¿Con qué mano se dirige una revolución?

 

Picasso, por ejemplo, plasmó la masacre de Guernica en un cuadro convertido en icono de la plástica del siglo XX, cuya simbología son los terribles sufrimientos que la guerra le causa a los seres humanos.

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Es indecente y moralmente inaceptable verlos fotografiados sonrientes apoyando regímenes autocráticos, más aún cuando se trata de un director, porque las orquestas hacen arte colectivo

Los artistas, por su misma condición de seres especiales, están en una posición privilegiada para expresar su crítica social. Las personas simples y comunes por el contrario, quizás porque estamos expuestas en mayor grado a agresiones y represalias, tenemos frente a nosotros un enorme abismo comunicacional para declarar nuestras luchas y nuestros sueños por una sociedad más justa. Por ello todo aquello que no somos capaces de hacer o de decir, muchas veces lo ponemos en manos de los artistas. Porque son personas intocables, ya que agredir o dañar a un artista es hacerlo contra la misma esencia humana que nos diferencia del resto de los animales. Quizás por eso es que esperamos tanto de ellos.

La vinculación entre arte y política es histórica, lo mismo que la posición de los artistas frente a la crítica social, la libertad y la defensa de los derechos humanos. Podríamos decir que toda acción humana es política porque de entrada nace de una ideología, de allí que la creación artística también se mueva dentro del contexto político, llevando consigo un discurso que le impide estar al margen de la sociedad que le dio vida.

Picasso, por ejemplo, plasmó la masacre de Guernica en un cuadro convertido en ícono de la plástica del siglo XX, cuya simbología son los terribles sufrimientos que la guerra le causa a los seres humanos. En su pintura le muestra al mundo lo que sucedió cuando la villa vasca de Guernica fue objeto de un cruel bombardeo por parte de la aviación alemana, para probar el armamento y los aviones nuevos que se usarían en la inminente Segunda Guerra Mundial, a pesar de que esta región carecía de cualquier importancia militar o estratégica.

También el pintor Francisco Goya hizo lo mismo con su famoso cuadro Los Fusilamientos de la Moncloa. Goya plasmó de manera dramática, la lucha del pueblo español contra la dominación francesa. En este lienzo el pintor muestra a un grupo de gente de condición humilde frente a un pelotón de fusilamiento, donde la expresión de sus rostros y los cuerpos sangrantes, hablan por sí mismos de la deshumanización del ejército y el horror de la guerra.

En estas obras, así como en muchas otras, no tiene importancia quien cargue el fusil o cuales son los bandos enfrentados, porque los horrores de la guerra, de la violencia desmedida, o de la violación a los derechos humanos siempre serán los mismos, y los muertos -culpables o no- las víctimas de una patria cualquiera, llámese Egipto, Palestina, Israel, Irak, Colombia o Venezuela.

En el plano de las artes musicales Pablo Casal, violoncelista, pianista, director de orquesta y compositor, es el gran ejemplo de la lucha social. Músico incorruptible de incansable labor en pro de la democracia, las libertades y los derechos de los pueblos, se negó a tocar en Francia ante Hitler durante la ocupación nazi, actitud que le costó arresto domiciliario por varios años. Tampoco volvió a actuar en Rusia tras la implantación del régimen comunista, e incluso en los años siguientes extendió esa decisión a todos los países comunistas donde no hubiese democracia. Rechazó una invitación para actuar en Alemania cuando Hitler llegó al poder y abiertamente manifestó que no tocaba más en ese país hasta que no hubiese un cambio de régimen político, pese a haber sido amenazado por los nazis con quemarle las manos. Su lucha pacífica contra la dictadura franquista fue más allá, al anunciar que no volvería a tocar en público mientras las democracias occidentales no cambiaran de actitud ante el gobierno de Franco. Albert Einstein dijo de el lo siguiente: «Casals ha sabido comprender con gran clarividencia que el mundo corre un gran peligro debido tanto a los que toleran el mal o lo fomentan como a los que lo cometen».

