manifestación de la Diada a la que luego no asistió, Mas ha vuelto a vestirse de capitán Araña y ha subcontratado la organización y la convocatoria de la consulta a voluntarios. Hay una cierta tradición histórica de cuando encargaron el orden público a los escamots. ¿Por qué no van a convocar las elecciones las tres Marías del secesionismo: las señoras Forcadell, Casals y la monja Forcades?

Lo que más impresiona en momentos como éste es que haya aún almas hermosas y terceristas que defiendan el diálogo, en plan Salvar al soldado Mas. Pero, ¿a quién le interesa una inutilidad como el honorable? Lo suyo sería impedir el esperpento y que convoque las elecciones que perderá frente a Junqueras. O que se las convoque el de la sandalia, que para el caso tanto da.

El partido del Gobierno tiene un horizonte muy difícil, y el principal partido de la oposición, también. La democracia española está en un momento muy grave a medio plazo, con la amenaza de convertirse en un país ingobernable a partir de las elecciones generales. Pero el primer desafío lo tiene, lo tenemos, el próximo domingo con este proceso de cartón que han puesto en marcha desaprensivos sin sentido del ridículo.

Si el Gobierno de España no acierta a desmontar el tinglado de la farsa –estricta mojiganga–, el Estado habrá entrado en un proceso de liquidación. Max Weber se habría extrañado mucho de que una institución menor haya lanzado un órdago y el Estado le responda pidiendo tablas. Un proceso de cartón habrá acabado con una democracia de papel. En todo caso, debemos guardar nuestros recuerdos del pasado para consolarnos con la sentencia de Talleyrand que inspiró una hermosa película a Bernardo Bertolucci: «Sólo el que ha vivido antes de la revolución sabe lo que es la alegría de vivir». Fueron 35 años, 11 meses y tres días, un periodo sin igual en la historia de España. Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello.

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 05/11/14