No sería extraño que ETA vuelva a considerar eficaz su última declaración táctica de «alto el fuego». A cambio de ella ETA ha logrado que un gobierno democrático incumpliera sus promesas al dialogar con la organización terrorista a pesar de que ésta no había mostrado una clara voluntad de poner fin a la violencia, como se exigía en la resolución parlamentaria de 2005.
«No vamos a interpretar a un mundo sin lógica, una ETA que dice que  mantiene un alto el fuego compatible con bombas». Así se expresaba Patxi  López, secretario general de los socialistas vascos, días después de  que la organización terrorista ETA asesinara a dos ciudadanos  ecuatorianos en Barajas. El ministro del Interior, José Antonio  Rubalcaba, había reaccionado al atentado indicando que los terroristas  con los que habían contactado los representantes del Gobierno no  permitían realizar «análisis racionales» porque no trabajaban con los  «mismos parámetros». Las afirmaciones de tan destacados políticos  demostraban un preocupante desconocimiento de la mentalidad terrorista,  pues es evidente que ETA opera en función de criterios racionales,  sujetos a una lógica que deberían comprender precisamente quienes han  propugnado el diálogo con esta organización terrorista. Dos recientes y  oportunas publicaciones, La lógica del terrorismo, de Luis de la Corte, y La psicología del terrorismo, de John Horgan, confirman la importancia de entender correctamente esos mecanismos de racionalización del terrorista.
Estrategia. La prolongada experiencia en la lucha antiterrorista  demuestra que los ofrecimientos de diálogo por parte de nuestros  gobiernos son interpretados por ETA con una misma lógica al  considerarlos como un síntoma de debilidad del Estado. De ahí que los  terroristas entiendan, de manera racional, que las autoridades acceden a  dar ese paso tras asumir éstas que otros métodos resultan insuficientes  para erradicar la violencia, incentivándose así el mantenimiento de la  organización criminal. El análisis racional articulado por ETA tras la  ruptura de la tregua de 1998 llevó a los terroristas a interpretar como  positiva su estrategia al haber conseguido radicalizar al nacionalismo  institucional.
Graves costes. En función de esa lógica, no sería extraño que ETA  vuelva a evaluar como eficaz su última declaración táctica de «alto el  fuego». A cambio de ella ETA ha logrado que un gobierno democrático  incumpliera sus propias promesas al dialogar con la organización  terrorista a pesar de que ésta no había mostrado una clara voluntad de  poner fin a la violencia, tal y como se exigía en la resolución  parlamentaria de mayo de 2005. Por tanto los terroristas pueden  entender, con lógica, que su propaganda ha logrado dividir a los  partidos democráticos que anteriormente, mediante el consenso articulado  en torno al Pacto por las Libertades, tanto habían debilitado a la  banda.
Como las interesantes y rigurosas obras de Horgan y de la Corte exponen, no es frecuente encontrar psicópatas entre los activistas de las organizaciones terroristas, si bien el carácter violento y autoritario de individuos fanatizados como los que optan por dichos métodos constituyen factores que influyen en su racionalización de la realidad. Son estas características de la lógica y de la mentalidad terrorista las que condicionan decisivamente diálogos con terroristas como el iniciado por el gobierno español. La defensa del diálogo con ETA se suele hacer ocultando los graves costes que semejante interacción plantea, pues conduce inevitablemente a una negociación en la que la organización terrorista amenaza con el objeto de extraer concesiones tras percibir la eficacia de una violencia que ya le ha reportado beneficios al haber forzado al ejecutivo a abandonar los parámetros previamente fijados.
Con frecuencia se relativizan los contraproducentes efectos del diálogo  entre terroristas y demócratas mediante la inapropiada comparación con  proceso de resolución de conflictos extraídos de la vida cotidiana,  problema que se percibe en La negociación con ETA, de Raúl Calvo.  Este volumen, que contiene algunas ideas sugerentes, carece de una  adecuada valoración del tipo de interlocución que se establece con una  organización terrorista habida cuenta de la particular lógica de sus  dirigentes y de los elementos distintivos de su mentalidad que  condicionan por completo sus cálculos racionales. Si en ámbitos más  ordinarios de nuestra vida diaria el diálogo y la negociación entrañan  dificultades y riesgos considerables, como se aprecia en el libro de  Calvo, éstos se ven multiplicados cuando dichas prácticas se establecen  entre representantes de un Estado y terroristas racionales que  sustituyen el respeto a los valores democráticos por la utilización de  la muerte como argumento político.
Perversa lógica. Determinadas experiencias de violencia que sí  pueden resultar reveladoras de la lógica de personalidades violentas  como las de los terroristas, suelen ser evitadas por quienes desde la  generalización defienden el diálogo con el terrorismo. El año pasado la  Fundación Mujeres presentó una dura campaña contra la violencia de  género en la que exigía con contundencia: «No le des una segunda  oportunidad». En contra de las enseñanzas que se derivan de tan racional  método de resolución de conflictos, se insiste en obligar a la sociedad  española a que vuelva a darle una enésima oportunidad a la organización  terrorista ETA. Se suceden interpretaciones de declaraciones de  Batasuna que ven inexistentes escisiones y disensiones con el fin de  justificar el diálogo con el entorno terrorista. Numerosos políticos y  medios de comunicación continúan abogando por el diálogo con quienes  siguen asesinando y amenazando a la ciudadanía. Quienes se ven privados  de sus derechos y libertades por la coacción de ETA entienden como  ilógico semejante comportamiento, pues esa perversa lógica incentiva la  permanencia de la amenaza etarra al racionalizar el terrorista que su  violencia será recompensada con otra oportunidad.
Rogelio Alonso, BASTAYA.ORG, 16/5/2007