En el ámbito de los directores de orquesta también hay ejemplos emblemáticos. Hay unos que han tenido la fortuna de saltar a la fama en sus carreras artísticas de manera impecable, mientras que otros tienen sombras sobre su trayectoria por recibir el impulso de dudosos padrinazgos o por su relación con gobiernos totalitarios.

Tal es el caso de Herbert von Karajan con el nazismo, por ejemplo. La pertenencia de Karajan al partido nazi y su destacada asociación en el mismo durante varios años, lo puso en una situación bastante controvertida después de la Segunda Guerra Mundial, mientras que otros directores de prestigio, que trabajaban en Alemania y Austria, como Bruno Walter, Otto Klemperer, Fritz Busch, Fritz Stiedry, Jascha Horenstein y Erich Kleiber prefirieron marcharse cuando los nazis llegaron al poder, unos porque eran judíos y otros porque no estaban de acuerdo con la política del partido nazi. Es más, Karajan ni siquiera tuvo objeciones en dirigir en la Europa ocupada, a diferencia de WilhelmFurtwängler (otro director relacionado con el nazismo), de allí que grandes violinistas como Isaac Stern e Itzhak Perlman rechazaran tocar en conciertos con Karajan debido a su pasado nazi.

Otro caso especial a destacar es el de Arturo Toscanini, para quien lapolítica jugó una parte decisiva en su carrera como director de orquesta. El famoso Maestro fijó una posición política importante ante el gobierno fascista de Mussolini, aunque inicialmente compartió sus ideas y fue hasta candidato fascista en Milán. Al poco tiempo se opuso radicalmente al fascismo e incluso en numerosas ocasiones rechazó dirigir el himno del partido fascista de Mussolini: Giovinezzan (juventud en italiano). La posición de Toscanini era tan determinante en esa época, que el presidente Roosevelt tuvo que intervenir para que le fuese devuelto el pasaporte. Toscanini fue el primer director no alemán en dirigir en Bayreuth y no dudó en romper con el festival por la prohibición de Hitler de contratar artistas judíos. Por esta razón el Maestro nunca volvió a dirigir en Bayreuth, es más, en los años 1938 y 1939 estuvo en el Festival de Lucerna conduciendo una orquesta formada principalmente por refugiados del nazismo.

En Venezuela el Maestro Vicente Emilio Sojo tampoco fue ajeno a los avatares políticos de su país. Poseedor de un gran sentimiento nacionalista, se negó rotundamente a dirigir el Himno Nacional con la Orquesta Sinfónica Venezuela en la inauguración de la Concha Acústica de Bello Monte donde estaba presente el presidente Marcos Pérez Jiménez, aún con todas las consecuencias que le hubiese podido costar ese gesto tan desafiante en una época de tanta represión.

Los artistas tienen una oportunidad única para interceder y desarrollar acciones que permitan reflejar los intereses de los movimientos sociales homogéneos. También para servir de mediadores en las transformaciones sociales de los pueblos, porque la gente los admira, los escucha, atiende sus reclamos y hasta se ven reflejados en ellos en una especie de fantasía que los aparte momentáneamente de sus miserias. Por ello es indecente y moralmente inaceptable verlos fotografiados sonrientes apoyando regímenes autocráticos, más aún cuando se trata de un director, porque las orquestas hacen arte colectivo y las revoluciones no se pueden dirigir con la misma mano adulante con que se hieren los sentimientos de los que sueñan y creen en un mundo mejor, donde no se vulnere la libertad de expresión, la propiedad privada, el respeto por la vida y los derechos humanos. Por eso la historia es muy clara y los diferencia muy bien: hay buenos y talentosos músicos pero muy pocos grandes Maestros.

Norma Isabel Pinto, Analitica.com (Venezuela), 21/2/2011