¿A dónde te evades, Cataluña?

Andrés Ortiz-Osés / Catedrático Emérito de Deusto, EL CORREO 24/11/12

Los catalanes recuerdan cada 11 de septiembre el día reduplicativo de la Díada, la ‘invasión’ y posterior caída de Barcelona ante las tropas del Rey Felipe V. Pero a partir de mañana parecen empeñados en concelebrar la ‘evasión’ y posterior recaída de Cataluña, a raíz de la autoproclamada independencia o separación de las Españas. Si la invasión de entonces fue ‘borbónica’, esta evasión parece ser ‘mormónica’, ya que se anuncia como un movimiento de los ‘santos de los últimos días’, o sea, como un movimiento escatológico de salvación catalaúnica. El líder de este movimiento ya no es Joseph Smith, sino el virrey Arturo Mas, el caballero que pretende hacer cuadrar la tabla redonda, lo que equivaldría a lograr la cuadratura del círculo, precisamente a base de hacer circular al cuadrado hasta redondearlo.

Así como J. Smith quiso restaurar la Iglesia cristiana, tras la aparición de Dios en una arboleda sagrada, así también el Dux catalanensis pretende restaurar Cataluña tras la aparición de la Vox populi-Vox Dei en las arboladas calles de Barcelona. Ahora bien, si en 1711 se trató de una invasión dolorosa de Cataluña, en este año 2012 parece tratarse de una evasión dolosa de Cataluña. En efecto, se realiza en un momento de una aguda crisis de España en un contexto crítico, cuya debilidad se aprovecha para la autoafirmación catalana en detrimento de la coafirmación general hispana. Nos las habemos con una especie de ‘ultimátum’ independentista, cuando todo proceso de independencia debe tener un principio o comienzo razonable y jurídico, a largo plazo, y no empezar por lo último o por el final apocalíptico.

Pues todo requiere tiempo y tempero, espacio y despacio, tenemos toda la vida por delante para evitar sobresaltos, disfunciones y belicosidades. Pero da la impresión de que Cataluña quiere dar de pronto un salto olímpico mortal del Estadio del Barça al Estado catalán. Tranquilidad y calma señores, como diría nuestro viejo Rey a Pujol o el propio Ronaldo en el estadio barcelonés, hay que pensar lo que se hace y hacer lo que se piensa, si es que se piensa y se hace. Para evitar la confrontación, hay que afrontar el tema o problema sin enfrentamientos ni afrentamientos

Sin Cataluña España pierde textura, y sin España Cataluña pierde contextura. Por otra parte, la incuria de España no excluye sino que por desgracia incluye la incuria de Cataluña, endeudada tanto como aquella. Yo acuso por igual de este desmán político a España y Cataluña, Madrid y Barcelona. España no ha sabido tratar a Cataluña con deferencia y diferencia, Cataluña no ha sabido retratar a España con respecto y respeto. Por su parte, Madrid se ha concentrado en su centro central y centralista, mientras que Barcelona ha jugado a campeona de España y de Europa.

Pero yo escribo desde Cesaraugusta, Zaragoza, punto medial entre Madrid y Barcelona, así como también punto medial entre España y Cataluña. Aragón funda curiosamente la Corona que alberga a Cataluña, y luego refunda la Corona que recoge bien que mal a España. Aragón en el medio es el símbolo de la mediación necesaria entre los hunos y los hotros, en esta batalla política recalentada, gobernada por los extremos y sus extremosidades.

Resulta que tras la obligada despolitización franquista, España y Cataluña se han superpolitizado en una democracia de políticos más que de ciudadanos. Pero mientras que la política es partidista, necesitamos proyectar una Cultura de la coimplicación y la coimplicidad, del diálogo y la mediación, de la integración y no de la segregación, de la reunión en libertad y apertura, y en el límite una cultura de la separación conciliada y arbitrada, civilizada y pacífica. Ahora bien, la Cultura incluye a Picasso y Dalí, Velázquez y Gaudí, Cervantes y Joan Maragall, Ortega y D´Ors, Fray Luis de León y Pau Casals, F. Savater y E. Trías. Por cierto, este último es un filósofo barcelonés que es nuestro mejor filósofo español, precisamente porque ha reunido brillantemente el lenguaje castellano y la sensibilidad mediterránea.

He aquí que Cataluña tiene como patrón al san Jorge/Jordi que alancea al dragón, y da la impresión de autoproclamarse hoy como héroe que debe alancear al villano español. Pero héroe y dragón deberían conciliarse y no alancearse, precisamente porque el héroe simboliza la razón y el dragón el corazón. La efectividad catalana debería reencontrarse con la afectividad española, en un mundo de cruces y entrecruzamientos, mestizaje y globalización, diálogo y remediación.

Al situarme así en el medio o mediación sé que recibiré a diestra y siniestra de los unos y de los otros, pero también recibiré su mutua energía enriquecedora. La misma que me ha posibilitado considerarme vascoespañol, que es lo que soy, sin ningún desdoro mutuo. Pues la virtud no está en los extremos o extremosidades, pero tampoco en el medio estático o quieto y parado, sino que se halla en la mediación dinámica de los opuestos compuestos. Aquí radica la posible/plausible salida, en la intersección de san Jorge y el dragón, del toro español y el burro catalán, del catalán y el español. Pues resulta tan ridículo que el catalán pretenda competir con el español, como que el español pretenda competir con el inglés.

Sin ninguna duda la historia de España y Cataluña ha estado marcada por el signo del poder político de los godos, hasta el punto de que la monarquía española es una monarquía ‘gótica’, mientras que la propia denominación de Cataluña remitiría a Gotolandia. La actual pugna es pues una puga de poder o poderío, como casi siempre, entre los godos conocidos popularmente como los ‘jodos’ por sus goderías y virulencias. Pues bien, si en esta querella España se queda sin Cataluña se queda en Expaña: y si Calatuña se queda sin España se queda en Jordilandia, y si prosigue con esta virulencia en Jodolandia (con perdón).

‘Quo evadis, Catalunya?’ Si te evades ahora, Catalunya, España lo sentirá y tú te resentirás: pero Europa no lo consentirá si no es por consenso.

Andrés Ortiz-Osés / Catedrático Emérito de Deusto, EL CORREO 24/11/12