Valls en España, Tsipras en Atenas

EL CONFIDENCIAL 22/05/14
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

François Hollande no ha tenido más remedio que entregarse a la poderosa energía de Manuel Valls, ese catalán de origen y francés de ciencia y de conciencia, que ha hecho polvo a los socialistas españoles y, en general, a los europeos. El que fuera ministro del Interior galo se hinchó a expulsar a gitanos rumanos y a búlgaros. Lo de las ‘devoluciones en caliente’ de Ceuta y Melilla, una broma en comparación con las deportaciones de Valls, que parece tenerlo todo claro. Tanto como para sacar la tijera y recortar en un par de años 50.000 millones de euros de gasto público (¿o de inversión?). Va a suprimir circunscripciones administrativas, congelar sueldos funcionariales y amortiguar el incremento de las pensiones. Ha puesto a dieta a una Francia con tanta tendencia a engordar como su presidente, el faldero Hollande que se ha quedado sin la “primera dama” y sin la de repuesto, y bajo la batuta estricta de un Valls que quiere sustituirle.

El nuevo primer ministro francés ha tomado una medida metafórica, aunque real, de sus intenciones políticas: ha impuesto en el palacio de Matignon otra dieta estricta: alimentos sin gluten y menos pescado. Y además: raciones menores que se degustan sin vino, o sólo con una copa. Semejante innovación es toda una invitación a pensar que el cambio de los franceses pasa por la estancia más estratégica de cualquier vivienda gala: la cocina. El gluten es una proteína y Valls viene a decirnos sin publicarlo en Le Figaro que él no las digiere y prefiere la receta de Angela Merkel, es decir, austeridad.

· La izquierda europea bizquea porque mira a Valls y a Tsipras a la vez y no sabe qué hacer. Si seguir los pasos del francés o apostar por el griego. De momento, el que viene a Barcelona es el primer ministro francés, mientras el dirigente de Syriza se queda en Atenas

Y si ya Hollande –“yo tengo mi dignidad”, ha clamado el presidente de la República– defraudó a los socialistas del sur del continente, la llegada de Manuel Valls ha dado verduguillo a la socialdemocracia europea cuando esta necesitaba alguna referencia consistente para llegar desahogada a las elecciones europeas. Valls es para la socialdemocracia un “traidor”. Y entre tanto, el Frente Nacional de Marine Le Pen, con un 24% de voto en las encuestas de las europeas del domingo. Francia, definitivamente, no es lo que era.

En estas condiciones, el mitin de hoy en Barcelona con la presencia de Valls y Felipe González, podría ser un error de libro porque sirve al PP en bandeja y en las últimas veinticuatro horas de campaña una oportuna dialéctica descalificadora del socialismo europeo. Hollande-Valls, dígase lo que se diga, eran una esperanza para un reequilibrio con Alemania y se han convertido en la más grave y más grande las frustraciones para la socialdemocracia y la izquierda convencional.

En ese territorio ideológico ostenta el liderazgo –si bien más escorado a la izquierda– el partido griego Syriza, que dio el sorpasso al PASOK de Papandreu y, especialmente, su máximo dirigente, Alexis Tsipras, joven, rompedor y carismático, que acaba de ganar las elecciones municipales a base de musaka griega, un revoltijo de aceptable textura y sabor, con el gluten de rigor. Y el PSOE se parece mucho más al PS francés que al Syriza griego. Carece  de dirigentes del glamur de Tsipras que tanto sugestionaría a Zapatero según la versión del que fuera su ministro de Cultura César Antonio Molina.

Dicen algunos socialistas que hay un Tsipras entre ellos: el diputado Pedro Sánchez y Pérez-Castejón del que acabo de leer su buen trabajo sobre la diplomacia económica española (La nueva diplomacia económica española, Delta Publicaciones, 2014) Ver para creer. Pero a lo que vamos: la izquierda europea bizquea porque mira a Valls y a Tsipras a la vez y no sabe qué hacer. Si seguir los pasos del francés o apostar por el griego. De momento, el que viene a Barcelona es el primer ministro francés, mientras el dirigente de Syriza se queda en Atenas.